Might Guy es el tipo de novio que aprecia tu belleza.
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Muy lentamente te deslizas en la cama cuando la línea de sol finalmente acaricia la pared.
No estás segura de cuánto tiempo ha pasado desde que dormiste, pero por los pequeños ruidos en la cocina supones que deben ser alrededor de las ocho y que Gai está a punto de comenzar con su rutina de entrenamiento.
Obviamente, Gai ya hizo su primera rutina de entrenamiento durante la madrugada, pero las rutinas de entrenamiento de Gai prácticamente duran las veinticuatro horas del día y gruñes cuando lo escuchas trotar alrededor del pasillo, acercándose a la habitación cuando simplemente adivina que finalmente has abierto los ojos.
— ¡Buenos días, preciosa flor! — el grito de Gai es muy alto, pero se siente suave y familiar contra tus oídos y se pega a tu cerebro como miel, haciendo que la mañana se siente más cálida y más reconfortante que nunca.
— Buenos días, Gai.
Tu cuerpo gira otra vez en la cama, y a pesar de que el sol prácticamente te dejó ciega cuando abriste los ojos la sonrisa de Gai es aún más deslumbrante, haciendo que te quedas pasmada en la orilla del colchón tratando de recordar qué día es o qué se supone que ibas a decir cuando lo miras usando solo un par de pantalones.
Es tan... cielos, es tan todo. E inevitablemente sonríes con orgullo por poder amanecer con la octava maravilla viviendo en la misma casa que tú.
— Gai... — tu voz es adormilada, y piensas en decirle que se acerque a ti para deleitarte con su presencia o para comenzar a manosearlo.
Solo que Gai hace un ruido débil y tu vista se levanta otra vez a su rostro cuando comienza a llorar.
— ¿Gai? — esta vez tu voz suena llena de miedo y casi te lanzas sobre él para una revisión médica, deteniéndote porque inesperadamente su mano señala tu rostro.
— ¡Realmente soy tan afortunado! — Gai literalmente grita, y tus ojos pestañean alrededor tratando de entender a lo que se refiere — A veces todavía no puedo creer que el ser más maravilloso y dotado de toda belleza viva conmigo. Es... ¡es como despertar con la octava maravilla del mundo en mi propio hogar!
Gai lloriquea con pasión, y tu rostro se sonroja de inmediato por un discurso tan romántico, pero también porque no puedes creer que haya tenido exactamente el mismo pensamiento que tú.
Aunque por otro lado, definitivamente no puedes creerlo del todo. Gai parece tallado por los ángeles las veinticuatro horas del día, y tú estás bastante segura de que todavía eres un desastre gracias a tu última misión y tu cabello probablemente serviría como un espantapájaros particular. Además, estás utilizando la ropa más vieja y enorme que alguien podría haber encontrado en el basurero.
— Oye, no te burles de mi — tu voz es avergonzada tanto como no puedes evitar reírte por sus halagos, siempre coqueteando como la primera vez que se vieron — Literalmente acabo de despertar.
— ¡Y es por esa razón que estoy tan seguro y conmovido por tu belleza! — Gai sigue llorando, aunque es de esa forma dramática que te hace feliz — Verte al despertar es como observar a las flores abriendo su capullo. ¡La naturaleza de tu alma florece con el amanecer!
Gai señala la ventana, y tú miras ahí antes de mirarlo a los ojos y avergonzarte más, sintiéndote el doble de afortunada por poder encender a este hombre aún si sigues abrumada por el sueño y con la resaca de un largo día de trabajo justo ayer.
— En ese caso, ¿no te gustaría probar esta flor, señor abeja? — tus palabras son empalagosas, y te ríes cuando Gai se sonroja de esa forma que solo lo hace lucir aún mejor.
— Sería un placer — la sonrisa de Gai es suave, pero en lugar de lanzarse sobre ti en ese juego salvaje que tienen sus ojos se ablandan tanto que tu cuerpo no puede evitar temblar con emoción por la forma tan honesta y cursi con la que te mira — Solo dame un momento más para admirarte. Eres realmente preciosa.
Tus mejillas se sonrojan todo lo que pueden, pero sencillamente no puedes evitar quedarte en tu lugar, sonriendo debajo de la línea de sol de la mañana y los ojos brillantes de Gai.
