Un día antes

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—¡Vos tenés que ser más rápido o te van a dar a gol, Memo! —señaló el director técnico de la selección mexicana desde media cancha. Su sonrisa socarrona enervaba al portero—. Aquí tu compañero hizo el mínimo esfuerzo y mirá que fácil la metió.

Chucky lo miró apenado mientras llevaba ambas manos a la cadera e intercambiaba pequeños murmullos alentadores con él. A diferencia de su director técnico, sus compañeros veían el esfuerzo de Memo, y siempre era tema de discusión el antagonismo que ambos hombres dejaban en la cancha.

—Entendido. —masculló de lejos, presionando más fuerte la goma de mascar contra sus dientes. Chucky sonrió a medias al volver a conectar sus miradas—. Dale otra vez.

Chucky dio un corto asentimiento y volvió a tirar. Memo atajó.

—¡A HUEVO QUE SÍ! —rugió Chucky empuñando la mano enérgico y corrió hacia él, estrujándolo en un abrazo—. ¡ERES UNA FREGONERÍA, CABRÓN!

—Qué va, Chucky! —volvió a hablar el director, ahora cruzado de brazos y la postura más erguida—. Que le diste más suave, nene. Eso no lo ayuda. Vos tenés que recordar que no será vos quien le esté buscando a gol, sino Messi, tenés que apretar como tal.

Memo se apartó de Chucky de un tirón caminando a paso firme y decidido a aquel hombre que la sonrisa no se le borraba por más que se acercaba el de mayor altura. Estaba harto.

—Ya estuvo con achicarme, no? —dijo parándose a escasos metros de él con el ceño fruncido y las fosas nasales muy abiertas. Poco a poco el resto de los miembros de la selección detuvieron su entrenamiento para detenerse a observar—. Desde el primer partido, siempre a mí, ¿me tienes marcado o qué?

—Ay, Guille, ¿en serio querés hacer esto... —respondió el director mirando alrededor, obligándolo a hacerlo también. Guardado y Herrera se acercaron rápidamente—. Aquí, con todos tus compañeros?

—Ellos saben que lo haces adrede. —contraatacó Memo, sintiendo el brazo de Guardado pasando por su espalda—. Déjame hacer lo que sé, estoy aquí porque tengo lo que se necesita.

—Yo sé, Guille, yo sé, simplemente que hoy no lo veo. Y Messi no es cualquier cosa, vos lo sabes. No es algo que ves todos los días en tus liguillas, me entendés? Aquí con él, debes... dar honra a ese título que llevas. 

Los ojos de Herrera se abrieron como platos y Guardado salió disparado de Memo para lanzarse contra el hombre.

—¡HIJO DE-

—¡Espérate, wey!

El centrocampista más alto atrapó a Guardado. La selección mexicana llegó después, formando una bulla alrededor contra el director. Las miradas de todos destilaban rabia e impotencia al no poder hacer nada más que reclamos, limitándose a observar como el argentino sonreía con aires de soberbia mientras pedía su silencio y a Memo hervir por dentro.

—¡Pará chicos, pará! —vacilaba el director agitando las manos hacia abajo—. Que perdemos tiempo en esto.

—A la chingada, no tengo que demostrarte nada. Nos vemos en el partido. —espetó Memo de repente, retirándose los guantes y salió del campo.

—¡MEMO, VEN ACÁ! —gritó Herrera y Guardado se libró de su agarre siguiendo a Memo, pero no llegó a tiempo.

•••

—Es un pendejo. Un pendejo. —masculló Memo devuelta en la entrada del hotel, llamando al elevador—. ¿Qué va a saber él de mí?

Su teléfono vibró en la bolsa de su maleta deportiva.

Horas antes, su madre le dijo que le llamaría para desearle suerte hoy, quizás sea ella. Tensó la mandíbula y respiró profundo entrando al elevador, buscando de mala gana el teléfono para contestar.

"Herrera" brilló en pantalla.

—No voy a volver. —respondió de golpe y un bufido salió de Herrera.

—A ver, Memo, ya no eres un chamaco. —dijo él, la bulla contra el Tata seguía detrás de la línea—. Estamos en un partido de alto riesgo. Este wey no sabe de lo que habla y no tiene porqué afectarte, regrésate ahorita y agarras media hora todavía.

—Todo México concuerda con él, cabrón. —rugió Memo abriéndose paso por el elevador para llegar al corredor del hotel y entrar a su habitación—. Yo no escucho a los medios decir que Herrera le falló a México o que Guardado jugó pésimo. Jamás sucedió un primer plana que diga que Rafa Márquez arruinó el partido o alguno de los nuevos. No necesito que otro wey me diga que no le gusta como juego.

—Memo, es que-

—Necesito aire, Héctor.

La línea quedó en silencio por unos segundos al escuchar al último trastabillar un poco el tono. Herrera suspiró pesadamente, aclarándose la garganta para volver a hablar.

—Nos vemos en el partido entonces.

El pitido justo después le indicó su despedida oficial, y el teléfono se deslizó de su oreja, volviendo a guardarlo en la maleta.

—Ah, tremendo reboludo que soy. —se quejó por lo bajo una voz a pocos metros de distancia mientras forcejeaba con la perilla de una puerta—. ¿Cómo es posible que-? bah, da igual. —sus pasos se encaminaron al elevador. Memo no pudo evitar tensarse cuando vio al dueño de estos—. ¡Buenas! ¿Subes o bajas?

El sudor acompañaba su rostro.

—Ninguna, vengo saliendo de ahí, pero pasa, pasa. —se apresuró a decir con el agarre en la correa de su maleta cruzándole el pecho aumentando poco a poco.

—¿Ustedes también acabaron ya su entrenamiento? —vaciló simpático a la par que entraba al elevador.

—No, a penas comenzó hace media hora, pero yo tuve que retirarme antes. —murmuró aclarándose la garganta. El olor que expedía el de menor tamaño era una combinación exquisita entre césped recién cortado y colonia endulzada potenciada por el sudor de su cuerpo agotado—. ¿Hace cuánto terminaron ustedes si a penas son las 8:30?

—¿Vos te retiraste antes? —encarnó una ceja, remarcando el sudor que caía debajo de ella—. ¿Por qué? —Su dedo presionó el botón de espera, evitando cortar la conversación.

Memo no pudo evitar soltar una risita floja. No es que sea indirectamente por él, pero su nombre solo le agregó más peso a la ecuación.

Negó con la cabeza levemente, sacudiendo sus rizos semi empapados con él. Al argentino le dieron ganas de jugar con ellos, curiosos de saber cuál era su textura.

—Me surgió algo importante.

El de camisa tricolor rio sorprendido, pues el comentario hacía ver a Memo como que el partido contra uno de los mejores futbolistas del mundo era poca cosa. El más alto se golpeó mentalmente. —Ahora pensará que soy un arrogante.

—M-Me refiero a que mi madre está muy enferma, y necesitaba hablar con su doctor para saber su diagnóstico! —trastabilló, muy asqueado de mentir solo para salir del paso.

La expresión de Messi cambió completamente.

—Oh, ¿Y se encuentra bien?

—Si, va en mejora afortunadamente.

—Ya... —susurró despacio, brindándole una media sonrisa—. ¡Enhorabuena, Guille! Muchas felicidades a vos y tu madre. Espero tenga una recuperación muy pronta. Yo voy a recepción a por otra llave, que muy bobo yo la dejé con mi compañero y él boludo es de los que dan la fiesta larga después del entrenamiento y yo ya quería descansar. ¡Con permiso!

—¡Propio! —sonrió devuelta Memo, perdiendo de vista al argentino cuando las puertas del elevador se cerraron por completo.

¿Accidente o Incidente? || MECHOADonde viven las historias. Descúbrelo ahora