Ese día, era uno como cualquier otro, me levanté por la mañana, desayuné mi café con tostadas y me dirigí al instituto, como de costumbre.
De camino al instituto, vi un chico guapísimo cruzar la calle, el ni se había fijado en mi, era un chico alto, fuerte, apuesto, de pelo negro...
Llevaba unas gafas de sol muy oscuras, por lo cual no llegué a ver sus ojos, me quedé sorprendida, nunca había visto a un chico tan guapo entrar al instituto...
De repente se giró, me miró, y se echó a reír, y mientras yo, extrañada, me puse roja y me apuré para llegar a clases...
Cuando llegué a la aula, me senté al final de todo, quería estar tranquila, dejé la mochila en la silla de al lado, dando a entender que me quería sentar sola, de repente entró el chico guapo acompañado de la profesora, volvimos a cruzar miradas, mientras la profesora le decía...
-Allí, al final de la clase, hay una mesa libre, siéntate.
El se iba acercando a mi, lentamente, me volví a poner roja, no podía dejar de mirarlo, el seguía con las gafas de sol puestas, eso me daba mucha curiosidad...
Cerré los ojos, intenté tranquilizarme, saque la mochila, para que el se pudiera sentar, al hacer eso, se me cayeron los libros que había dentro, rápidamente los recogí, y los volví a introducir en la mochila...
El se sentó, y me dio un beso en la mejilla, lo cual me sorprendió mucho, todos los de la clase empezaron a cuchichear...
El chico nuevo y yo, empezamos ha hablar mucho, la verdad, en poco tiempo, ya éramos inseparables, un día que se sentó a mi lado, le pasó algo que le pasa mucho a los chicos de mi edad, y es que se empalmó en medio de clase, justamente ese día, la profesora le pidió que saliera a la pizarra a resolver una ecuación de matemáticas, el me miró, y me dijo susurrando al oído...
-Esto que me esta pasando, es por tu culpa, me provocas mucho con esa faldita.
Yo lo miré, sorprendida por lo que me acababa de decir, y rápidamente, alcé la mano, para insinuar que yo quería hacer la ecuación, yo era de las alumnas que nunca quiere salir a la pizarra, de las que se queda siempre callada, pero ese día, decidí hacerlo...
Después, al volver a mi sitio, estaba muy avergonzada, a el, se le escapaba una risita tonta, y cada vez se acercaba más a mi, yo notaba su mirada penetrante todo el rato, de repente, noté su mano bajando por mis piernas, entonces me giré a mirarlo, cruzamos miradas, puse mi mano sobre la suya, dirigiéndolas poco a poco hacia mi ropa interior, empezó acariciándome por fuera, de repente paró, se había dado cuenta de que yo estaba temblando, así que se acercó a mi oído y me dijo...
-Tranquilízate, no pasa nada, si no quieres...Lo entenderé.
Entonces, agarré su mano con más fuerza, y la introduje en mis braguitas, dándole así a entender que no quería que parara...
A decir verdad, cuando me dijo que estaba así por mi culpa, me excité, y mucho, puede que tuviera razón, y de verdad lo estuviera provocando, pero en ese momento, solo podía pensar en satisfacer mis deseos, le solté la mano, y dejé la suya sola con mi vagina, me puse de brazos cruzados encima de la mesa, mientras miraba a la profesora, a el pareció sorprenderle mi forma de actuar, ya que yo nunca había actuado así, empezó acariciando mi clítoris, suavemente, un buen rato, yo cada vez, estaba más y más excitada, notaba sus dedos subiendo y bajando por mi rajita, poco a poco, empezó a introducir un dedito, yo me empezaba a estremecer, no paraban de escapárseme pequeños gemidos, así que agarré un lápiz, lo introduje en mi boca, y lo a empecé a morder un poco, para intentar controlarme, pero aún así, los gemidos se me iban escapando, unos más fuertes, otros más flojos, a el eso parecía divertirle, porque la risita seguía, de repente ya no era solo un dedito, ya eran dos, y el placer que sentía, era mayor, no hace falta ni explicar, lo mojada que estaba yo, la adrenalina de pensar que alguien nos podía pillar, hacían que yo me excitara mucho, y el parecía entenderlo...
Cada vez, introducía los dedos más y más rápido, parándose a ratos para frotar mi clítoris, la manera con la que manejaba las manos, me tenía sorprendida, parecía no ser la primera vez que hacía eso...
Llegó el punto en el cual yo ya no podía más, le insinué que parara, lo hice repetidas veces, pero el parecía disfrutar haciéndolo, cada vez iba más rápido, yo iba a venirme, no quería hacerlo, pero su rapidez, su manera de manejar los dedos...
Eso era demasiado para mí, los gemidos no paraban de salir por mi boca, así que la escondí dentro del cuello de la camisa, de manera que sonaran menos, en ese momento, se me escapó un último gemido, ese último gemido fue el que sonó más fuerte de todos, el que el necesitaba para entender que ya me había venido, aún que puede que su mano, toda mojada por mis fluidos también ayudara, saco su mano a la superficie, estaba toda mojada, tenía los dedos hasta arrugados, esos delitos que habían estado dentro de mi, se dirigían al interior de su boca, cuando el ya había lamido sus deditos se sacó un pañuelo del bolsillo, el cual me dio diciéndome...
-Sécate bien, esto te lo he provocado yo, igual que mi erección la habías provocado tu.
Me volví a poner roja, saque unas braguitas que llevaba de recambio en la mochila, agarré el pañuelo que el me dio y me fui al baño a cambiar...
De esto ya hace un mes, a los pocos días de que eso pasara, se tuvo que volver a cambiar de instituto, no hemos vuelto ha hablar desde entonces, pero es un recuerdo que siempre guardaré, igual que su pañuelo limpio, que sigue en una caja debajo de mi cama, esperando a que el venga a buscarlo.