Pocas cosas había mejores que un paseo en coche por el campo en una tibia tarde de otoño. Young Saeng recordaba la rutina de sus sábados libres en Seúl. Un poco de compras, ya que suponía que si algo echaba de menos de Seúl eran las compras, y quizá un paseo por el parque.
Correr, nunca. Young Saeng no creía que tuviera sentido correr cuando podía llegar al mismo sitio andando.
Y conducir… bueno, eso era todavía mejor. Hasta ese momento no había tomado perfecta conciencia del placer que suponía no solamente poseer un coche, sino circular por una carretera rural con los cristales de las ventanillas bajados y la música de la radio a todo volumen.
Las hojas estaban empezando a cambiar conforme avanzaba septiembre. Pinceladas de color competían con el verde. En una carretera en particular que había tomado siguiendo un impulso, los grandes árboles de cerezo se cernían sobre el asfalto formando una espectacular bóveda que dejaba entrar retazos de luz, corriendo en paralelo con un arroyo.
No fue hasta que vio la señal que se dio cuenta de que estaba camino a la colina. Recorría la carretera Mountain View.La gran casa marrón, había dicho Kyungsoo. No había muchas casas por aquella zona, a unos tres kilómetros del pueblo, pero había logrado distinguir algunas entre los árboles. Marrones, blancas, azules: algunas cercanas al arroyo y otras más elevadas, con estrechos caminos excavados que hacían de senderos de entrada.
«Un lugar solitario para vivir», pensó. Y para criar hijos. Por muy seco y taciturno que le hubiera parecido Kim Hyun Joong, había hecho un maravilloso trabajo con sus hijos. Ya sabía que había tenido que hacer el trabajo solo. No había tardado mucho tiempo Young Saeng en entender el funcionamiento de las poblaciones pequeñas como aquélla. Un comentario aquí, una pregunta allá, y ya había acumulado suficientes datos como para componer una biografía completa de los Kim.
Hyun Joong había vivido en Seúl desde que su familia abandonó Kim Boseong-gun cuando él apenas era un adolescente. Seis años atrás, cargado con los dos gemelos, había vuelto. Su hermano mayor, un doncel, había estudiado en una universidad local, se había casado con un chico del pueblo y se había establecido en Kim Boseong-gun años antes. Había sido él, según se decía en el pueblo, quien le había animado a volver para educar allí a sus hijos cuando su esposo lo abandonó. «Dejando a los pobrecitos niños en la estacada», le había dicho la señora Eunji a Young Saeng en la panadería del supermercado. Al parecer se había marchado sin decir una palabra, y no había vuelto a aparecer desde entonces. De tal manera que el joven Kim Hyun Joong había tenido que hacer de omma y de appa.Quizá, pensó Young Saeng cínicamente, si hubiera hablado con su esposo de vez en cuando, él se habría quedado a su lado. Pero no: eso no era justo. No había excusa alguna que justificara que una omma abandonara a sus hijos pequeños y no volviera a ponerse en contacto con ellos durante seis años. Al margen de que Kim Hyun Joong hubiera sido un buen marido o no, los niños se habían merecido otra cosa. Pensó en ellos en aquel momento, la viva imagen duplicada de la picardía. Siempre le habían gustado los niños, y los gemelos Kim eran como un gozo doble. Le había encantado tenerlos de público una o dos veces por semana durante los ensayos. Youngsoo le había mostrado todo orgulloso su primer exámen de deletreado… con su gran estrella de plata. De no haber sido por la única palabra que falló, según le había contado, habría conseguido la de oro. Tampoco le habían pasado desapercibidas las tímidas miradas que Kyungsoo solía lanzarle, o sus rápidas sonrisas antes de que bajara la mirada ruborizado.
Suspiró de placer cuando salió de debajo de la bóveda arbolada, otra vez a la luz del sol. Delante de él estaban las montañas que daban nombre a la carretera, recortándose súbitamente contra el cielo azul. La carretera se curvaba sin cesar, pero ellas siempre estaban allí, oscuras y distantes.
El terreno se alzaba a cada lado de la carretera, en onduladas colinas y resaltes rocosos. Redujo la velocidad cuando distinguió una casa en lo alto de una loma. Una casa marrón. Probablemente de madera de cedro, pensó, con un basamento de piedra y lo que parecían metros y metros cuadrados de cristal. Tenía una terraza de madera en el segundo piso y árboles alrededor. De las ramas de uno de ellos colgaba un neumático a modo de columpio.
Se preguntó si sería ésa la casa de los Kim. Esperaba que sus pequeños y nuevos amigos vivieran en aquella casa tan sólida y bien diseñada. Pasó entonces al lado del buzón plantado al pie de la carretera, en la confluencia con la larga pista que llevaba hasta ella. Señor Kim e hijos .
Aquello le arrancó una sonrisa.
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Una omma por navidad. ☃️
RomanceUna omma por navidad. ☃️ Sinopsis: Los gemelos Kyungsoo y Youngsoo habían pedido a Santa Claus un único regalo: ¡una omma! ¿Conseguirán al final los gemelos su regalo de Navidad?