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ChanYeol estudiaba al Señor Do, mirándolo por encima del papeleo.

Exudaba masculinidad y poder, por lo que ChanYeol quería sentir esas fuertes y seguras manos en todo su cuerpo. El hombre era cada maldito sueño húmedo que ChanYeol había tenido alguna vez, con toda su lujuria carnal y bañado en virilidad.

ChanYeol deslizó su silla acercándola hacia el Señor Do, inhalando la cara colonia del hombre. Dioses, hasta la colonia del hombre olía bien. Era ligera, almizclada, y ChanYeol tenía ganas de lamer el cuello del hombre sólo para poder olerlo más cerca.

—¡Tenemos que rellenarlo, ChanYeol!

—Está bien, Señor. — ChanYeol descansó su barbilla sobre su palma y miró al hombre más asombroso de la tierra.

Estaba tan ocupado soñando despierto acerca de cómo sería, el dominante hombre en la cama, que ChanYeol no se dio cuenta, que su codo se había ido deslizando suavemente hacia delante sobre la mesa bien pulida, hasta que casi chocó con el poderoso cuerpo.

—Siéntate derecho en la silla y presta atención, ChanYeol.

—Oh, está bien, Señor. —ChanYeol vaciló, ya que no llevaba ropa interior y estaba tan duro por el Señor Do. El hombre seguramente vería su erección si se sentaba derecho. Y estaba muy seguro que tener una erección no era uno de los requisitos del trabajo.

Era una pena, porque podría haber cumplido ese requisito con facilidad.

—ChanYeol, siéntate con la espalda recta.

—Sí, Señor. —ChanYeol se sentó lentamente, mirando hacia abajo a su regazo, y casi gimió cuando sus pantalones vaqueros presentaban su peor pesadilla.

Estaba duro como una roca.

Pero si el Señor Do se dio cuenta, no dijo ni una palabra.

—¿Tienes a alguien a tu cargo ChanYeol?

—¿Larry cuenta, Señor?

Las cejas del Señor Do se alzaron, pero rápidamente enmascaró cualquier emoción que sintiera. —Eso depende de quién es Larry.

—Es mi pez, Señor. —ChanYeol echó un vistazo hacia el escritorio del Señor Do, preguntándose si el hombre se enojaría si se levantaba para recoger su casco. Ya había perdido seis de ellos, y estaba seguro que el Sr. Kang no le daría otro.

Tenía el logo de la empresa impreso en colores brillantes y luminosos. A ChanYeol le gustaban los colores, pero los arañazos y abolladuras deslucían el verde lima.

—No puedes declarar una mascota, ChanYeol. —Mr. Do anotó algo en el papel y luego se detuvo—. No la declaraste en el pasado, ¿verdad?

ChanYeol volvió lentamente la cabeza hacia atrás y tragó saliva cuando vio la mirada de preocupación en el rostro del Señor Do. Se encogió de hombros ligeramente. —Tal vez. Me ocupo de él, Señor.

El Señor Do soltó la pluma, girando completamente hacia ChanYeol, apretando tanto las cejas que ChanYeol se sorprendió que no se conectaran. —¿Cuánto tiempo has estado declarando a Larry, ChanYeol?

—Sólo en los impuestos del año pasado, Señor.

El Señor Do dio un largo suspiro mientras agarraba la pluma de la mesa. —Vas a tener que modificar los impuestos del año pasado, ChanYeol.

Lo que sea que eso signifique.

—Además de las mascotas, ¿cuántos viven en la casa?

—Solo yo, Señor. —ChanYeol se echó a reír, y la risa se convirtió en un sonido un poco extraño. Esperaba que el Señor Do no lo oyera—. Pero Dizzy me hace compañía. Ella es para partirse de risa. —Se dio una palmada en la rodilla.

𝑒𝑛𝑡𝑟𝑒𝑛𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑎 𝑐ℎ𝑎𝑛𝑦𝑒𝑜𝑙 || 𝘴𝘰𝘰𝘺𝘦𝘰𝘭Donde viven las historias. Descúbrelo ahora