Capítulo 3

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Me despertaron las primeras luces de la mañana que entraban a través de mi ventana. Me puse de pie y esquivando las diferentes cajas repartidas por el suelo llegué hasta el baño dónde me aseé y me preparé para el día que afrontaba. 

De pie, enfrente del espejo de la habitación el cual era lo único que había desembalado, miré las cajas repartidas por el suelo de la habitación. Consciente de que mi padre me dijo que me instalara la información que me dio justo al llegar de clase me dificultó el poder hacerlo, no recordé ni cómo llegué a mi habitación. Lo que si que recuerdo perfectamente es que me dormí llorando por saber que dormía en el mismo lugar en que se creó mi madre y eso me hizo sentirme más cerca de ella. 

Bajé a la cocina y mi padre me esperaba con una taza de café y una tostada de aguacate, lo mismo que desayunaba cada mañana desde que estabamos solos. Si bien es cierto que mi padre no era un gran cocinero tampoco se esforzaba mucho por aprender algo fuera de lo que ya conocía, y eso me hizo que más de una vez fuese yo el que se encargaba de alimentarnos a los dos. 

Cogí la bicicleta que mi padre dejó la noche anterior resguardada en el porche.Era vieja y estaba un poco oxidada, y lo más seguro es que si se le cambiaban algunas piezas iría mejor de lo que iba, pero de momento, me servía para llegar a clase. Fui pedaleando sin ninguna prisa ya que iba con tiempo de sobra. Pronto vi la cuesta que llevaba directamente al instituto y al estar en el recinto aparqué la bicicleta atándola con un candado junto a un árbol. 

Miraba la libreta dónde me había apuntado cada una de las clases a las que tenía que ir, y al mismo tiempo, con vista periférica observaba si el grupo formado por Alba, Clara, Nadia y Marta se encontraban cerca, y de ser así poder esquivarlas a tiempo. 

En la primera clase me senté al fondo de todo del aula y me escondí tras el libro de texto, intentando pasar desapercibido. No quería llamar la atención, ni siquiera tenía ningunas ganas de hablar con nadie. En mi mente solo había espacio para una idea: volver a casa y seguir hablando con mi padre y saber todas las razones para que nos hubiésemos mudado a esa ciudad en concreto. 

- No te sientas especial, ese mal rato se lo hacen pasar mal a todo el mundo y nadie les dice nada, eso hace que se sientan más especiales. 

Oir esa voz de repente hizo que me sobresaltara y me resbalara de la silla. Giré la cabeza hacia la derecha y sin hacer ruido alguna se había sentado una muchacha de lo más extraña. Iba completamente vestida de negro tanto su indumentaria como el maquillaje pero contrastaba con unos ojos de color gris muy claro. Tenía una de esas miradas penetrantes que parece que te areviesen el alma. Después de haber dicho esas palabras se quedó inmóvil, petrificada como una estatua para al segundo estallar en una sonora carcajada. 

- ¿Y tú eres? - le pregunté un tanto intrigado. 

- Soy Rebeca y se lo podría decir que soy la menos popular de por aquí. Así que, si lo que quieres es pasar desapercibido lo mejor que puedes hacer es juntarte conmigo. No se te acercara nadie, créeme. 

No sabría muy bien explicar porqué pero algo me decía que podía confiar ciegamente en ella, del mismo modo, que sabía que estaba bien protegido teniéndola cerca. 

Pasé todo el día pegado a ella como su sombra pero sin dirigirnos la mano en ningún momento. En la última clase nos despedimos en el pasillo central junto a la vitrina dónde se exponían todos los premios y certificaciones de la escuela. Me acerqué al cristal y justo en el centro de la vitrina se encontraba una foto del club de arte dramático con la que quedó reflejado que ganaron el festival de artes escénicas. La fotografía era de hacía treinta y cinco años. Acerqué la vista y en el pie de foto se leían los nombres de los integrantes de la misma y entre paréntesis cada una de las ubicaciones que ocupaban en la foto, y ahí estaba justo en el medio, abrazada a una chica más menuda que ella, mi madre con tan solo diecisiete años. 

- ¡Rebeca! - la llamé antes de que llegara a la puerta -, por casualidad, ¿no sabrás si el club de arte dramático sigue?

- Por supuesto,  y lo preside nada más y nada menos que Clara Espinosa. La reina de todo este infierno que ella misma ha construido a su imagen y semejanza ¿Acaso estás pensando en apuntarte?

- No, claro que no - contesté rápidamente. 

- Si hubiera sido que si me habría sorprendido, no tienes pinta de ser de los que les van las artes escénicas. 

Sin decir nada más empezó a andar y se fue. Por mi parte, fui hasta el árbol dónde estaba amarrada la bicicleta y mientras le quitaba la pitón noté un calor abrasador en la espalda y sentí unos ojos que me miraban fijamente. Al darme la vuelta no había nadie tras de mí pero en la hierba había la marca de unos pies pequeños y junto a ellas un trozo de papel. Sin saber decir un motivo lo cogí y me lo guardé en el pantalón pues tuve la impresión de que iba a necesitarlo más tarde. 

Al llegar a casa, al igual que la noche anterior mi padre estaba sentado en el pórtico mirando la misma foto de la noche anterior. 

- ¿Mamá hacía teatro en el instituto?

- Lo has descubierto antes de lo que pensaba. 

- ¿El qué?

- Tu madre estudió en ese mismo instituto en el que tú estudias, y además también fue dónde la conocí. Fui el director de la función de teatro de final de curso de su promoción. 

- ¡¿Cómo?!

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⏰ Última actualización: May 12, 2023 ⏰

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