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Mi mente divagó por un momento después de esa conversación (que, sorprendentemente, había sido más larga que las anteriores), parecía mala idea

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Mi mente divagó por un momento después de esa conversación (que, sorprendentemente, había sido más larga que las anteriores), parecía mala idea... ¿Pero valía la pena?

Sí, realmente lo valía.

Estaba seguro de que pasar el tiempo con él sería divertido. Salir de mi monótona rutina no estaría mal, ¿no? Así quizás podría hacerme su amigo.

[...]

Salí de la habitación (con permiso del enfermero compañero de Laia), esperaba encontrarme con el de la habitación 10, pero, en cambio, el pasillo se encontraba terrorificamente vacío.

Seguramente me esperaba en el patio, así que me dirigí a paso apurado hacia allá.

Sí, definitivamente estaba ahí.

Su mano se movió para saludarme y una sonrisa inundó sus labios, yo sonreí igualmente, devolviéndole el saludo, me acerqué hasta la banca, aunque me senté en la otra para mantener la distancia necesaria.

—Eres realmente alto— rió, y yo volteé los ojos.

Lo sabía, no había necesidad de recordarmelo. No era algo que me gustase mucho de mí.

Me dediqué a detallarlo un poco... Era algo pequeño a comparación a mí, y realmente guapo. Sí, lo era.

—Tú eres un enano.

-Ti iris in inini— se movió de forma rara y yo reí ante eso. —Ya dame galletas.

—No.

—Sí.

—No.

Se levantó sin decir ninguna palabra, y se acercó hacia mí casi corriendo, quitándome las galletas de las manos.

Me quedé en shock por unos momentos, tratando de analizar lo que había pasado.

Sus manos habían rozado las mías.

Fruncí el ceño al ver a Tomás comerse tranquilamente las galletas que me pertenecían. —Te odio.

—Yo también te quiero— habló con la boca llena, hice una mueca de asco.

Quería comer galletas, pero era agradable verlo comer así de feliz.

diez.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora