Todo.

Ojos intensos.

Llegaría tarde a la siguiente clase, otra vez.

Pero necesitaba mi libro, y si por él tendría que llegar a la clase con la respiración entrecortada por correr lo haría, así que me apresuré a subir las escaleras para llegar al salón en el que había dejado el libro. Supuse que ya nadie estaría en los pasillos porque el timbre había dado el inicio a clases hace ya un tiempo, así que no tendría que preocuparme por esquivar a personas en las escaleras y corredores. Subí los escalones de dos en dos, hasta que, más cansada de lo normal, llegué al pasillo de la segunda planta, y ¡Demonios! que estas escaleras me sofocan demasiado. Distraída, seguí mi camino hasta que mis ojos inconscientemente lo enfocaron.

Era él, el único chico con el que no he necesitado hablar para saber que él es quien quiere ser, con su mirada profunda y de un color miel puro que podrías observar todo el tiempo que quieras sin perder interés alguno.

Sentí mi piel erizarse bajo mi ropa.

Caminaba en mi dirección con paso despreocupado, y lentamente lo recorrí hasta toparme con su ojos, tan intensos. Pero como siempre, no pude sostenerle la mirada mucho tiempo, mi mirada cayó, y me recriminé más de lo necesario por eso, pero aún podía sentir su mirada sobre mí, aunque ahora yo no pudiera hacer nada más que mirarlo fugazmente. ¿Por qué tuve que olvidar el libro?

Un momento, ¿Él en serio me está viendo?

Volteé la cabeza hacia el lado contrario como si estuviera tratando de ver algo en el momento que pasó junto a mí. Y una palabra apropiada para mí llegó a mi mente.

-Cobarde-.