PRÓLOGO

6.2K 285 19
                                    

—¡Papá! ¡Papá! ¡Por favor! ¡No lo hagas, por favor!

Marco Salvatore agarró a su hija del brazo y la llevó casi a rastras por las escaleras, mientras daba tirones, gritaba y se resistía.

—¡Estate quieta!

Merissa, con la cara empapada de lágrimas, intentaba sin éxito zafarse del agarre de su padre. Estaba histérica.

—¡Papá, no lo mates! ¡Por favor no lo mates! ¡Haré lo que quieras... lo que quieras! ¡Te lo prometo!

—¿Que harás lo que yo quiera? ¡Ya has hecho suficiente!

Su padre le estaba haciendo daño arrastrándola hacia su habitación, pero no era nada comparado con el dolor que sentía en su corazón.

—¡Le quiero, papá! ¡Le quiero! ¡No lo mates, te lo suplico!

Ni las lágrimas, ni los gritos, ni la ansiedad de su hija hicieron mella en Marco. Si por él fuera, mataría a ese bastardo con sus propias manos.

—Él sabía las normas. Todos saben las normas. ¡A ti no te toca nadie! ¡Y mucho menos un simple guardaespaldas!

Aunque él sabía que Jeremy era más que un simple guardaespaldas y ahí estaba el problema de todo.

—¡Te lo suplico, por favor! ¡Es mi culpa! ¡Es mi culpa, papá! ¡Mátame a mí, pero no le hagas nada a él!

Marco abrió de un empujón la puerta del dormitorio de su hija y la soltó con tanto ímpetu que la pobre tropezó y cayó de bruces contra la cama. Iba a preguntarle si se había hecho daño, pero la rabia se lo impedía.

—¡¿Tu culpa?! ¡Tu culpa es ser una niñata inmadura que se ha dejado engañar por el primer gilipollas que se le ha puesto delante! ¡Pero la culpa es de él! ¡Porque el adulto es él! ¡Porque tú eres una niña!

—¡Tengo diecisiete años!

Marco estampó su puño contra la pared, porque contra Merissa no lo iba a hacer. Estaba fuera de sí.

—¡No los tienes! ¡No los tienes, Merissa! ¡Tienes dieciséis años! ¡Jeremy te saca diez y tú eres menor de edad! ¡Menor de edad, maldita sea!

Merissa se dejó caer en la alfombra del suelo, consciente de que no iba a poder salir de esa habitación ni tirándose por la ventana.

—Papá, por favor... Es el hombre de mi vida, no me hagas esto...

Marco miró consternado a su hija. El cerdo de Jeremy la había engatusado, manipulado y utilizado. Y mira cómo estaba su hija.

—¿Te has acostado con él?

Merissa movió enérgicamente la cabeza de un lado a otro. Pero su padre... su padre no se la creía. Iba a matar a ese hijo de puta.

—Has caído muy bajo, Merissa. Te creía más lista.

—Papá, por favor...

Entre sollozos y de rodillas, Merissa se arrastró por el suelo hasta agarrar las piernas de su padre, que la miraba con lo que ella pensaba que era desprecio desde arriba.

—Te lo suplico, papá. Seré... seré la hija perfecta... Haré lo que quieras... No lo volveré a ver más... Pero no lo mates, por favor... Por favor... por... por favor... Por favor no me lo mates. Sabes lo que es perder a la persona que amas porque perdiste a mamá... por favor... no me hagas lo mismo. No me hagas... no me hagas pasar por lo mismo que pasaste tú. Por favor... Por fa...

—Ni se te ocurra... comparar... lo que tu madre y yo teníamos, con lo que tú tienes con ese degenerado. Rectifico, con lo que has tenido. No insultes la memoria de tu madre, comparándola con ese maldito guardaespaldas.

Por Arte de Mafia || AMAZONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora