🪐 CAPÍTULO EXTRA 🪐

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La rubia no le dió oportunidad siquiera de hacer o decir nada más, y la rosa que había sido comprada con un poco de vergüenza y demasiado amor terminó medio deshojada en el pasillo, regada igual que las maletas de Alex que ni siquiera se interesó en meter con ella al departamento de su novia.
Y no es que precisamente Piper le hubiera dado la  opción de regresar a tomar las maletas o decir cualquier otra cosa, más bien simplemente la jaló consigo al interior y más específicamente al sofá, donde cayeron aún consumidas por el beso que les impedía separar sus labios una de la otra.

Parecía irreal al fin tenerla así de cerca y realmente no había un solo espacio para otra cosa más que no fuera el amor que sentían una por la otra.
Alex le acaricio las mejillas y luego sus manos se deslizaron por el cuello de la rubia anhelando sentir toda su piel.
Por su parte la rubia se aferró a sus hombros, encajando las uñas con desesperación y luego se trasladó a la ancha espalda que adoraba.
Sus manos sintieron los omóplatos, ese sitio donde tantas veces había besado y el recorrido se hizo también por su columna vertebral hacia su espalda baja.
La pelinegra se separó del beso por un instante sonriendo mientras sus ojos se dirigían a los labios de Piper. Le sostuvo el mentón con los dedos y luego acarició sus labios en los de su novia, sintiendo el cálido aliento con cada una de las exhalaciones.

Las manos de Piper no se quedaron quietas, parecía que querían reconocer nuevamente cada centímetro de su novia y es que así era. Se deslizaron hacía su cadera y luego fueron subiendo por el abdomen plano que subía y bajaba con agitación haciendo que la pelinegra volviera a iniciar un beso más, mientras las manos atrevidas cobraban espacio camino arriba, hasta estar posadas en los senos prominentes de Alex. Se sentía tan bien amasarlos así que la excitación y el calor en el cuerpo de la rubia cada vez iba más en aumento, simplemente por volver a tocar a esa diosa cuyo cuerpo era perfecto.

Alex tampoco se contuvo demasiado, pues el calor la estaba sofocando y sus manos cobraron vida para ir al redondo culo de su excitada rubia. ¡Dios! Lo había echado tanto de menos que no se resistió para apretarlo a su antojo, pegando a Piper a su cuerpo y provocando que cada roce lograra encenderlas más a ambas.

La necesidad de Piper era palpable en cada una de sus acciones desesperadas, por ejemplo en la forma en que se aferraba a su novia jalándole el cabello y de vez en cuando acariciándole la espalda con ansiedad mientras sus uñas le recorrían aún encima de la chaqueta que pronto fue estorbando y de inmediato buscó deshacerse de ella deslizándosela por los hombros.

No hubo ninguna demora en la forma en que la rubia abrió las piernas dejando a Alex embonar entre ellas con tanta naturalidad como si fueran un par de piezas de rompecabezas, mientras sentía las manos de Alex acariciarle los muslos y ahora sus labios le consumían la tierna piel de su cuello, dejándole ver la urgencia que tenía también por amarla de esa forma en que les gustaba tanto a las dos.

Se habían echado de menos y esa era toda la verdad. Claro que Piper todavía estaba un poco molesta porque Alex había desaparecido durante todo el día y además de eso, ahora estaba ahí con ella sin siquiera darle previo aviso de que iría hasta Pensilvania, al menos para que Piper se preparara para recibirla.

—¿Sueles abrir la puerta en bragas a cualquier persona?— Alex le amasó el culo con intensidad.

—Cállate.

Los jadeos de Piper eran por demás evidentes y sin perder un solo instante más, volvió sus labios a los de Alex para iniciar un nuevo beso más desesperado que los anteriores mientras que Alex le levantaba la camiseta holgada que llevaba para sentir su piel. Esa suave y blanca piel que tanto había echado de menos y que ahora se erizaba nuevamente bajo su tacto.
No tuvo ni un poco de delicadeza al momento de arrancarle la ropa, y las bragas también terminaron en el suelo alfombrado de la sala, mientras que sus ganas iban en aumento conforme las cosas avanzaban, pero Piper no tenía mucho tiempo de desvestir el hermoso cuerpo que la volvía loca. Ella tenía ganas de dejar ir todo su enojo, de simplemente desquitarse con quien había causado en ella ese gran descontento que la había consumido todo el día.

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