Regalo

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La tarde había llegado a Qatar y con ella, su compañero de cuarto y mejor amigo, Andrés Guardado seguía ausente. Entendía el porqué.

Ver a Memo en ese estado era muy raro de presenciar. Incluso Guardado no sabía que hacer en esos casos de los pocos que eran. Siempre se limitaba a darle su apoyo en el silencio de su habitación y paz para pensar las cosas. Lo agradecía.

Después de la pequeña interacción con el argentino, su madre lo llamó y él aprovechó a contarle lo sucedido.

—¡Ay, Guillermo! ¿Cómo le mientes con eso? —chilló en reproche—. ¿Qué va a pensar de ti cuando le digas la verdad?

—Es que no pienso hacerlo, ma. —bufó Memo rodando los ojos—. Ni siquiera habrá otra oportunidad para hablar con él. No me conoce, ni amigos somos.

—¡Qué negativo me salió usted! ¿Qué no le gustaba el muchacho? —acusó su madre y Memo casi se muerde la lengua por accidente, sus mejillas se tornaron de rosa—. ¿Apoco si es tan chaparro como lo ponen en la tele?

Una risa pícara salió de su boca.

—¡MAMÁ! —rugió Memo enroscando sus puños en las sábanas—. Eso era en preparatoria.

—Pues a como te oigo hablándome de él, suena a que te trabaste al contestarle. —dijo suave entre risas—. Y total. Si no me vas a dar nietos, al menos que sea porque estás saliendo con el futbolista más famoso del mundo. Aunque hubiera preferido que quedaras con Andresito, pero-

—¿¡ANDRÉS!? —jadeó negando repetidamente, ambos eran alfas, no funcionaría nunca—. ¡No, no, no! ¿Sabes qué? Fue muy mala idea decirte esto. Ya me voy.

—¡Salúdame a Andresito de mi par-

Memo colgó cerrando los ojos con fuerza. Podía sentir como el calor en sus mejillas aumentaba y su pecho empezaba a subir y bajar más rápido.

Ahora que ha estado en cama tanto tiempo, y los canales de la tele abierta qatarí se volvieron tortuosamente aburridos, no sabía que más hacer.

Sin embargo, entre el silencio, una llamada del teléfono en la mesita de noche del hotel retumbó sus oídos obligándolo a espabilarse.

—¿Bueno?

—¿Guille?

Memo tragó en seco. Era algo surrealista pensar que el mismo Lionel esté en la otra línea.

—Así es, eres... ¿Messi?

—¡Si! Lo que pasa es que me sentó mal verte decaído con el tema de tu mamá, y tal, y pensé que sería buena idea pedir el número de tu habitación a recepción, para darte ánimos y decirte que si querés hablar con alguien aquí estoy yo. Además, me tomé la molestia de comprarle algo a tú madre para que se lo envíes mañana y le llegue a tiempo para ver el partido.

Memo se tomó un momento para contestar mientras digería la información. ¿Un regalo para su madre? ¿Buscar un contacto con él más allá de lo trivial?

—Eh... ¿Guille, seguís ahí?

—¡Si, si! Es que se cortó un poco...

—Oh... entonces crees que pueda ir a la habitación de vos para decírtelo?

Otro escalofrío recorrió el cuerpo del rizado. No debía porque decirle que no. Sería grosero sin ningún motivo. Mas la idea de estar a solas de nuevo y en una habitación, le causaba cierta dificultad en las vías respiratorias.

—Si, sin problema.

—Dale, voy para allá.

El pitido después del tono le indicó la inminente aproximación que se veía venir a penas abrieran las puertas de una de las habitaciones en el pasillo.

Dos toquidos con el nudillo bastaron para oprimirle el pecho.

—¡Un momento! —se apresuró a decir Memo, saltando prácticamente de la cama hasta la puerta para encontrarse nuevamente con el de menor estatura—. Hola...

—¡Hola! Mirá, mirá, que aquí está el regalo para tu madre. —dijo descubriéndose los brazos de la espalda para traerlos al frente y mostrarle un modesto par de aretes artesanales color rojo muy bonitos—. A mi madre siempre la pone feliz el tema de alhajería, naturalmente pensé que también a la tuya podrían sacarle ánimos, toma.

Sus ojos viajaron a las manos del argentino sosteniendo el objeto, callosas y algo resecas, más pequeñas que las suyas pero no por mucho. A esta corta distancia distinguía que sus venas sobresalían de la piel de las mismas levemente. El olor ahora priorizaba la frescura del agua y jabón con la colonia endulzada. Era embriagante.

—Vaya, yo... no sé qué decir. Es, son muy bonitos. Gracias... en verdad no tenías que-

—Pará, que si debía. Nadie debe estar solo cuando la familia se le está trastabillando. —dijo Messi dedicándole una media sonrisa, extendiendo sus manos un poco más al frente para hacer que las tomara—. Es ley de vida para mi.

Memo finalmente subió el mentón para encarar su mirada y le devolvió la sonrisa, tomando de sus manos el obsequio. Tibias.

—Gracias.

El argentino asintió despacio, un poco extrañado que las manos del rizado estuvieran frías a pesar del calor de Qatar. Memo rompió el contacto de ambos cuando su estómago rugió exigiendo comida. El carmesí volvió a pintar sus mejillas ante la risa del más pequeño.

—¿No has salido a comer?

Memo negó apartando la vista.

—No estaba atento a la hora.

—¿Vos querés salir a comer conmigo entonces?

¿Accidente o Incidente? || MECHOADonde viven las historias. Descúbrelo ahora