En la oscuridad de la sala de descanso, un cantante de rock y un viajero en el tiempo se entregan a los brazos de Morfeo cuando, entre cálidos besos, decidieron que ya era hora de irse a dormir.
El sillón en forma de semicírculo jamás fue tan incómodo, y Harry cree que es porque Louis no está debajo suyo, porque no puede usar su pecho como almohada y los latidos de su corazón como una dulce música que lo ayude a conciliar el sueño.
Las ramas de los árboles se mueven lentamente con el viento, golpeando la carrocería metálica del tour bus que transita tras la desolada ruta que conduce a Las Vegas.
El sonido aullante de las ráfagas de viento parece sacado de una película de terror, pero también le brinda tranquilidad a ciertos miembros de una banda demoníaca que no le tienen miedo ni siquiera al diablo.
¿Quién lo tendría cuando el líder es un demonio desterrado del Infierno?
Entre sueños, Harry murmura estupideces, quejándose de alguna pesadilla que lo atormenta.
Su respiración es pesada, y lentamente comienza a agitarse como si estuviera corriendo una maratón.
Su cabeza se sacude de un lado a otro, preso del impulso de querer despertar.
Lucha por abrir los ojos para terminar con aquella condena a la que ha sido sometido gracias a su magnífico e inservible inconsciente.
Siente los músculos tensos, entumecidos. Las piernas no puede moverlas, y los brazos parecen estar encadenados a la cama.
Es como si tuviera el cuerpo bañado en cemento, y que lo único que funcionase fueran los órganos que lo mantienen con vida.
Tras una guerra que parece infinita, sus párpados se despegan.
A través de la oscuridad, no puede ver absolutamente nada más que la sombra de los objetos que se encuentran a su derecha, los cuales están apenas iluminados por la luz de la luna que se entromete, a duras penas, por la cortina que cubre las ventanas.
Sus ojos saltan de un lado a otro por la habitación, logrando reconocer a Louis acostado debajo de sus pies, ocupándose casi la mitad restante del sillón.
En la mesita ratona a su lado, descansa un cenicero con restos de cigarrillos, y dos copas que, anteriormente, hubieron tenido champán.
Sí, quizás su reconciliación fue una excusa para brindar por su amor.
Intenta mover los dedos de sus pies para llamar la atención de Louis, pero la verdad es que ni siquiera puede mandar señales a través de su cerebro para que su cuerpo reaccione.
Nunca antes había experimentado algo como esto, y está empezando a ponerse ansioso por la necesidad de moverse y avisar que algo le ocurre.
Arrastra su mirada a través del sillón, prestando atención a la manera en la que Louis descansa.
Tiene las manos juntas debajo de la mejilla, con su cuerpo inclinado hacia un costado. Sus ojos cerrados son apenas acariciados por la escasa luz lunar, la cual también alcanza a alumbrar las facciones relajadas de su rostro.
Está cubierto con una frazada hasta la cintura, así que Harry puede deleitarse observando sus abdominales y cómo es que su torso se va haciendo más pequeño a medida que desciende hacia su cintura.
Todavía tiene marcas de arañazos en los bíceps, y alguna que otra aureola violácea que grita que los labios de Harry han estado presionados ahí.
Para cuando sus ojos alcanzan la punta del sillón, el corazón parece comenzar a latirle más rápido que lo normal, con su adrenalina disparándose hacia su torrente sanguíneo como si de una bala saliendo de una pistola se tratase.
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Physical [L.S] ✔
Teen FictionCorre la década de los 80 y Walls, una afamada banda de rock, decide dar un recital gratuito en el muelle de Santa Mónica, California. Cuando uno es famoso, tiene tantísimo poder, que con sólo un chasquido de dedos obtiene lo que quiere. Y, para s...