Prólogo

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El ambiente era sombrío, el viento entraba a la habitación provocando que las cosas ligeras volaran. Una única luz tenue era la que alumbraba la habitación y aquella silla en la que se encontraba sentada esa persona. Vestía un traje el cual le quedaba flojo, estaba rasgado y cubierto de sangre, un saco cubría su cabeza impidiendo que pudiera reconocerlo. No hacía movimiento alguno solamente permanecía inmóvil, no sabía si se encontraba inconsciente o si simplemente había aceptado su destino.



Me sentía muy decepcionada de no haber echo las cosas bien desde el principio, estaba frente a una víctima más, ¿Cuándo es que me volví tan despiadada? Ya no me importaba lo que hacía, sabía perfectamente que ya no podría parar. No quería que él lo notara, aunque probablemente ya lo sabría.



-¿Qué es lo que esperas? Solo dispara y termina con esto de una vez. -mencionó mientras se acomodaba el traje.



-¿Por qué creyó que yo podría hacerlo? Es mejor que se encargue usted si tanto le interesa que deje de existir.



-Alessandra, te elegí a ti porque sé que eres una mujer que no teme a nada, eres bastante decidida y siempre estás preparada para cualquier acontecimiento, por favor no hagas que piense que me equivoqué al respecto. Si no puedes con esto, tú también morirás. Espero lo entiendas.



-Debe saber señor que no temo a sus amenazas, la muerte no sería peor que las atrocidades que me ha hecho, así que si me mata me estaría haciendo un favor -dije mientras lo veía directamente a los ojos.



Estaba molesta, solamente quería salir de ahí, así que sin pensarlo disparé, le di un disparo a la cabeza como a cualquier otra persona a la que habría asesinado, no hice ningún gesto de pena, ni siquiera pregunté su nombre o lo que había hecho antes de asesinarlo.



La sangre empezaba a gotear hasta crear un charco, el cuerpo cayó al piso lo que se me hizo raro porque significaba que no estaba atado. Tenía el rostro salpicado, pensaba en que si lo que había hecho había sido lo correcto, una vez más volví a sentirme como antes provocando un enorme vacío y dolor en el corazón. Puse mi mano en mi pecho porque la sensación que sentía era indescriptible, no sabía lo que pasaba sólo...dolía, dolía tanto que me hizo llorar. Hubo un profundo silencio en la habitación, hasta que una ráfaga de viento entró haciendo que mi piel se erizara, en un momento el ambiente había cambiado a peor. Trague saliva y mencioné:



-Espero esté satisfecho, terminé su trabajo por usted. No vuelva a pedirme que haga esto de nuevo, ya no trabajo para usted, no me gusta hacer esto, pero quiero que sepa que miedo a matar ya no tengo. -dije mientras limpiaba con una mano la sangre que me había salpicado.



-Debo admitir que te haz vuelto una mujer fuerte hija, estoy muy orgulloso de ti.



Me molestaba; sus gestos, sus palabras y todo lo que hace que para mí ¡Está mal! Así que me acerqué con brusquedad lo miré fijamente a los ojos y mencioné:



-¿Sabe por qué disparé señor? Imaginé que era usted quién se encontraba sentado en esa silla y que por fin podría librarme de su asquerosa sombra que me sigue a todas partes.



Le di la espalda para luego voltear a verlo de nuevo y dejarle clara una cosa.



-No vuela a llamarme "hija" porque yo a usted no lo considero un padre, jamás lo haría. Espero le quede claro.



Su mirada llena de coraje se hizo notar. Lanzándome una ligera sonrisa burlona mencionó:



-Alessandra, si alguna vez pasa por tus pensamientos el traicionarme, déjame decirte que, mi vida no es aquello a lo que considero valioso, ya soy un anciano. Aquello a lo que considero valioso para ser precisos es una persona y esa persona eres tú mi amada hija, no me gustaría perder eso que tanto quiero. Todos temen a la hora de morir, suplican por una última oportunidad así que no te hagas la valiente y sé razonable respecto al tema. Espero entiendas a lo que me refiero.



Fueron las últimas palabras que mencionó antes de dejar el lugar, se retiraron todos sus guardaespaldas dejándome encerrada junto al cadáver de la persona a la que le había disparado.


Me senté en el piso y pensé en el ¿Por qué? ¿Por qué su necesidad de que fuese yo quien se encargará del trabajo sucio? ¿Tenía algún sentido el vivir así? No tenía un propósito solo ganaba dinero y mala fama. Eso no era más que sucesos terribles del cual por alguna razón ya no me afectaba, no sentía nada por el cadáver que se encontraba a mi lado, he hecho cosas peores, cosas que mi antigua yo jamás hubiera aprobado. Realmente en este mundo hay muchas injusticias, hay hipocresía y traición, todos fingen el apoyo mutuo cuando saben muy bien que ponen a todo, un precio.



Era una joven bastante ingenua e inocente cuando me secuestraron, lo que creía que sabía del mundo, era incorrecto, no lo supe hasta salir de esas cuatro paredes. Sabia que jamás volvería a ser la misma, me había perdido. Aquellas personas que alguna vez me conocieron de una forma no me reconocerían ahora, ni yo me reconozco. Es cierto que el cambio es necesario, para así poder crecer como persona, pero yo cambié mis convicciones, cambié mis ideales y ¡Ojalá hubiesen sido para bien! Ahora soy alguien diferente; sólo espero poder al menos recuperar un poco de la empatía que antes tenía y que sin dificultad alguna podía ofrecer.

Hija de un mafioso Donde viven las historias. Descúbrelo ahora