No.
Imagino la cara de Blas si lo hago.
No puedo.
No puedo.
Ya no puedo respirar.
Puedo sentir mi garganta cerrarse.
Las escaleras se paran.
Sus risas se hacen mas fuertes.
-Mira, hay una tienda de discos- dijo, señalando un local con la fachada llena de posters de bandas que yo amaba, el todavia no se habia dado cuenta, hasta que bajamos de las escaleras mecanicas y nuestras manos se rosaron, y pudo sentir el movimiento de mis manos al temblar.
Eran ellos, mis antiguos amigos del colegio, los que me habían dejado de lado cuando mi mundo se vino abajo.
Mi corazón se aceleró, mi respiración se entrecortaba y una ola de calor me recorrió el cuerpo.
La sensación de pánico me envolvió como una niebla espesa, opacando la alegría que había sentido momentos antes.Sentí que mis piernas se debilitaban, que el suelo se inclinaba bajo mis pies.
Blas, notando mi cambio de actitud, se detuvo y me miró con preocupación.
-Kelly, ¿Qué pasa?- preguntó, su voz llena de inquietud.
Trate de hablar, pero las palabras se me atascaron en la garganta. Mi cuerpo temblaba, mi mente se nublaba y la sensación de ahogo me invadió.
-Kelly, respirá- dijo Blas, tomando mi mano con fuerza. -Respirá conmigo-
Intenté seguir su ritmo, inhalando y exhalando con dificultad. Las imágenes de mis antiguos amigos riéndose a lo lejos se volvieron más intensas, como si se burlaran de mi fragilidad, de mi incapacidad para ser parte de su mundo.
- Vamos a salir de acá - dijo Blas, guiándome hacia la salida. - No te preocupes, estoy acá, con vos, estamos juntos-
Su presencia, su voz suave y sus palabras de aliento me ayudaron a recuperar el control. Salimos del centro comercial, el aire fresco me ayudó a respirar con más facilidad.
- Perdón - le dije, tratando de tranquilizarlo.
- No me pidas perdón, no es tu culpa, nunca va a ser tu culpa- respondió, abrazándome con fuerza, con un brazo sosteniendo mi cuerpo y con el otro acariciando mi cabeza.
- Te entiendo. A veces, el pasado nos persigue, pero no podemos dejar que nos controle. Vamos a seguir adelante, juntos- Sus palabras me llenaron de esperanza.
En ese momento, me di cuenta de que no estaba sola. Blas estaba ahí para apoyarme, para ayudarme a superar mis miedos y mis inseguridades.Juntos, podríamos enfrentar cualquier desafío.
- Tengo una idea - Dijo Blas, antes de tomarme de la mano y guiarme hacia un taxi con el.
- A donde vamos? - Pregunté casi en un susurro
- Ya vas a ver - Respondió, con una sonrisa de consuelo
Después de maso menos 30 minutos en el auto, porfi pude ubicarme, estábamos yendo a su casa, no sabía para que pero si sabía el amor que yo le tengo a su casa. Blas vive con sus madre, su padre y su hermano mayor, todos son artistas, la madre es actriz, el padre músico, y el hermano es pintor, así que ya se pueden imaginar lo hermosa y acogedora que es la casa de Blas, está llena de cuadros, plantas, almohadones con formas raras pero muy cómodos, sin olvidar a su gatos, Mimi y Lala, si, el padre les puso los nombres. Siempre es lindo ir a su casa.
Por fin llegamos, Blas me abrió la puerta y me tomo de la mano antes de entrar, CORRIENDO, a su casa.
- ¿Por qué corremos?
- Es que estoy muy emocionado por mostrarte lo que tengo
Blas me soltó la mano para agarrar una caja que estaba en un mueble de la cocina. Su cara lo decía todo, no podía estar más emocionado.
- ¡Tarán! - dijo mostrando la caja.
- ¿Que es eso?
- El kit de mi mamá para decorar galletas - nunca ví tanta emoción en la cara de Blas.
No pude evitar reírme.
- ¿De qué te reís? - su tono ofendido lo hacía todo más gracioso. - Dale va a ser divertido, mis papás están en una muestra de arte y mi hermano se fue con su novio al cine.
Obviamente no me negué.
El aroma a canela y azúcar me llenó la nariz al entrar en la cocina. Blas estaba ahí, con su delantal rosa de flamencos, moviéndose con una gracia inesperada entre la harina y el azúcar. Me reí al verlo, su concentración era tan seria que parecía estar en medio de una batalla épica.
-Ni idea si esto es lo que se llama 'amasar', Kelly- dijo, con una mueca divertida mientras sus manos se hundían en la masa. -Parece más un combate de lucha libre-.
-No te preocupes. Te voy a enseñar los trucos de la abuela- le respondí, acercándome a él. Nuestras manos rozaron al mostrarle cómo dar forma a la masa, una descarga eléctrica recorrió mi piel en ese instante fugaz.
-Así, con movimientos suaves y firmes- dije, mi voz suave y melodiosa - Como si estuvieras acariciando un gatito-.
Blas, con las mejillas ligeramente sonrojadas, intentó imitar mis movimientos, pero la masa seguía resistiéndose a su control. No pude evitar reírme, su torpeza era adorable. Tomé la masa y con un movimiento rápido la convertí en un círculo perfecto.
- Bueno, veo que la paciencia no es tu fuerte- le dije, con un tono burlón.
- La paciencia es una virtud que aún no he dominado, pero la cocina es un campo de batalla donde estoy dispuesto a luchar- respondió, con una sonrisa avergonzada.
- Bueno, en ese caso, te voy a dar una lección de cocina express- le dije, con una sonrisa traviesa.
Mientras le enseñaba a cortar las galletas con formas de estrellas y corazones, no pude evitar sentir una conexión especial con él. La complicidad y la risa que compartíamos en la cocina eran como un bálsamo para mi alma.
-Mira, Blas, ya casi están listas- le dije, señalando las galletas doradas que se asomaban por el horno.
Blas sacó un arsenal de colores y sabores: chocolate blanco, chispas de colores, glaseado de fresa, chocolate negro... Yo, con la boca abierta, observaba con asombro la variedad de opciones.
-No sabía que el mundo de las galletas era tan complicado- dijo, con un tono de admiración.
-Es un mundo mágico, Blas- le respondí, guiñándole un ojo. -Un mundo donde la imaginación no tiene límites- Bromeé moviendo mis manos en su cara como si fuese un truco de magia.
Juntos, con la misma concentración y entusiasmo, decoramos las galletas con diseños ingeniosos y divertidos. Blas, con su talento artístico, creó una galaxia de chocolate negro y estrellas de azúcar, mientras que yo, con mi toque delicado, dibujé flores y corazones de colores.
Mientras las galletas se enfriaban, nos sentamos en la mesa de la cocina, disfrutando de un vaso de leche fría. La conversación fluía con naturalidad, llena de risas y confidencias.
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AISALADA
Teen FictionSer diferente. La sociedad nos ha etiquetado como raros, nos ha dejado solos en nuestra propia oscuridad. La depresión me ha envuelto como una niebla espesa, opacando la luz de mi alma. Pero en medio de la tormenta, un rayo de esperanza surge en for...