Capítulo 1

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Si hay una expresión para definir un instituto es la de campo de batalla. Los adultos te cuentan la gran mentira de que es un espacio dónde te vas a formar y a instruir para en el futuro ser una persona de provecho, pero si le preguntas a cualquier adolescente te contará que es un lugar en el que si quieres pasar los años tranquilo debes juntarte con algún grupo que te acoja y te brinde su protección. 

El instituto Los Manzanos era el perfecto reflejo de ello. Desde el primer día que cruzcé sus puertas se vieron perfectamente identificados cada uno de los grupos que había: deportistas, empollones, adictos a los videojuegos, los marginados y como no podía ser de otro modo había un grupo formado por cuatro chicas que eran las reinas del enjambre quienes tenían a todos bajo su reinado. Aún no era consciente de ello, pero acabaría descubriendo que era un reino de terror. 

Clara, Alba, Nadia y Marta eran las integrantes del grupo y las nombro de más malvada a más inocente. Nada más salir de la primera clase se me acercaron para presentarse con la más falsas de sus sonrisas. 

- Eres el nuevo, ¿cierto?

- Sebastián, ¿verdad?

- Todo el mundo me llama Bastián. 

- Perfecto, todos los miércoles por la tarde tenemos la asamblea estudiantil y seria interesante que vinieras para presentarte y así poder ponerte al día lo más rápido posible. Aquí el que no corre vuela, chico. Te vemos allí - todo eso lo dijo de carrerilla y sin ni siquiera respirar, sin dar oportunidad a preguntas. 

- Pero eso es hoy, ¿no?

- Así es. 

- Me es imposible, acabamos de mudarnos y tengo que ayudar a mi padre a terminar la mudanza. 

- Pues lo cancelas, ya mandaré yo a alguien para que le ayude - sin darme un segundo me arrebató el teléfono de las manos y mandó un mensaje a mi padre explicándole lo mismo que me acabab de decir a mí - Hecho. Lo dicho, nos vemos esta tarde. 

No sabía si era así con todas las personas la primera vez que las conocía pero si me quedó claro que es de esas personas que siempre se tiene que hacer lo que ellas quieren, y por cómo era estaba claro que con Clara no había termino medio. O la odiabas o la amabas incondicionalmente. Del modo en el que la miraban todos los chicos estaba claro que provocaba la primera opción. Por mi parte, aún no tenía claro que sentimientos despertaba en mí, pero una cosa si que tuve clara desde el minuto cero en que la conocí. Iba a tener que ir con pies de plomo con esa muchacha. 

Si el instituto era un campo de batalla, la asamblea estudiantil era la guerra en sí misma. Llegué al polideportivo del instituto cerca de las cuatro y el sonido de ambiente eran los gritos, peleas y vociferaciones de unos a otros hasta el momento en que llegó Clara con su séquito. Fue entrar ella y se hizo el silencio más absoluto. 

Se puso tras un atril estratégicamente colocado en el centro del espacio para que ella pudiera dirigirse al público y tras leer el orden del día de los puntos a comentar, cabe decir que ninguno era de mi interés, se hizo un silencio sepulcral como si todo el mundo esperase a que continuara hablando. 

- Tenemos entre nosotros a un compañero nuevo. Le pido amablemente - estaba claro que era más una imposición que una petición -, que se levante y se presente. 

Vencido por la presión social me levanté y hasta que no me puse de pie no me di cuenta de lo mucho que me estaban sudando las manos. Si había algo que odiaba de forma irracional era el hablar en público. Exponerme de ese modo a un grupo de desconocidos y contar algo de mi vida, por mínimo que fuera me causaba auténtico terror. 

- Bueno, mi nombre es Bastian, tengo 17 años y acabo de llegar del sur. Mi padre es vendedor ambulante y es por ello que constantemente he cambiado de instituto en los últimos años - tuve la intención de tener un ataque de sinceridad con aquellas personas que eran completamente desconocidos para mí, pero me contuve, pues no sabía que podría pasar. 

Cuando acabé mi presentación me quedé unos segundos de pie en el atril esperando para ver si alguien preguntaba algo o mostraban algún interés, o simplemente para ver si habían prestado algo de interés durante mi exposición. Pude ver por sus caras y por el hecho de que estaban todos más pendientes de sus teléfonos que de mi exposición que no iba a suceder nada más.

Me bajé del atril y mientras bajaba noté como una corriente de aire frio me recorría la espina dorsal. No era la primera vez que tenía esa sensación y sabía lo que ello significaba. Como si tuviera un muelle en el cuello levanté la cabeza esperando ver algo diferente o que me llamase la atención, pero no pude ver nada en absoluto salvo una marea de cabezas y alumnos moviendo de sus asientos. 

Me senté en el asiento que había dejado libre al levantarme y me quedé con la vista perdida, esperando que aquella tortura terminara y poder volver a casa con mi padre y estar con él, que era lo que me apetecía en ese momento. 

- Me has visto, ¿verdad? Menos mal, estoy cansada de ser invisible para ellos. 

¿Te acordarás de mi?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora