Capítulo ☆1☆

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—Narrador omnisciente—

Hay quienes asumen que la vida de un Pran o mafioso está repleta de lujos, mujeres y excesos. Sin embargo, en muchas ocasiones, esta percepción dista considerablemente de la realidad. De hecho, estas vidas suelen estar marcadas por sufrimientos, engaños, desamores y, sobre todo, pérdidas que van más allá de lo material.

Este aspecto se relaciona con la pérdida de personas significativas, ya sean familiares, amigos o incluso enemigos. ¿Puede ser realmente doloroso perder a un enemigo? Sin duda, sí. Se trata de individuos con quienes existía un profundo sentimiento de animosidad, y a pesar de ello, se buscaban con determinación y se consideraba su eliminación como una prioridad. Estas personas ocupaban constantemente nuestros pensamientos, tanto de día como de noche, reflexionando meticulosamente sobre las estrategias y acciones a seguir para confrontarlas, llegando incluso a convertirse en una obsesión.

Para un Pran, esta búsqueda obsesiva de enemigos para eliminarlos puede convertirse en un hábito insalubre y compulsivo. ¿Y después qué sigue? Buscar a otro enemigo. La vida de un Pran se ve atrapada en un ciclo repetitivo de violencia y muerte, girando continuamente en un laberinto sin salida. La única salida que encuentran no es precisamente la redención, sino más bien un abismo que los conduce a enfrentarse con la muerte misma. La Parca eventualmente los reclama, llevándolos al inframundo para saldar sus deudas y pecados, ya que quitar una vida de manera deliberada tiene sus consecuencias. Como reza un proverbio popular: "Quien a hierro mata, no puede morir a sombrerazos".

Algunos hombres armados pudieron identificar una posible salida en ciertas ocasiones, pero optaron por ignorarla, ya que lo más sencillo suele ser a menudo lo más atractivo y reconfortante. Sin embargo, también se encontraron con numerosos obstáculos y caminos bloqueados, lo que hacía que la ruta más directa pareciera la mejor elección. Al final, esa salida representaba la libertad, el deseo de liberarse de las circunstancias adversas que dominaban sus vidas. La culpa y la violencia dejan una marca indeleble, un olor persistente que ni el cloro ni el jabón pueden eliminar.

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Pedro era consciente de la urgencia de encontrar un donante para su madre, Aminda, a toda costa. Necesitaba adquirir un riñón, pero en Venezuela, este proceso es sumamente complejo y controvertido, debido a las circunstancias políticas, sociales y la crisis hospitalaria que atraviesa el país.

No obstante, Pedro estaba determinado a encontrar una solución. No quería enfrentarse al dolor de perder a su madre, especialmente cuando disponía de los recursos necesarios para cubrir los gastos médicos, las medicinas y la intervención quirúrgica. El único obstáculo que le quedaba por superar era obtener ese órgano vital tan esperado: el riñón.

—¿Qué tal si lo publicamos en Facebook, Pedro? —propuso Luis, mientras estaba sentado en la cama disfrutando de una hamburguesa que su madre había preparado.

—Luis, no seas bruto vale. Eso no se puede compartir en Facebook ni en ninguna red social. Es un asunto delicado —contestó Pedro, acomodando la almohada detrás de su espalda para poder disfrutar de un bocado de la hamburguesa que había sido preparada por su tía.

—Verga, tienes razón, no te preocupes. Tal vez mi tío Juancito conozca a personas que estén relacionadas con ese ámbito y puedan ayudarnos —sugirió Luis, mientras daba un bocado a la sabrosa carne y tomaba un momento para reflexionar, buscando las mejores ideas que le permitieran ayudar a su primo de manera efectiva sin cometer imprudencias.

—Sí, tranquilo, ya había pensado en esa vaina. Él debe conocer a personas involucradas en ese ámbito, pero es crucial actuar rapidez. No quisiera que la condición de mi madre empeore y nos quedemos sin tiempo para realizar el trasplante —admitió Pedro, cerrando los ojos y exhalando un suspiro profundo, mientras en su interior elevaba una plegaria silenciosa a Dios. Aunque no quería mostrar sus sentimientos y vulnerabilidad frente a Luis, se sentía un tanto avergonzado por ello.

—¿Qué opinas sobre cómo la estarán pasando Robert y Pablo con los culos (mujeres) que les cuadramos? —inquirió Luis, mostrando un interés mezclado con curiosidad y astucia, al cambiar el rumbo de la conversación, al notar la sensibilidad de Pedro.

—No tengo idea, Luis. Mariana y Yuleisi son muy astutas. Sabiendo que regresaron de la mina con dinero, es probable que no los dejen ir hasta haber obtenido una buena suma de ellos —respondió Pedro, soltando una risa franca.

—Vamos a esperar a que regresen y nos echen bien el cuento, de como les fue con esas dos mujeres. —exclamó Luis, algo distraído, pues aún tenía presente conseguir el riñón de su tía Aminda.

—Pedro, vamos a terminar de comer y llama a mi tío Juancito de una vez, él debe de estar por regresar de su viaje y habla con el para que ya nos monte en la vuelta del riñón. —alegó Luis, con franqueza y optimismo en sus palabras.

—Coño Luis, andas es activo, que bueno mi hermano. Si va, terminamos y ya lo llamo. —contestó muy ilusionado Pedro, ya que su tío Juancito, por tener más experiencia, podría ayudarlos a resolver ese caso.

Al concluir la comida, Pedro tomó su teléfono móvil para comunicarse con Juancito, quien respondió de inmediato con su característica alegría y entusiasmo. Parecía que nunca tenía días difíciles o malhumorados.

—¿Habla mi carajito, como está la vaina, que andan haciendo? —respondió su tío con total regocijo.

—Tío, hable con mi mamá y me contó todo. Un beta (acontecimiento). —dijo Pedro, haciendo una pausa mientras Juancito tomaba unos segundos para procesar y analizar la información.

—Bueno Pedro, cuentas conmigo pa lo que sea, sabes que Aminda es mi hermana y yo por ella doy hasta el culo. —señalo Juancito, con voz decidida, quebrada y sincera, ofreciéndole a su sobrino todo el apoyo, tanto emocional o monetario, de ser necesario.

La familia está presente precisamente para ofrecer apoyo tanto en los momentos buenos como en los difíciles, a pesar de las diferencias que puedan surgir. En la actualidad, ningún grupo familiar es perfecto; sin embargo, conviven con amor y respeto a pesar de las adversidades.

—Gracias, tío —suspiró Pedro, sintiendo un alivio palpable. Con esas palabras, Juancito había aliviado una gran preocupación, y Pedro confiaba en que podría conseguir el riñón con relativa facilidad.

—No te preocupes, llegaré en unos días y nos encontraremos en San Félix. Ya estoy coordinando con algunos conocidos para adquirir el órgano lo más pronto posible. Mientras tanto, investiga sobre alguna clínica adecuada para la operación —aseguró Juancito, brindando tranquilidad a Pedro. A través del tono de voz de Pedro, Juancito percibió su inminente vulnerabilidad y angustia.

—Gracias, mi tío, de verdad aprecio mucho tu ayuda con esto. Te agradezco de corazón. Nos vemos cuando regreses. Bendiciones —concluyó la llamada, sus ojos ligeramente vidriosos y a punto de derramar una lágrima. Rápidamente, se limpió con la mano y se sonó la nariz para evitar cualquier muestra de emoción.

—¡Nojoda, ese es mi tío Juancito! —exclamó Luis con entusiasmo, saltando de alegría. Aunque no había escuchado las palabras exactas de Juancito porque Pedro no había puesto el teléfono en altavoz, asumió que todo había salido bien debido a las respuestas positivas de Pedro a su tío.

Pedro ya no pudo contenerse; se lanzó a abrazar a Luis, cayendo prácticamente en sus brazos. Las lágrimas brotaron de sus ojos, liberando el dolor, la tristeza y la angustia que había reprimido desde que estaba en El Callao, intentando mostrarse fuerte.

Luis, abrazándolo con firmeza, le susurró palabras de consuelo. Sin embargo, él también se vio conmovido por la tristeza de Pedro y no pudo evitar derramar algunas lágrimas junto a él.

Tras calmarse, se sentaron para tomar café y compartir un tabaco de marihuana, mientras esperaban la llegada de Pablo y Robert. Pedro debía dirigirse a Puerto Ordaz para encontrarse con Valentina.

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Pedro Calle. El Pran.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora