1. Kae Crons

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Y aquí estaba otra vez. Como la mayoría del tiempo: hecha bolita en mi habitación mientras intentaba pensar en qué haría con mi vida.

Cada uno tiene su propósito en este mundo, pero al parecer a mi creador se le olvidó asignarme uno, y eso me carcome en estos momentos.

—Kae —escuché el llamado de mi madre—. Baja a desayunar. Perderás tu viaje.

Rápidamente bajé sintiendo ese rico olor a panqueques recién hechos por mamá.

—Siéntate que ya te sirvo, cariño —me dijo mientras buscaba platos y cubiertos.

No aguantaba el hambre que devoraba mi estómago.

—¿Crees que hayan aceptado tu solicitud para salir del reino? —preguntó como si lo dudara mucho.

Aunque yo también lo puse en duda.

—No creo que haya venido aquí a estudiarme para aceptar una simple solicitud de salida temporal —me defendí.

—¿Hablas del rey? —susurró.

Asentí.

—¿Por qué susurras? Ni que estuviera en estos momentos cerca —ironicé.

—Nunca sabemos. —Se encogió de hombros.

Mamá suspiró.

—¿Escuchaste que quiere casarse? —habló por lo bajo, como si fuera un ultra secreto.

Yo abrí mis ojos como platos, y casi escupo de la risa que quería echarme.

—¿Casarse? ¿Con soledad? —bromeé, y me rompí en carcajadas sin poder creerlo.

Mamá me miraba con cara de pocos amigos.

—¿Acaso te burlas de tu rey?

Conteniendo una lágrima negué.

—No me burlo. Solo digo la verdad, y si eso me causa gracia, me río. No es burla. —Respiré hondo para calmarme.

Mi madre entrecerró sus ojos y negó con su cabeza.

—¿Cómo sabes eso? —indagué de repente.

—Lo escuché. Al parecer envió una carta a su departamento consejero donde explicaba que era hora de casarse, pero es muy extraño...

Mamá había hecho una expresión que no es muy común en ella, y eso solo significaba que algo no andaba bien.

—¿Por qué sería extraño?

—Porque nunca se ha dejado ver. Y que hayan rumores de que se quiera casar es demasiado sospechoso...

—Quizá el consejo lo obliga... —rebatí.

—O ya lo sabe...

Rodé mis ojos.

—No hay manera, mamá. Olvídalo.

—Sabes que si él se entera... yo no sé qué voy a hacer, hija mía...

—Mamá, no te preocupes. No creo que lo sepa —consolé como pude.

Ella me miró con expresión de perrito triste.

—¿Y no crees que corres más riesgo en otros reinos que aquí? Puede ser más peligroso...

—Mamá. A los reinos a los que voy solo hay un rey que está soltero, pero tendría muy mala suerte si él me descubre. Los demás, todos ya tienen descendientes. Créeme que corro más riesgo aquí que en otro lugar —Le sonreí.

Ella tomó mi mano y la besó.

—Además, jamás dejaría que me tomaran por la fuerza —Acaricié una de sus mejillas.

No pareció totalmente convencida de la seguridad que yo le prometía, pero apoyaba la idea de que fuera en busca de aquello que me hiciera feliz. Lo cual aún no sabía, pero lo descubriría.

—Creo que te he enseñado a defenderte muy bien —susurró con orgullo.

Yo asentí muy de acuerdo con su comentario.

Ya era momento de irme.

Suspiré y le di un fuerte abrazo y un beso en su frente.

—Tu olor podría embelesar a cualquiera —susurró con voz suave mientras aspiraba mi aroma—. Ve con mucho cuidado.

Esta despedida veníamos dándola desde hace varios días para que no fuera tan dolorosa. Nunca antes nos habíamos alejado, y por eso nos dolía ahora.

Pero como ella decía: "Todo sea porque encuentres ese tan deseado propósito".

Aunque si conocieran todo de mí, dirían que ya tengo uno fijo, pero para mí no es ese el objetivo de mi vida. Un propósito es algo que sientes desde lo más profundo de tu ser que debes hacer, y que sabes que harás con amor. Pero si me lo preguntan, aquello que tengo que es único y muy diferente a todo lo que conocen, no es algo a lo que esté motivada a hacer.

No quiero hacerlo, y no me nace hacerlo.

Entonces, ese no es mi propósito. Por lo tanto, buscaré el verdadero.

No creo que pueda ser tan difícil.

El rey del azulejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora