capítulo 5

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Ryan necesita ayuda con su ensayo.

El domingo, Ryan despertó en la mañana con la certeza de que olvidaba algo, se quitó las mantas de encima, abrió las cortinas de un solo golpe, dejando que la luz entrara a su cuarto y cubriendo sus ojos, disgustado. Había olvidado el ensayo que el señor Fischer les había asignado la semana pasada, ese al que Ryan le había restado importancia a medida que el tiempo transcurría.

Se arrastró hasta el baño, bajó su rostro y observó el reloj que apretaba su muñeca: 9:35 AM. No tenía mucho tiempo para investigar ni redactar, ya que de las 12 en adelante, estaría con su padre. Ellos habían planeado tener una maratón de películas sobre indios y vaqueros, así que echarse para atrás  parecería imperdonable.

Pasó ambas manos por su rostro, abrió la llave del lavamanos y el agua comenzó a caer, cubrió su rostro con ella, se acercó a la toalla perfectamente colgada en un soporte de aluminio y secó todo con mucha velocidad. Un esquema para organizar su proceso de escritura apareció en su mente, primero tendría que buscar información primordial sobre el tema (la tolerancia de la sociedad), luego tendría que ver algunos videos en YouTube, leer algunos comentarios, escudriñar su memoria hasta encontrar la forma más indicada para comenzar el escrito, plantear la tesis, definir argumentos y luego la conclusión, y finalmente, cuando todo estuviera aceptable, imprimir.

 Alguien tocó la puerta de su cuarto cuatro veces, Ryan fue hasta ella, desbloqueó la perilla y abrió la puerta un poco, solo era una ranura por la cual podía asomar su ojo izquierdo para ver quién era. Ese proceso ya lo hacía siempre sin pensarlo, lo había adoptado justo el día que Ray se había pasado a vivir con ellos. Jamás volvería a estar tranquilo mientras ese monstruo viviera con ellos.

Su madre era quien tocaba, ella tenía su cabello rubio (cortado al estilo Chop) todo andrajoso y húmedo. Una fina capa de sudor cubría su clavícula, parte de sus pechos y alcanzaba a mojar el borde de su blusa de tirantes blanca. Ella acababa de llegar de su típica sesión de trote que Ray y ella siempre realizaban los domingos en la mañana.

—Ryan, ¿desde cuándo cierras la puerta con llave? — su madre preguntó, arrugó su frente, apoyó su manos en su espalda y sopló para calmar el cansancio. Naturalmente, esa era la clase de cosas que le demostraban a Ryan lo poco interesada que ella estaba en su único hijo, pues Ryan llevaba haciéndolo por meses, meses en los que su madre jamás había pedido entrar a su habitación o siquiera pasado por esa parte de la casa.

Una chispa de ira se disparó dentro de la mente de Ryan, era tan intensa que casi tenía ganas de golpear a su madre. Esa era otra cosa que se había estado repitiendo desde hace más de 8 meses. Pero afortunadamente, había aprendido a controlar sus impulsos para no meterse en problemas.

—no lo sé, pero esa puerta siempre ha estado cerrada desde que yo vivo en esta casa— dijo la voz rasposa de Ray, quien apareció detrás de su madre, todo cubierto por sudor.

"¡púdrete!", pensó Ryan por instinto.

Ray se acercó a Gabriella y la abrazó por la espalda, Ryan casi se vomita del asco cuando Ray clavó su mirada en él. Sus ojos eran tan verdes como el césped.

— ¡abre la puerta! — Gabriella ordenó con un grito frenético, se escuchó lo suficientemente fingido como para que Ryan dudara en obedecerla, pero luego pensó en que él no estaba ocultando nada adentro, así que simplemente  dejó que la puerta se desparramara abierta. Él no se movía, seguía apoyado contra la pared.

Gabriella entró al cuarto con agresividad, dándole una mirada fría a su hijo antes de comenzar a registrar el closet. Ray se cruzó de brazos y se quedó de pie en el umbral.

Perfect White LieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora