capitulo 09

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Lo que había que entender, pensó Harry, era que los duendes amaban algo más que la riqueza

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Lo que había que entender, pensó Harry, era que los duendes amaban algo más que la riqueza. Amaban el beneficio por sí mismo. Era religioso. El cultivo del potencial. El crecimiento. Eso significaba mucho más que un montón de oro estático en el tesoro de algún dragón. Les hacía estar siempre atentos a un trato en ciernes. Él y la nación goblin habían sido grandes socios, una vez, y volverían a serlo. Sólo había que saber respetar a los goblins en su propio terreno y ganarles en su propio juego.

Al cruzar las puertas del banco con la túnica dolorosamente formal que le había tendido Kreacher, con el pelo recién alargado recogido en una pulcra trenza que le llegaba hasta la mitad de la espalda y resaltaba unos pómulos afilados, Harry parecía la imagen de un joven Heredero bien educado atendiendo algún asunto de negocios.

Al llegar a un mostrador abierto, miró al cajero con expresión neutra. "Saludos, señor duende. Deseo realizar una prueba de herencia". Levantando una mano mientras el goblin abría la boca para ladrar el precio, Harry lo miró atentamente. "En privado, por favor. Tengo información que sería muy rentable para el Banco".

Con una mueca de desprecio, el duende lo miró de arriba abajo, pero saltó de su taburete. "Sígame", gruñó, caminando hacia una puerta dorada.

Condujo a Harry a un despacho, lo sentó y le dijo que esperara. Un duende mayor entró rápidamente y lo miró con curiosidad. Harry le hizo un gesto con la cabeza.

"Saludos, maestro goblin. Tengo información que será muy provechosa para el Banco; pero antes, para demostrar la veracidad de lo que digo, deseo realizar una prueba de herencia. Puedes llevarte el precio de cualquiera de las bóvedas de mi familia una vez finalizada".

El duende se sentó detrás de un escritorio y apoyó la barbilla en las manos cruzadas, mirando a Harry de arriba abajo como había hecho el primero. Finalmente soltó un gruñido. "Esto es muy irregular". Harry asintió, levantando las manos en señal de súplica.

"Cuando veas la prueba, entenderás por qué insistí en que fuera privada, amo trasgo". Resoplando, el duende abrió un cajón y dejó caer un pergamino en blanco sobre la superficie del escritorio, colocando junto a él una reluciente daga de plata.

Harry se inclinó hacia delante y cogió la daga. El duende enarcó las cejas al sentir el chorro de llama desinfectante que recorría la superficie de la hoja. Extendiendo un dedo, Harry lo arrastró ligeramente contra la superficie del cuchillo y goteó sangre tres veces en forma triangular. Volvio a sentarse y, con un pensamiento, cicatrizo el corte antes de dirigir otro chorro de llama a lo largo de la hoja del cuchillo y dejarlo con cuidado sobre el escritorio.

Las gotas de sangre empezaron a arremolinarse en el pergamino, recordando a Harry el horizonte de sucesos de un agujero negro, antes de estallar en patrones y cubrir la pagina, resolviendose en pulcras letras.

Inclinandose hacia delante, vio con una sonrisa que era lo esperado. Heredero Potter, Heredero Black. Eso ya es bastante. Entonces soltó una carcajada, una risa profunda y genuina que lo tomó por sorpresa. Su edad, en vez de poner siete o diecisiete años, ponía 101. Supongo que, hasta cierto punto.

Altair Black, prodigio de pociones  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora