►Episodio 4

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—Soosie... tengo hambreeee...

Los dos estudiantes sacaron la cabeza de sus libros cuando escucharon la voz del pequeño. Kyungsoo le echó un vistazo al reloj de pared y frunció el ceño.

—Lo siento, peque, se me ha pasado la hora de merendar. Hyung, ¿te importa que tomemos un descanso? A nosotros tampoco nos vendría mal parar un poco.

JongIn asintió y frotó sus ojos intentando despejar la vista, llevaban más de dos horas sumergidos entre documentos. Si bien no tenía queja alguna por haber tenido la oportunidad de observar a Kyungsoo todo lo que había querido y más, él no estaba acostumbrado a trabajar tanto. Y, si aquella tarde había descubierto algo, no era que los autores del romanticismo vivían en un estado permanente de disconformidad, sino que Kyungsoo, a parte de ser el chico las bonito del mundo, era tremendamente inteligente.
Quizás JongIn no estaba poniendo toda su atención en aquel trabajo, pero cómo hacerlo si tenía sentado a apenas unos palmos de distancia al chico del que estaba perdidamente enamorado. Kyungsoo siempre hablaba con dulzura y se explicaba con calma y paciencia, sonreía amablemente y arrugada su pequeña nariz cada vez que algo le confundía. JongIn también pudo apreciar que el omega tendía a morder su labio inferior cuando se concentraba y, en esos momentos, el alfa no podía hacer más que mirar embelesado cómo la tentadora carne era apretada entre los dientes blancos y perfectos. Realmente, nadie podría culparle por su falta de concentración. Kyungsoo era el prototipo perfecto de omega, todo en él incitaba la atracción de los alfas; su mirada chispeante, sus labios semi gruesos y apetecibles, su piel perfecta y su olor... su olor. JongIn podría escribir mil y un poemas sobre la esencia del omega, y ninguno se acercaría siquiera a describir la perfección de aquel olor. Nunca había estado lo suficientemente cerca de Kyungsoo como para apreciar su aroma de omega con exactitud y, una vez lo hizo, su lobo interior de volvió automáticamente adicto a él. Kyungsoo olía a vainilla y canela, a manzanas asadas y a caramelo liquido, olía a infancia y a hogar, dulce y acogedor, suave y enloquecedoramente embriagador. JongIn debía contenerse mucho para no deslizar la nariz por su esbelto cuello, bebiendo de aquella esencia con deleite. A ese paso, su lobo enloquecería.

—¿Qué quieres merendar?

Kyungsoo había alzado a su pequeño hermano y lo mantenía sobre su regazo.

—Mmm... — el niño se llevó su pequeño dedo índice a la barbilla y miró el techo, meditando su respuesta. — ¡Galletas con chispitas de chocolate!— exclamó al fin, abriendo sus brazos.

Kyungsoo rió y revolvió el cabello de su pequeño hermano en un gesto cariñoso.

JongIn no podía hacer nada más que contemplar la familiar escena, algo en su interior de revolvía al ver a Kyungsoo siendo tan dulce con el pequeño, algo cálido y desconocido para él. La palabra "hogar" resonaba en algún rincón de su subconsciente, pero desconocía su verdadero significado.

—Bien, vamos a ver si mamá no se ha comido las galletas que sobraron. — dijo Kyungsoo, dejando a  Moonbin en el suelo. — Hyung, ¿quieres galletas?

JongIn contempló la amable sonrisa de Kyungsoo y asintió. Quizá, el sentido de la palabra "hogar" se escondiera tras aquella hermosa expresión.

Los dos hermanos se perdieron por el pasillo, dejando a JongIn solo en el salón. El alfa se levantó de la silla y estiró su cuerpo, escuchando el crujir de sus articulaciones como respuesta. Dió una leve vuelta por la estancia, deteniéndose a observar el mueble de la televisión y la decena de fotos que lo adornaban. En ellas se veía a un Kyungsoo más joven, con su rostro más aniñado y una figura menos marcada. Aún así, igual de hermoso a los ojos de JongIn. También habían fotos de Moonbin  de bebé, y otras tantas de los dos hermanos juntos, sonriendo alegremente a la cámara. Hubo una foto que llamó en especial la atención de JongIn, en ella también salían los hermanos, pero no estaban solos. Una pareja se encontraba junto a los chicos, sonriendo con serenidad. La mujer era hermosa, con cabello castaño y un rostro fino y elegante, de baja estatura y ojos grandes y despiertos. Entre sus brazos, envuelto en una manta azul celeste, sostenía a un pequeño bebé que alzaba su manita intentando atrapar uno de los mechones rebeldes del cabello de su madre. Junto a ella se alzaba un hombre de aspecto exótico, con marcados y rasgos europeos. Era alto, de piel bronceada y ojos azules intensos, una espesa mata de cabellos rubios caía en ondas sobre su frente. El hombro rodeaba con uno de sus brazos la cintura de la mujer, mientras posaba su otra mano en el hombro de un muchacho, un chico sonriente de unos trece años, con cabello castaño y mejillas tiernas y una pequeña sonrisa acorazonada. Sonrió, ahora entendía de donde había sacado Kyungsoo su peculiar cabello.

—Aquí están las galletas.

JongIn se giró sobresaltado en cuanto escuchó la voz del omega.

Kyungsoo dejó la bandeja que traía sobre la mesita de café y se sentó en el mullido sofá de estampado floral que presidía la sala. Su pequeño hermano prefirió dejarse caer sobre el parqué. JongIn los miró, sin saber muy bien si debería acompañarlos, hasta que Kyungsoo palmeó el hueco junto a él en el sofá.

El alfa se sentó, bastante cerca de Kyungsoo si consideramos que era un tresillo. A ninguno pareció importarle.

—He traído zumo de manzana, no sé si te gusta.

—¡El zumo de manzana es lo mejor! ¡Es el favorito de Soosie y mío!

JongIn  sonrió sutilmente mirando al pequeño.

—Así que es el favorito de Soosie.

Moonbin asintió.

—Entonces me encantará.

Y el alfa tomó el vaso y se lo llevó a sus labios, ignorando el sonrojo que había aparecido en las regordetas mejillas de Kyungsoo.

—¡Soosie parece un tomatito!— exclamó Moonbin.

Kyungsoo adoraba a su hermano pequeño pero, en aquel momento, bajo la divertida mirada del alfa que tan nervioso le ponía, habría deseado  tener algo de esparadrapo para cubrirle la boca, o una bolsa para ocultarse de la tremendamente atractiva sonrisa ladeada de JongIn.

𝙄𝙣𝙩𝙤𝙘𝙖𝙗𝙡𝙚[Kaisoo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora