CAPÍTULO 2

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 Merissa lo observó en silencio. ¿Quién era Ilya Petrov?

Ilya le dio un último corte a la venda y retuvo la mano de Merissa entre las suyas más tiempo del que debía.

—Gracias... Ilya.

—De nada... Merissa.

Merissa reparó entonces en su vestido y lo estiró rezando para que no hubiera machas de sangre.

—No te has manchado, tranquila.

Suspirando aliviada, se dejó caer en una silla, cruzando una pierna sobre otra en el movimiento más sexy que Ilya había visto en su vida. Le costó apartar la mirada de su bronceada piel.

—¿Eres médico?

Sorprendido por la pregunta, apoyó su cuerpo en la encimera, intentando relajarse mientras miraba a Merissa intentando averiguar por qué su cuerpo le estaba traicionando de esa manera.

Y ella, que no había estado tan tensa en su vida, se esforzaba por no dejar a sus ojos vagar por el tremendo cuerpo de Ilya. No quería ver cómo sus bíceps parecían que iban a reventar la chaqueta del traje. Y tampoco quería ver cómo los músculos de sus piernas se marcaban a través del pantalón. No quería imaginar cosas que no quería imaginar y que estaba imaginando. Concretamente, se estaba montando una buena película porno en su cabeza con el señor Petrov. Y se odiaba por ello, porque ella odiaba a cualquier persona que tuviera que ver con la mafia en la que le había tocado nacer.

—No, soy abogado. ¿Por qué?

Claro, ¿cómo no iba a ser abogado?

—No, porque... porque pareces un experto en curar cortes.

Ilya se cruzó de brazos al tiempo que descruzaba sus piernas y se incorporaba. Esa posición contra la encimera no le estaba relajando en absoluto. No, si no podía parar de imaginar a Merissa entre dicha encimera y su propio cuerpo.

—Fui... fui carpintero mientras estudiaba. Me corté mucho.

Merissa se lo imaginó cortando madera cual leñador y sintió que le faltaba el oxígeno. Y no solo lo sintió ella. Petra, llevaba observando la escena sin ser vista desde que Ilya sacó el antiséptico del botiquín. Tenía que entrar a la cocina, pero no quería interrumpir. No sabía qué le pasaba a Rissy, pero hasta ella sentía la tensión en el ambiente. Bueno, claro que sabía lo que le pasaba. No era muy difícil adivinarlo si se observaba durante más de dos segundos al pedazo de hombre que tenía enfrente.

—Así que un mafioso carpintero... interesante.

Ilya tenía que volver a la fiesta, su padre se estaría preguntando qué estaría haciendo, y a ver cómo iba a explicarle él que estaba haciendo.

—¿Y tú? ¿Has estudiado?

Merissa abrió mucho la boca y la volvió a cerrar. Iba a decirle que ella no había tenido derecho a estudiar, que le gustaría haberlo hecho, que soñaba con ser escritora... pero tenía la sensación de ser un libro abierto para Ilya y eso no le gustaba. Ya le había dejado ver demasiado.

—No, pero me gustaría.

—Pues hazlo.

¿Por qué era tan... empático? ¿Tan raro? No lo entendía.

—Algún día.

—¿Y vas a dejar de esconderte?

—¿Perdón?

Ilya torció la cabeza hacia la puerta.

—Te están esperando ahí dentro. Tu padre parece molesto.

Merissa sonrió ampliamente. Le encantaba molestar a su padre.

Por Arte de Mafia || AMAZONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora