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Shoto

Tener 34 años era extraño. Como si supieras que ya haz alcanzado la madurez y a la vez no. Todo es nuevo y a la vez se siente como un constante deja vu. Como sentir que todo está en pausa, todo el tiempo. Sabes que todo avanza pero una parte de ti desea que no fuera así. 

Todavía te sientes muy joven para hacer lo que desees, viajar y experimentar, para cometer idioteces. Pero los viejos te dicen que debes asentarte, que debes conseguir esposa y familia antes de que el tren pase por ti. Todos esperan algo de ti , y no sabes si puedes dar lo que esperan, si puedes llenara las expectativas que todos tienen de ti. 

Ya no eres joven, eres un adulto. Ya no tienes resistencia para casi nada. Te acostumbras a dormir antes de las doce de la noche y a comer saludable. Te concentras en el trabajo, en los pocos amigos que te quedan. Tu vida ya no es aventuras y diversión, o al menos no la mayoría del tiempo. Ya no hay más que aceptar la vida en la que te quejas los precios y pagas impuestos, aunque eso siempre fue fácil para mi. 

Mis amigos no perdieron su tiempo viendo el mundo pasar. Izuku y Ochako se habían casado. Ella estaba embarazada de su segundo bebé. Otra niña. Esperaba que esta vez se pareciera a ella. No que tuviera algo en contra de mi amigo, solo creía que Ochako era más bonita. Y un poco más astuta, Izuku resultaba ser tonto a veces para las cosas importantes. 

Mi hermana mayor se había casado también. Con un abogado medio aburrido pero responsable, la amaba demasiado, a veces me daba miedo que Fuyumi muriera y él quisiera seguirla. Es algo que no estoy seguro de poder hacer alguna vez, morir por alguien. 

No creo que ninguno de nosotros lo haríamos, y por eso a mis hermanos y a mí nos sorprendió cuando un chico alto, con lentes, un ramo de flores y una sonrisa nerviosa se apareció en la puerta de la casa. Yo jamás fui muy alto, así que ver a un hombre de casi dos metros que no era mi papá me descoloco demasiado. Más después de que abrazo a mi hermana como si estuviera hecha de porcelana.

Luego el se graduó, mi hermana se graduó y ellos se casaron. El aún es abogado y trabaja en el bufete familiar. El es demasiado tradicional y pretendía que Fuyumi se quedara en casa, pero claramente no lo hizo. 

Yo soy contador. No se hacer otra cosa más que usar números simples. Siempre se me facilitaron las matemáticas, por eso era fácil saber en qué era bueno. Si hubiera querido perseguir las artes habría fallado de manera vergonzosa. La única lo suficientemente buena para eso era Fuyumi y terminó siendo maestra. Bailaba hermoso cuando éramos jóvenes. Fui a cada una de sus presentaciones junto con Hanta. El bailaba a veces. Ellos eran los artísticos. 

Ella y Hanta. Hanta, el chico con el que crecí. Mi vecino de a lado por más de 15 años, toda una vida. Sus padres aún viven en esa casa.

Sus ojos estaban llenos de alegría y tenía una necesidad de tener aventuras todo el tiempo. De descubrir cosas. Era juguetón, risueño, popular y muy guapo. El era todo lo que cualquier señora desearía tener de yerno. Era perfecto.

Era alto, lo suficiente para que tuviera que levantar el mentón al verlo; su cabello era largo, no fumaba, no bebía, no maldecía, al menos no en público. Era un total caballero, un grandioso bailarín, un buen cantante, un maravilloso niñero. Amaba los gatos y la comida picante. Jamás era descortés, tenía mejores modales que todos los chicos del barrio en el que crecimos. 

Era más que perfecto. Y yo poco a poco me convertí en otra persona que suspiraba por el. Algo imposible con esa sonrisa. Tenía ese algo que te invitaba a seguirlo.

Only youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora