CAPÍTULO 12

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- ¡¡No!!

En el vacío del estadio un grito salvaje desgarró el silencio.

Rod, aún con el arma en sus manos, bajó lentamente los brazos, tembloroso y agitado. El fogonazo había salido veloz cual rayo, tan sencillo e instantáneo como si su sólo deseo hubiera sido suficiente para jalar el gatillo. Simplemente pensó en disparar y de pronto... ya estaba hecho.

- No... no, no, no...

Los lamentos desde el hielo se alzaban como himnos a su victoria. Había dado en el blanco, no cabía dudas, pero... pero algo no estaba bien, no. Algo había salido muy mal, podía sentirlo claramente aunque no lograba discernir de qué se trataba.

Con la respiración alterada, aún tembloroso por la repercusión del disparo en sus manos, entornó los ojos para mejorar su visión sobre los cuerpos caídos. Y entonces... fue cuando lo vio. Vio cómo Levi se enderezaba, alzando los brazos hacia él, mostrándole sus manos ensangrentadas.

- Asesino... ¡Asesino! – gritó mientras Eren continuaba tendido en el hielo, totalmente inmóvil.

Un jadeo seco y una puntada de dolor en el pecho, eso fue lo único que Rod fue capaz de distinguir en su propio cuerpo. Hundido en una mezcla de desesperación e incredulidad, abrió los ojos al extremo. No podía haberse equivocado así, ¡no podía haber matado a su niño! Pero Levi continuaba arrodillado frente al cuerpo vuelto hacia él, sosteniendo la laxa cabeza sobre sus manos, hundiendo el rostro entre el cabello castaño, meciéndose de adelante hacia atrás repitiendo las mismas palabras. Asesino. Asesino.

Atormentado, Rod avanzó casi corriendo por el hielo hasta ellos. Era verdad, era Eren el herido, había sido él el escudo humano que detuviera la bala homicida. La pequeña mancha oscura en el costado izquierdo del cuerpo sobre su buzo azul, rasgado por el impacto, ya era un extenso mar rojo sobre la pulcra remera blanca que llevaba debajo, como revelaron las manos que lo revisaban con desconsuelo. Allí estaba la rojiza carnada tentando a la muerte. Sangre fresca, mojada. Sangre joven y amada.

Aún en shock, Rod susurró algo en su lengua, los ojos llenos de lágrimas, negando con la cabeza, rehusándose a aceptar la realidad que tan cruelmente le abofeteaba el rostro. Le había disparado, a él, ¡a su bebé! Lo había matado... había matado a su amor...

En un profundo suspiro pareció exhalar todo el aire de su cuerpo, el dolor en el pecho contorsionándole el rostro, amenazando con atravesarle el corazón. Momentos después, ya sin nada que perder, volvió a cargar su arma. Los pasos a seguir eran sencillos: mataría al maldito de Ackerman, y con otra bala luego iría a reunirse con su niño, donde fuera que estuviera ahora. Lo alcanzaría, no iba a dejarlo caer solo en las frías profundidades de la muerte, iría a acompañarlo y protegerlo como siempre había hecho, no seguiría sin él.

Levi se echó levemente hacia atrás, aterrado, sus ojos enormes y húmedos cuando el cañón del arma apuntó directamente a su frente. Rod contuvo la respiración, calculando el punto exacto del impacto. No iba a haber palabras finales, simplemente jalar del gatillo y todo estaría completo. Pero entonces... un leve movimiento. Los ojos de ambos se volvieron hacia Eren. No estaba muerto aún. Respiraba. ¡Respiraba! Pero apenas lo imprescindible. O había sido su imaginación o el frágil aleteo de vida que aún lo animaba era demasiado débil para hacerse notar. Como fuera, Rod no podía arriesgarse a perder la última oportunidad de salvar a su pequeño. Sin dejar de apuntar a Levi, estiró su mano libre lentamente hacia el cuello de Eren. Debía encontrar pulso... tenía que sentir en sus dedos el débil pero constante latido de su corazón...

Pero antes de alcanzar la tierna garganta, un movimiento rápido y enérgico lo derribó de espaldas y el arma se le escurrió de las manos resbalando a toda velocidad por el hielo. Aunque sorprendido por el golpe, de inmediato se echó tras ella, avanzando casi a gatas por la resbaladiza superficie, pero su adversario fue más rápido y consiguió tomarla antes que él. Agitado, Rod alzó los ojos hasta la figura que ahora estaba de pie a su lado. Y con una mezcla de resignación y alivio comprobó que era Eren quien, también con la respiración acelerada por la breve carrera, lo apuntaba directo al rostro...

Sangre sobre el hielo - Ereri (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora