Oigo a Dolly salir por la puerta principal y luego oigo los pasos de ____. Cuando oigo abrirse la puerta de la oficina, no puedo quedarme más en mi dormitorio. Quería vestirme y luego salir, pero algo me mantiene en la casa.
Me pongo una camisa con botones, pero la dejo abierta mientras me pongo las botas y agarro mi sombrero. Camino a la oficina y doy un golpe en la puerta abierta, sorprendiéndola. Se da la vuelta y se muerde el labio, y todo en lo que puedo pensar es en hacer lo mismo. Hundir mis dientes en su labio inferior completo y averiguar cómo sabe.
Mi polla se revuelve en mis jeans apretados, y no puedo impedir al torrente de sangre que martillea en mis oídos. La quiero como nunca he querido nada en mi vida. Estar en la misma habitación que ella es como escalar sobre un toro por primera vez. Estoy emocionado, nervioso, y no sé qué hacer con mis manos.
Agarro mi sombrero y trato de pensar qué decir mientras sus ojos se deslizan por mi pecho. Muevo el sombrero de vaquero delante de mi polla justo antes de que sus ojos aterricen sobre ella y vea lo duro que estoy. Jesús, nunca he sido tan incontrolable antes, y odio cómo de alterado me tiene. Veo que sus mejillas se ruborizan mientras toma mi apariencia, y no puedo decir que no estoy haciendo lo mismo. Mis ojos vagan por sus rizos oscuros hasta su cuello expuesto, y pienso en lamer el pulso allí. Enterrar mi nariz y oler su aroma. Miro su escote que se derrama del vestido de verano color melocotón, los volantes en él sólo exagerando lo pesada que es en la parte superior. Tengo una imagen de su redondo culo quemado en mi cerebro de cuando la vi por detrás esta mañana. Mis ojos vuelven a su rostro y nos atrapamos mirándonos.
Mi boca comienza a trabajar antes de que mi cerebro tenga la oportunidad de detenerme.
—Ven a montarme.
Si es posible, sus mejillas arden aún más rojas y mira hacia otro lado.
—¿Qué?
Me aclaro la garganta y vuelvo a intentarlo.
—Ven al granero conmigo. Puedes ver a los caballos y quizás ir a dar un paseo. —Quiero patearme en el culo por dejar escapar lo que mi polla pensó que era apropiado, pero trato de controlarlo—. Puedo mostrarte las cosas de la oficina más tarde.
—Yo, um, no sé montar a caballo. Pero me gustaría ver el rancho.
Me mira, y veo que sus manos se retuercen a su lado como si quisiera apretarlas o aferrarse a algo.
—¿Alguna vez has montado antes? —No puedo evitar lo profunda que es mi propia voz, pensando en lo que esa pregunta podría significar.
Joder, Harry, contrólate.
—No. —Desvía la mirada, y veo el indicio de una sonrisa que trata de ocultar.
—Bueno. Seré yo quien te enseñe cómo hacerlo.
Sin pensar, le extiendo la mano y me quedo allí mientras ella baja la mirada. Durante medio segundo creo que no la tomará, pero se extiende y coloca su pequeña mano en la mía.
—Tal vez deberías terminar de vestirte. —Su voz es jadeante, y la miro mientras se lame los labios.
Bajo la mirada y veo que mi camisa sigue abierta y mi pecho está expuesto. Me olvidé de abotonarla en mi prisa para llegar a ella, y por alguna razón no tengo ganas de cerrarla. Me gustan sus ojos en mí. Me gusta la forma en que su cuerpo se inclina un poco hacia el mío y la forma en que su pulso vibra entre nuestras manos ahora mismo.
—Hace calor fuera. Creo que necesito refrescarme.
Mientras me pongo mi sombrero y tiro de ella fuera, casi puedo jurar que la oigo decir—: Yo también.
Le muestro a ____ cómo funciona el lugar y para qué la contraté. Los chicos parecen saber de inmediato que tienen que mantener su distancia, y no sé si es porque me pongo delante de ella cada vez que uno de ellos trata de estrechar su mano, o el hecho de que la alejo cada vez que uno de ellos intenta hacerle una pregunta.
He mantenido su mano en la mía todo el día, y no soy capaz de dejarla ir. Ni siquiera cuando tiro de ella para abrir la puerta de uno de los edificios. Si necesita una puerta abierta, lo haré por ella. No hay necesidad de soltar mi mano.
También he mantenido mi camisa abierta porque me gusta la forma en que me mira. Así de simple. Me gustan sus ojos en mí y sólo en mí, y si tengo que caminar medio desnudo para conseguirlos en mí, entonces que así sea.
—Esta es la nueva yegua que conseguí. Aún no la he domado. Ha sido un verdadero problema.
Caminamos hasta la cerca, y ____ mira asombrada al caballo blanco como la nieve.
—¿Cuál es su nombre? —pregunta, mirándome con ojos brillantes.
—No tiene uno. ¿Crees que podrías hacer los honores?
—¿En serio? —La pura emoción en su voz me hace querer dejarla renombrar todo el maldito lugar. Cualquier cosa para poner una sonrisa en su cara como la que tiene ahora.
—Sí. —Mi voz es ronca, y miro mientras ella rebota un poco, sacudiendo su escote y haciendo que mi polla duela.
—Es tan linda. Se parece a Rarity.
—¿Quién?
—Ya sabes, de Mi Pequeño Pony. Creo que ese debería ser su nombre. —Me sonríe, y en este momento, nunca le negaría nada.
—Rarity. Supongo que ese es su nombre ahora.
Pasamos la mayor parte del día caminando por el rancho y hablando del lugar, y ella hace preguntas sobre mí. Quiero saber sobre ella, pero cada vez que he intentado dirigir la conversación de esa manera, cambia de tema. Quiero empujar por más, pero tengo la sensación de que hay algo que no me está diciendo.
—¿Puedo cocinar la cena esta noche? —pregunta, otra nota de esperanza en su voz.
—Sí. —¿Por qué alguna vez le diría a esta mujer que no? Caminamos de la mano de regreso a la casa cuando el sol comienza a ponerse. Parece que la he conocido mucho más de un día.
Todavía hay mucho que no sé, pero algo sucede aquí. No es sólo su toque mágico y todo lo que siento cuando estoy a su lado. Hay algo más profundo y dulce, y me sacude hasta el fondo.
No soy un hombre que cambia muy a menudo. Me gustan las cosas como me gustan, y luego las mantengo así. Pero se siente como si ____ estuviera a punto de volver mi mundo al revés.