Capítulo 5

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Cuando llegamos a casa ni me molesté en asomarme por la puerta del salón. Para ver la cara de oler mierda de mi padre y darle un disgusto más a mi madre, me iba directamente a mi habitación.

Mientras me preparaba para la noche, le pegué un grito a Javier para que viniese a mi cuarto.

–Ponte algo guapo en ese cacharro tuyo que gira. –Le dije con alegría.

Me puso mala cara al escuchar como llamaba al tocadiscos, pero finalmente accedió. Se fue corriendo hasta su propia habitación algo emocionado. Pasados unos minutos empecé ha escuchar una música con un ritmo muy marcado, pero que incitaba a mover el cuerpo compulsivamente hacia adelante y atrás marcando el pulso del compás. Tanto tiempo escuchando a mi hermano hablar de sus frikadas de música me estaba pasando factura.

Cuando estaba empezando a cardarme el pelo, apareció mi hermano por la puerta con una camiseta y una camisa en cada mano.

–Cris, ¿a ti qué te gusta más? ¿La camiseta o la camisa? –Me quedé perpleja. Jamás me había preguntado algo así, solía ponerse lo primero limpio que pillaba. –A ver, si tu fueses una chica... que lo eres... pero, si fueses a una cita con alguien, ¿te gustaría que fuese con camiseta o con camisa?

Alcé una ceja y una sonrisa fue apareciendo poco a poco en mi rostro. Al final, me fue inevitable aguantar mucho más la carcajada. Mi hermano puso cara de enfado, se dio media vuelta y se marchó.

Empecé a gritarle para que volviese y poder darle mi opinión. No había podido parar las carcajadas del todo. Se le veía tan mono pidiendo consejo a su hermana mayor para ir a ligar. Me había parecido verle ponerse rojo y todo.

Una vez que estuve lista, fui a la cocina a cenar algo antes de irme. Ligerito, para que la borrachera subiese antes. Allí estaba mi hermano cenando también, escuchando el final del partido que había ese día. Al final, optó por ponerse la camisa. Tenía la oreja totalmente pegada a la radio para no perder detalle. Ni se giró para mirar quien entraba por la puerta.

Pasé por su lado dándole una pequeña colleja mientras me dirigía hacia la nevera. Abrí la nevera y me cogí un plátano y un yogurt. Entonces, mi hermano, aún sin mirarme, me preguntó:

–¿Puedo irme a Tribunal contigo? –Asentí.

–Pero con una condición. –Ahí fue cuando me miró. –Que te quites esa camisa, que parece que te vas de boda.

Soltó un largo suspiro, y se levantó corriendo para cambiarse de ropa.

Una vez ya montados en el coche, aprovecho para hacerle un pequeño interrogatorio a mi hermano sobre lo que hará esta noche. Por supuesto que él me responde dándome largas o intentando cambiar de tema.

–Venga anda, cuéntame qué vas a hacer esta noche. Yo te cuento un montón de cosas sobre mi vida. –Pone una ligera mueca. –¿Vas a probar suerte o ya tienes a la suerte elegida?

–He quedado con una chica... –Me contesta con la boca pequeña. –Pero van a estar también sus amigas, así que tampoco he quedado con ella exclusivamente.

Suelto una sonora carcajada que tapa la música que está sonando de fondo en la radio del coche.

–¡Mírate! Estás hecho todo un ligón, buscando plan b. –Pero su respuesta es una rotunda negativa.

–No, yo solo estoy interesado en una. Creo que podría ser la definitiva. –Sonrío y niego ante esa respuesta.

Continuo con el interrogatorio hasta que llegamos a los alrededores de la estación de Tribunal y aparco. Nos bajamos los dos del coche y antes de que tomemos direcciones opuestas, le aviso de que se ponga condón. Él se limita a mirare con fastidio y se marcha hacia vete a saber qué garito.

Yo sin embargo me voy a mi bar de confianza, el Penta, sin duda el bar con más personajes de todo Madrid. Alguna vez que otra, los Radio Futura y los Paralisis Permanente me habían invitado a pintarme un tiro con ellos. Aquello estaba repleto de gente excéntrica, casi todo pijos que van a gastarse la pasta de papá y mamá. Al menos eso es lo que decía mi hermano.

Pero sin lugar a duda, el que más destacaba allí, era Ricky. Un marica con las rayas de los ojos tan largas que casi se encontraban en su nuca. No era difícil que pasara desapercibido ya que medía casi dos metros, pero él ponía empeño en destacar aún más.

–Ahí está la puta más guapa de to' Madrid. ­–Chilló haciéndose oír por encima de la música.

Me acerqué a la barra con él y le pedí al camarero un Cua-cua. Me puse de puntilla y me estiré todo lo que pude para darle dos besos, él me lo puso fácil agachándose ligeramente.

Ricky ya me tenía una pintada sobre un pequeño espejo que reposaba en la barra. Me agaché y esnifé con fuerza. Sentí un ligero picor que atravesaba mi nariz y un escalofrío bajó hasta mis pies.

–La próxima la hago yo, que tú picas fatal, Ricardo. –Dije aún notando el picor en la nariz.

–¡Ay, por favor! No vuelvas a llamarme así, suena tan poco maricón.

Me reí ante su comentario, y empezamos una banal conversación sobre los nombres que sugerían que su dueño era claramente homosexual. Ricky, mira a su alrededor y para su vista en un punto fijo. Sonríe, y me dice:

–Ahora en un rato te confirmo si aquel morenazo tiene un nombre gay. –Se bebe lo que queda de su copa de un trago. –Deséame suerte.

Me giro hacia la barra con la intención de pedirme otra copa, pero el camarero parece estar muy ocupado agitando la coctelera y marcando bíceps para un grupo de quinceañeras. Entonces un hombre se pone justo a mi lado y le pega un silbido para llamar su atención. El camarero nos mira con fastidio y se acerca.

–Ponme un Sol y Sombra, y para la señorita... –Dijo esperando a que contestase.

Tacones sin alientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora