CAPÍTULO 5

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—Señorita, su padre la está esperando.

—Pues que espere.

Merissa pasó de largo por delante de Joseph mientras seguía corriendo como si la vida le fuera en ello. Llevaba una hora dando vueltas por la finca y sería capaz de estar una hora más.

No había dormido casi nada. ¿Los nervios de la boda? No, las ganas de matar de su padre. ¿Y en vez de matarlo que había hecho? Escribir toda la noche como una condenada. No había dormido más de tres horas, y tenía tanta adrenalina y rabia acumulada que o seguía corriendo o la liaba. Se giró para ver a Joseph hablando con Petra y haciendo señas hacia ella. Pobre Joseph. Lo tenía amargado.

Dio dos vueltas más hasta que Petra la agarró del brazo e hizo que se parara en seco. Se quitó los cascos intentando recuperar el aliento. Miró a sus dos guardianes con cara de fastidio.

—¿Qué paaaasa?

—Te están esperando en el salón, Rissy.

Merissa se encogió de hombros. Le daba igual.

—No contaron conmigo para tomar la decisión de casarme, ¿para qué quieren contar ahora conmigo?

—Para desayunar.

Merissa miró a su tata con una ceja levantada sin saber si lo decía en serio o si estaba siendo irónica.

—¿Es coña?

—No. No lo es. Tu padre, tu hermano, tu suegro y tu futuro marido están esperándote para desayunar.

Merissa puso los ojos en blanco y se llevó dos dedos a la cara haciendo el gesto de tener ganas de vomitar, provocando la risa de Joseph y de Petra, aunque luego ella le dio un cachete en el culo.

—Venga, cámbiate.

No, no se iba a cambiar. Sus mallas y su top deportivo que dejaba todo su abdomen al descubierto era perfecto para ir a desayunar. De hecho, que fuera en fucsia fluorescente lo hacía más perfecto todavía. Perfecto para molestar a su padre.

Merissa se secó con una toalla el sudor de cuello y brazos, y se apretó la gomilla de la cabeza para estirar aún más su trenza alta. Se miró en la cámara de su móvil y se sonrió. Perfecta.

Con paso firme se dirigió hacia el salón después de pasar por la cocina a beber agua y tomó aire antes de entrar.

—Buenos días.

Ilya no había dormido casi nada. Salvatore les había invitado a pasar la noche allí y su padre había aceptado. Y a él no le quedó más remedio que quedarse. Estaba quedándose dormido estando despierto, pero cuando vio a Merissa aparecer por la puerta... fue como si le hubieran echado un jarro de agua fría por la cabeza y se le hubieran quitado todos los males. Aunque en el fondo sí que necesitaba esa jarra de agua por encima, y con hielo. Esa mujer lo iba a volver loco. Era espectacular.

—Buenos días, Merissa.

Ella le sonrió exageradamente al pasar por su lado para sentarse en su sitio de la mesa. Casualmente, al lado de Ilya. "Casualmente".

—¿Ha dormido bien mi futuro esposo? No tienes buena cara.

Se ganó una mirada de reproche de su padre, que no vio porque estaba concentrada en servirse el desayuno. Un vaso de zumo de naranja. Un cuenco de yogur con fresas y cereales integrales. Una tostada con aceite y tomate y otra con crema de avellanas. Y un donut.

Ilya la observaba fascinado. ¿Cómo un cuerpo tan pequeño como el suyo, sin un solo gramo de grasa por lo que había visto, desayunaba todo eso? Era demasiado hasta para él. ¿No se ponía mala?

Por Arte de Mafia || AMAZONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora