7. Tienes que superarlo, Van A'ert

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Cuando bajó del elevador se sentía como si hubiera corrido un maratón a pesar de que ni siquiera hizo mucho esfuerzo. Era la ansiedad y la adrenalina que invadieron su cuerpo de golpe, haciéndole sentir agitado. ¿Qué en le nombre del cielo había hecho? ¡Besó a Winter! ¡Besó a su compañero! Como si las cosas no estuvieran lo bastante jodidas. Tuvo que ir y empeorarlo.

Caminó a paso rápido por el pasillo hasta llegar a la puerta de su apartamento, ya preguntándose cómo rayos iba a dar la cara al día siguiente. Aunque lo más probable es que ni siquiera tuviera que esforzarse tanto. Tal vez Reese estaría lo bastante enojado como para aplicarle la ley del hielo. Con suerte iría con la Teniente Doyle para pedirle quenmandara a Maxen al jodido polo norte con tal de no tener que verlo de nuevo. Y Maxen estaría feliz de irse, lo que fuera para no tener que lidiar con la vergüenza.

Es que había maneras de meter la pata, pero la suya sin duda había sido la peor para joder las cosas. Es que trató, en verdad trató de no confundir las cosas. Racionalmente entendía que su relación con Reese Winter era falsa. Pero no era su culpa que el tipo no se limitara a fingir fente a los miembros de su familia. En cambio el condenado Reese tenía que portarse todo agradable y dulce cuando no tenía que serlo.

Para empezar,  iba a buscarlo todos los días por la mañana, también le compraba el café. Y en el trabajo había tratado de ofrecerse para ayudarlo con los malditos expedientes en más de una ocasión. Sin mencionar que se la pasaba preguntándole como se sentía a cada rato. Por favor, Maxen solo era un ser humano, no podían pedirle a su corazón hambriento de cariño que no empezara a confundir las cosas. Después de todo hasta antes de la estúpida mentira la relación que mantenía con Reese era estrictamente profesional y que de pronto eso cambiara; de pronto conocer un lado dulce de ese hombre imponente, lo trastocó.

Había estado tan acostumbrado a ver su ceño fruncido, a su trato amable pero distante, que cuando descubrió lo atractivas que eran sus sonrisas o lo cálidos que podían ser sus abrazos... ¿cómo rayos no iba a desarrollar un enamoramiento por el tipo?

Maldita fuera Jess por haber abierto aquella jodida puerta. Maldito fuera Reese por confundirlo tanto con aquel cambio en su trato. Y maldito fuera él mismo por no ser capaz de separar la realidad de una fantasía que se fue construyendo en su mente sin permiso.

Y la peor parte es que después de todo lo que le costó ganarse el respeto de su compañero, después de lo mucho que trabajó para ser tomado más o menos en serio, tenía que tirarlo todo a la basura con un beso impulsivo. Olvida lo de antes, lo peor de todo era saber que fue un miserable beso no correspondido porque Reese ni siquiera reaccionó, demasiado alucinado con la situación.

Quizá a este punto Reese ya había logrado salir de su estupor y estaba maldiciéndolo de diez mil maneras distintas.

Soltó un gemido frustrado cuando tuvo que hacer cuatro intentos antes de lograr encajar la llave en la cerradura. Entró como un tornado a su apartamento, solo empujando la puerta para que se cerrara sola, antes de seguir al interior empezando a idear un plan de contingencia para arreglar su desliz.

—Joder, se supone que estoy en forma y cuatro miserable pisos por las escaleras me hacen sentir como si uno de mis pulmones hubiera muerto.

Soltó un grito y se giró solo para toparse con que Reese estaba parado a mitad de la puerta abierta, con las manos sobre las rodillas tratando de recuperar el aliento.

—¿Qué haces aquí? — preguntó en un tono agudo.

—Da-dame un segundo — Reese se rió —. En este momento estoy sintiendo cada uno de mis treinta y ocho años de vida.

A su pesar eso lo hizo reír antes de recordar qué Reese no debería estar ahí. Porque Maxen no estaba preparado para afrontar lo que había hecho. Había creído que al menos tendría una noche para revolcarse en su miseria antes de ser un adulto y lidiar con las consecuencias de su impulsividad.

Winter's LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora