Cinco ¦ Pero por favor no te vayas

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Jasper viajó y viajó, pasando planeta a planeta. Algunos le hablaban, otros sólo lo admiraban a la distancia: era cierto lo que susurraba el cosmos, Jasper era sin dudas hermoso. Cada cráter era una verdadera belleza.

Pasó por todos los planetas fuera del sistema solar de Morn, ya que no deseaba cruzárselo. Por alguna razón, verle cerca pero a la vez tan lejos le causaba una sensación amarga en su frío núcleo, era casi tortuoso. Por eso, prefería ni siquiera verlo.

«Si no lo veo, no dolerá» se decía.

Por alguna razón, claro. Todavía no se sabía esa razón.

Había conocido primero a STALF-701, un planeta amigable que le mostró los pros de estar a su lado por la eternidad. Tenía buena vegetación, y una promesa a futuro, pero sin océano, no era nada.

─Pero yo no quiero que sin mí no seas nada ─pensó en voz alta la joven luna─. Quiero que seas tú, por separado y en conjunto. Por eso, no puedo aceptar.

Stalf no le hablaba por deseo de compartir, sino de poseer, de necesidad, y eso era justamente lo que lo hizo alejarse de la luna.

Después, se cruzó con Caeliote, un planeta grande y lindo, pero que sin dudas, no lo querría para la eternidad. Caeliote no necesitaba lunas realmente, ya tenía varias.

Caeliote solo lo quería a él para que formara parte de una colección interminable.

No podía, así que se marchó aunque el planeta lo quisiese ahí, atado a él, atado a su órbita.

Y al final de su búsqueda, se encontró con Auro, un planeta vacío, sin vida, sin lunas.

Auro era gris, seco, quemado. Infeliz. Aún así, lo rechazó él a Jasper. Ni siquiera se dignó a darle una oportunidad.

Auro le mostró que en concreto no tenía nada que ofrecer, desinteresado, le dijo que no necesitaba una luna para sobrevivir.

Pero su núcleo estaba triste pasando cada día en soledad, mirando a otros planetas con vida, con satélites; en el fondo, él anhelaba eso.

Auro lo empujó en la materia para que orbitara lejos, él no lo quería ahí. Él no quería ser ayudado.

Pero una vez que dejó de haber luz en su lado del cosmos, Auro escuchó la suave voz de Jasper, diciendo con cariño:

«Puedes empezar dándole océano y marea a tu superficie», de pronto, Auro empezó a sentir una frescura que jamás había sentido. Era malditamente maravilloso. Empezó a sentir movimiento sobre sí, en cada extensión.

Era el mar moviéndose. Un mar que le había regalado Jasper. Auro lo miró en la oscuridad.

Al fin, podía respirar.

─Yo... Esto es...

─Lo siento, te vi muy solo.

─Es hermoso. Orbítame, por favor.

Aunque no lo veía, sabía que sus resecas superficies, quemadas a veces, habían hecho algo parecido a sonreír.

Lejos de verse desesperado, parecía que había experimentado lo que estuvo siglos esperando sin saberlo. Auro estaba enamorado de la luna que le había dado ese regalo.

─Tú... ¿Deseas irte, cierto? ─mencionó al verle dudar. Sus cráteres apuntaban hacia su antiguo sistema, donde estaba el sol.

Para cuando Jasper volteó, Auro lo estaba mirando a él. No a lo que podía ofrecerle, o a lo que podía hacer a cambio dé, estaba mirando al verdadero Jasper. Él no lo quería por su mar, lo quería para seguir reproduciendo algo hermoso que, con ayuda de ambos, se creó. Quería mantenerlo.

─Te ves increíble con agua, Auro.

El planeta comenzó a sonreír, sintiendo un cosquilleo en sus rocas bajas. Eso era vegetación. Bien podrían salirle lágrimas: aquello era lo más precioso que había visto en su larga vida.

─No te detendré, sé que quieres ser libre ─dijo sin dejar de ver las pequeñas plantitas que se formaban en su cuerpo celeste, desconcertando a la luna.

─Pero si me voy, morirá todo eso nuevo que tienes, y parece que lo amas, Auro.

Ahí fue cuando sus ojos se cruzaron, a través de todo el espacio, y Jasper supo que Auro jamás le pediría que se quedara.

Auro parecía estar acostumbrado a ver todo moverse menos él.

─Pero más amas tu libertad, ¿o no eras tú la Luna Salvaje de la que todos hablaron?

Jasper frunció el ceño, y se dispuso a irse. Auro tenía razón, él amaba su libertad.

Antes de marcharse, vio a Auro relajar sus rocas y decir:

«Fue tan bonito mientras duró».

Y supo que estaba apreciando las olas una última vez, escuchando a través de lo que ahora era tierra cada golpe que daba la materia contra algo distinto. Quizás, ahí habría ya un pez.

Y Jasper sólo pudo negar.

Algo sorprendió al antiguo planeta. Abrió los ojos con asombro. Su marea había crecido, ocupaba gran parte de la superficie y dejaba crecer flores. Esto le extrañó.

─Creo que ser libre no tiene ningún sentido si estoy solo ─dijeron detrás suyo y reconoció la voz.

─¿Vas a...? ¿Quieres...?

Diablos, los nervios lo carcomían. Estaba malditamente feliz. Ni siquiera podía mirarlo directamente.

─¿Puedo ser tu luna, Auro?

Auro empezó con su fuerza atrayente, haciéndolo acercarse a Jasper sin ejercer fuerza por si cambiaba de opinión. Cuando estuvieron a una distancia razonable, aunque muy, muy cerca, Jasper sintió sus cráteres calentarse.

─¿Sabes qué significa que ya no haga tanto frío en mi superficie? ─le preguntó entrecerrando los ojos al planeta. Auro tragó duro su magma.

─¿Qué significa? ─sonrió tenso, pero no en un mal sentido.

Sentía de nuevo ese cosquilleo, eran las hojas moviéndose por el viento del océano. Era todo a causa de Jasper.

─Que la vida en tu superficie es cálida.

─Es... Es todo gracias a ti ─pronto cerró los ojos, estando tan cerca que creía que chocaría─. Eres... ¿Jasper?

─¿Sí?

La luna decidió cerrar los ojos también, listo para la colisión pequeña que se venía. El mar de su planeta empezaba a burbujear: su núcleo se calentaba.

─Quiero que seas mío, pero no como propiedad, sino como compañía.

─¿Cómo es eso?

─Puedes irte cuando quieras, ─se acercó más, y en un susurro agregó:─ pero por favor, no te vayas.

Y en un beso estelar hecho de brillo cósmico, materia oscura y la salida del sol que antes fue tapada con un planeta coloso, Jasper encontró su órbita. La única que deseaba.

Finalmente, creyó que había encontrado su lugar.

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P R A N O | ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora