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Javier Hernández era una persona simple. Venía de un barrio de clase media, de una familia bien parada y de un círculo social normal y agradable.

En la escuela su inteligencia era destacable, pero su esfuerzo era prácticamente nulo. Apenas podía pasar con sus notas finales. Al final de cuentas, no era destacar su principal objetivo, sino pasarla bien alrededor de sus amigos, y siendo estos una cantidad considerable, tenía que dedicar una cantidad de tiempo equivalente.

Asi nació y así terminó siendo hasta sus últimos días de universitario, cuando la mayoría de las personas que conocía sentaron cabeza.

En el examen que le abriría las puertas como un contador profesional tuvo la capacidad de obtener el promedio más alto de toda su generación y el tercero a nivel nacional. Por lo que, en consecuencia, se puso en la mira de diversas empresas que anhelaban tenerlo entre sus tropas.

Y así, en el día de su graduación, se fue con todos sus amigos a comer trancas al puesto del compadre de su papá. Como era costumbre desde hace algunos años, pagaron en una sola cuenta, pero al ser esta más grande de lo normal, logró confundir al nuevo cajero del lugar, cobrando menos de lo indicado.

Ante tal situación, los jóvenes pagaron rápido y se fueron, pero algo le decía a Javier que hiciera lo correcto, por lo que una vez se fueron todos, regresó para hacerle notar su error al cajero.

Tras ese incidente, su vida continuó como si nada, y no fue hasta pasado un mes que el llamado de su padre a la sala de su casa le dejaría una excelente noticia. Al parecer, su compadre le había encontrado trabajo.

—¿De verdad? Acepto— No se lo pensó tanto y decidió tomar cualquier cosa que le deje experiencia— Es en su puesto de trancas ¿no?

—No, no lo es— contestó Juan, el compadre de su papá, dejando al omega muy confundido— Resulta que le conté sobre ti a un amigo de mi hermana, y me preguntó si en verdad eras un muchacho honesto.

—Pues cómo no, hijo de tigre. — Era obvio el orgullo de su padre.

—Bueno, compadre, déjeme hablar— Miró al omega con desaprobación, para luego dirigirse al hijo de este— la cosa es que le dije que lo probara por su cuenta... y que se puso de cajero el día de su graduación pa' ver cómo corre.

—¿El chaparrito ese?

—Pues ese mero es el jefe de contadores en esa empresa de zapatos que acaba de salir. Cierre 7 que le llaman.

—Pero ¿cómo? Si no tengo mucha experiencia.

—Aaaay, hombre. —Nuevamente, su padre se unió a la conversación— Tú date. Pos ¿qué? Ni modo que no te capaciten ni nada.

—Pues sí, Javi, tú manda tu curriculum.

—No si, pero es que se me hace muy raro que nada más por devolverles 100 varos me vayan a contratar en una empresa tan grande.

—Pues pa' mi que le gustaste— un pequeño carmesí apareció en la mejilla del alfa— y como no, si de gran árbol sale buena madera

—Ay, compadre, no diga eso— evitó mostrar su vergüenza cambiando el tema— A la primera falta de respeto te me sales de ahí, Javier.

—No, compadre, esos ni te dicen nada cuando se los están cargando en la chamba— Soltó un suspiro— Mi hijo Memo tiene como un mes que anda bien raro­... ¡Si hasta el olor le cambió! — Miro más seriamente al Hernández más pequeño— Desde hace 2 años que trabaja con ese mendigo argentino se trae algo... si no me va a hacer wey.

El omega menor solo hizo menso. No le iba a decir que su hijito Memo llevaba un año saliendo con su jefe... y que ciertos tamales se andaban cociendo en su olla.

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Hola de nuevo.

Tenía planeado actualizar diario, pero ayer ya no pude :c. La cosa es que debido a eso, traje un capítulo extra como recompensa, que voy a subir en un ratito.

Siendo sincera, no iba a hacerlo, pero me extendí un poco, así que para que todos los capítulos tengan casi la misma extensión, lo dividí en dos, por eso este es un poco más corto.

En fin, muchas gracias a los que se tomaron el tiempo de leerme. Los tkm.

Oficinista con hijosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora