11. Es nuestro futuro, Reese

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Algunos meses después....

No pudo evitar soltar un jadeo y tensar la mandíbula. Las manos que se deslizaban sobre su cuerpo, con caricias lentas y traviesas se sentían demasiado bien. Un beso aterrizó a un costado de su cuello, sus caderas se impulsaron hacia arriba, su erección empujando el puño cerrado que lo sostenía con la presión justa para llevarlo a la locura.

—Maxen— murmuró sintiéndose un poco ido, por la intensa oleada de placer—. Por favor.

—Mmm, está bien. Todo lo que quieras.

Solto un gruñido que se volvió un gemido ahogado cuando Maxen hizo grirar su mano de esa manera perfecta. Antes de poder hilar dos pensamientos juntos, Reese estaba corriendose. Joder, dejó caer la cabeza en la almohada, temblando un poco con la respiración hecha un desastre y algunos puntos blancos bailando en su visión. Eso era lo que pasaba cuando había estado al borde del orgasmo por un largo rato. Ahora que había alcanzado la ansiada liberación, sentía como si sus extremidades estuvieran hechas de algún material blando.

—Creo que te rompí— Maxen se recostó a su lado dejando besos cariñosos en su mejilla y la comisura de sus labios. Sonrió incapaz de formular palabras —. Sí, definitivamente roto.

No iba negarlo. El sexo con Maxen siempre era...diferente, intenso y no necesariamente físicamente, era sobre sentimientos. Al principio había sido un poco complicado y torpe, sobre todo porque Maxen se preocupaba con frecuencia por no poder responder a la excitación de Reese. A su vez Reese estaba preocupado de terminar haciendo el ridículo por nunca haber intimado con un hombre antes.

Fue algo de prueba y error. Pero luego de varios meses empezaron a relajarde dándose la oportunidad de aprender sobre las necesidades del otro. Como Maxen le había dicho alguna vez, el sexo no era su prioridad, tampoco es que hubiera falta de intimidad. Encontraron la manera de llegar a un punto en el que ambos se sintiera cómodos.

La mayoría del tiempo Maxen no se excitaba, pero no le molestaba ver y mucho menos tocar. A Reese le gustaba que lo tocara, que simplemente estuviera ahí, eso era condenadamente caliente. Para muchas personas su dinámica podía parecer extraña y complicada, pero funcionaba.

Luego estaban las ocasiones especiales en las que Maxen estaba más receptivo y...wow. Esas ocasiones eran tan buenas como todas las demás.

Aquella mañana de sábado sin embargo, su compañero se había conformado solo con tocar, con acariciar a Reese llevándolo al borde una y otra vez en medio de caricias y besos, hasta que por fin lo dejó tener lo que tanto ansiaba. Para Maxen tal vez no fue algo del todo sexual, era más bien la intimidad en el momento lo que le daba placer. Para Reese estaba bien, ambos lo habían disfrutado, incluso si solo uno de ellos logró tener un orgasmo.

—Fue increíble— dijo cuando al fin fue capaz de hacer funcionar su cerebro. Atrajo a su compañero más cerca, suspirando de puro gusto cuando lo tuvo tendido a su lado—. Buenos días por cierto.

—Y que buenos días— Maxen soltó una risa por lo bajo—. ¿Te parece si tomamos una ducha y luego vamos a desayunar?

—Me parece perfecto.

La intención era levantarse y aprovechar un poco el día, sin embargo unos cuantos besos después seguían en la cama, manteniendo una charla perezosa entre murmullos y sonrisas. Hasta que el teléfono de Reese timbró.

—Sabía que esto pasaría — se quejó el de ojos azules estirando la mano para alcanzar el teléfono de la mesita de noche. "CD" se leía en la pantalla. Reprimió un gemido antes de contestar—. Aquí Winter.

Winter's LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora