9.Cuchillos con forma de hielo

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Ya se había hecho de noche cuando llegaron a la casa de Connor. Su madre ya lo tenía todo preparado para la llegada de su hijo e insistió múltiples veces a Skyler que se quedará a cenar. Tras una simple excusa pudo abandonar la casa. Estuvo un largo camino debatiendo si la madre de Connor sólo intentaba ser amable o se compadecía de ella. En verdad nunca había tratado con ella antes, asique no podía juzgarla.

Llegó a la cantina en la que solía pasar las tranquilas pero divertidas noches. Era un lugar iluminado y cálido en la noche. Sin duda era uno de sus sitios favoritos en el pueblo. Se paró enfrente de la ventana de la cantina, cuando de ella salieron un par de chicos sonriendo que detuvieron la mirada sobre ella antes de continuar su rumbo. Skyler no les prestó atención, seguía mirando la cantina, podía notar el calor que desprendía. Era una magia que te entraba por los poros y te absorbía. Asique dejándose llevar tiró de la robusta puerta verde y entró. Todo parecía iluminado por un extraño fuego, no era una luz cejadora y artificial, se trataba de una iluminación familiar y acogedora. Se oía el brindis de copas y las risas de los clientes que intentaban ligar con una camarera. En el fondo, un grupo de chicos jóvenes cantaban con la jarra en alto y se abrazaban con emoción. Tras la barra de madera se encontraba el dueño charlando con un hombre de su edad mientras su mujer daba órdenes a una de las tres camareras. La mujer del dueño le recordaba a Skyler a una verdadera pirata. Siempre vestía una blusa por los hombros de color blanco y unos pantalones igual de negros que su oscuro pelo. Pero lo más característico en ella eran sus botas y su carmín. Era realmente preciosa.

En cambio su marido era un hombre como otro cualquiera, una barriguita disimulable y unas tempranas entradas.

Skyler se sentó en una de las mesas que estaban rodeadas de bancos rojos, se sentó en la que solía hacerlo siempre que iba allí.

La camarera pelirroja llegó zafándose divertida de un chico algo mayor que ella y llegó a la mesa de Skyler:

-¡Hola linda! ¿Lo de siempre?-dijo mirando su pequeño cuaderno.

Skyler tragó saliva. Lo de siempre, sí, pero con una bebida menos. La camarera levantó la vista y observó atenta a Skyler hasta caer en la cuenta, en seguida se sentó frente a Skyler en el banco rojo. Skyler se percató de que aún llevaba el vestido negro y claro, todo el mundo conoce a Sam.

-¿Cómo...? ¿Cómo estás?

Ni siquiera se sabían el nombre la una de la otra, por lo que todo esto a Skyler le pareció algo incómodo y excesivo.

-Tráeme tan sólo un té helado.

La pelirroja frunció el ceño y se levantó lentamente asintiendo mientras Skyler la seguía con la mirada. Se recogió el pelo en una coleta, comenzaba a hacer calor. La cantina se veía la misma, pero se sentía como si no fuera igual. Tuvo que contenerse de mirar a su derecha, justo al centro de la mesa, donde Sam se colocaba.

-Aquí tienes, invita la casa. Si quieres algo más dímelo.-la chica pelirroja dejó el té helado y se fue en contra de su voluntad.

Skyler cogió con ganas la bebida, estaba fría y era muy refrescante. Antes de beber jugó con el vaso entre sus manos con la mirada perdida en el hielo. Cuando le pasó por la garganta lamentó realmente haberse pedido el té, parecía que tenía cuchillos rajándole por dentro.

Alguien se sentó delante de ella en la mesa, Skyler levantó la vista y suspiró.

-¿Qué quieres? Necesito estar sola.

El chico la miró con unos intensos ojos de color avellana y se pasó las manos por su pelo castaño. Escondió la cara en sus brazos y emitió una especie de gruñido. Skyler le miró con receló y volvió a beber del té a pesar de que seguía causándole dolor.

-¿Necesitas algo, Josh?-volvió a hablar ella.

El chico sacó la cara y mostró unos ojos húmedos, le temblaba el labio inferior y tenía un aspecto totalmente derrumbado. Skyler le apartó la mirada y se fijó en si alguien sentía la curiosidad de observarles.

-Me siento...-el chico balbuceo arrastrando las eses-...como una absoluta mierda.

Dio un golpe a la mesa que llamó la atención de unas pocas personas de alrededor y sobresaltó a Skyler.

-¿Cuánto tiempo llevas bebiendo?-preguntó ella.

-Eso es lo único que se...que se te ocurre decir, ¿eh?-Josh hablaba con rabia aunque sus ojos continuaban reteniendo las lágrimas.

-Deberías irte a casa, vas a dar un espectáculo.

-¡Me da igual! Me da...me da absolutamente igual, Skyler, ¿sabes por qué? Porque ya me ha superado todo.

-Si quieres te acompaño Josh, pero si continuas así voy a levantarme y voy a irme a mi casa a descansar lo que pueda.

-Lo que puedas... ¿y con la conciencia tranquila?

Skyler cogió su bolso y sacó de allí unas monedas que pagaran su té y se levantó de la mesa dispuesta a irse.

-Ya hablaremos Sky, sabes que tenemos que hacerlo.

Lo último que escuchó de Josh fue una pequeña risa irónica que acabó en un áspero llanto.

Sussane terminó de hablar con su hermana que se había ofrecido a cuidar de la pequeña Zoella durante la noche.

-Qué amable es Amber, ¿verdad? Sí, ella sabrá cómo tratar a Zoe, seguro que lo pasa bien con ella. Sí, claro que sí.-dijo sonriendo.

Su marido la miró con miedo y se terminó de beber su segunda copa de whiskey sin hielo.

-También he llamado a tu secretaria, he dicho que vas a quedarte unas semanas en casa para solucionar unos asuntillos en casa, ¿vale, cielo?-la mujer le posó la mano en el hombro. Él podía sentir su dulce y elegante perfume que entrechocaba con el fuerte olor del alcohol.-Así estaremos más tranquilos todos juntos, ¿verdad, cariño? Sí.

Sussane continúo preparando cosas y ocupándose de arreglar todo antes de que se fueran a dormir, siempre con una temblorosa sonrisa y de una manera despistada y torpe.

-Tienes la cena aún caliente en la mesa.-estiró el mantel que tenía una pequeña arruga.-Yo te esperó en la cama leyendo un poco, ¿vale, mi amor? Ven cuando tú quieras.

El hombre, con unos ojos rojos y escocidos, se sirvió otra copa de whiskey. Su peinado estaba desecho y tenía marcas de sudor en el traje que llevaba puesto desde aquella mañana. En su mano sujetaba una foto que había arrugado de tanto apretarla con fuerza de un niño de ojos azules y pelo negro como el azabache. El niño se encontraba de lo más contento junto a su padre y a su nueva bici con aspecto de moto, la que tanto había pedido y tanta ilusión le hacía. Qué feliz estaba Sam

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⏰ Última actualización: May 14, 2015 ⏰

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¿Sam? . De Zoella IthierDonde viven las historias. Descúbrelo ahora