La naturaleza misma de la humanidad representa el mayor peligro para esta, ya que al ser por naturaleza criaturas torpes, estupidas, depravadas, hostiles, violentas y conflictivas, están más que condenados a vivir por siempre atrapados en un infinit...
Aldea oculta entre las hojas, muy temprano por la mañana...
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Podemos ver como Hiruzen Sarutobi, el tercer, muy deficiente y senil Hokage recorrer una de las calles de dicho lugar mientras recibe toda clase de saludos, reverencias, agradecimientos y alabanzas en su honor, a los cuales este corresponde devolviendo los saludos mientras sonríe...tan solo para que de inmediato en cuanto este pase, las expresiones de todos los presentes se transformen a unas de molestia, incomodidad, asco, ira, odio, rencor, frustración, impotencia y desprecio, sin embargo...esto por increíble que parezca tomando en cuenta la taaaaan larga lista de fracasos, errores, horribles atrocidades que este asqueroso, ruin y despreciable viejo ha tenido, hecho, ordenado o permitido que sucedieran u otros hagan en contra de tantas personas, muchas de ellas por completo y del todo inocentes, sin que a este pudiera llegar a importarle en lo mas mínimo
Todo según él con el pretexto y la excusa de poder proteger y salvaguardar el bienestar, la seguridad y prosperidad de sus tan "amadas" aldea y "familia", no...no es por eso, ya que por fortuna para el fuera de un muy reducido y exclusivo grupo de personas, todos los habitantes de Konoha desconocen por completo dichas actividades e información, no...esto se debe a aquella pequeña cabizbaja figura encapuchada, aparentemente perteneciente un pequeño niño de tan solo 4 años el cual tiene las manos en sus bolsillos, que acompaña y camina a la derecha del viejo y decadente gobernante en absoluto silencio, mientras este recorre las calles de la aldea
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Momento en el que Hiruzen mira por un instante a dicha figura, antes de finalmente voltear hacia los aldeanos quienes de inmediato desvían su mirada y poco a poco empiezan a apartarse de su camino, para después simplemente lanzar un gran y pesado suspiro antes de finalmente continuar con su recorrido, tan solo para que dichos sucesos se repitan una y otra vez a lo largo de todo su camino, hasta que ambas figuras finalmente llegan a su destino, en donde el octagenario finalmente se detiene de golpe para después mirar hacia arriba mientras dice
Hiruzen: Llegamos...
A lo que su acompañante, quien aún mantiene sus manos en los bolsillos y la cabeza agachada, responde tan solo levantando un poco la mirada hacia arriba mientras exclama
