I. The Audition

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Dallon se quita el anillo que decora su mano izquierda para guardarlo dentro de su estuche, del cual ha sacado un pesado bajo eléctrico. Una voz desde el interior del salón de ensayo pronuncia su nombre, pidiéndole entrar a dicho sitio, a lo que el alto hombre obedece. Ahí, se coloca justo en el centro y fija su mirada al frente. Ante él, tres personas sentadas en una cansada posición detrás de una mesa plegadiza lo miran colgándose al hombro la correa adjunta a su instrumento musical y conectando éste al amplificador más cercano. En cuanto parece estar listo, aquellos tres le indican comenzar.

Entonces el audicionador empieza pasando una púa por las cuerdas ásperas del bajo en dirección descendente mientras los dedos de su otra mano se deslizan por los diferentes trastes del diapasón. Unos segundos después, su satinada, pero masculina voz resuena contra las paredes —tapizadas con paneles fonoabsorbentes para aislar acústicamente el salón—, contrastando con los tonos graves del frenético instrumento. Como todo un intérprete por naturaleza, él demostraba su talento con algunas notas altas llenas de confianza al final de su presentación.

Uno de los auditores mira fijamente al bajista con un par de impresionados ojos color chocolate. Se siente conmovido por la pasión de aquel joven y pronto se da cuenta que es justamente eso lo que la banda necesita. Luego de que el salón se torna silencioso, el mismo auditor se levanta de su silla metálica barata e inevitablemente aplaude con mucho estruendo para que el virtuoso cantante pueda oírlo.

Como era de esperarse, los fríos ojos azules se ven atraídos hacia el extraño animador y detectan una sutil sonrisa de aprobación tomando lugar en sus labios carnosos. Halagado por tal reacción, Dallon le sonríe de vuelta antes de bajar la cabeza, lo que resulta en unos cuantos mechones de su ondulado cabello castaño colgando a los lados de su cara. Él se enfoca en su instrumento color naranja y recuerda quitárselo de encima, sujetándolo por el mástil.

Los otros dos hombres en las sillas siguen serios, sus brazos cruzados como si estuvieran juzgándolo. Pese a su aparente intención de intimidarlo, Dallon mantiene una firme y calmada postura desde el centro de la sala alfombrada en la espera de un veredicto. Fugazmente hace contacto visual con el tipo más robusto sentado a la izquierda del que había aplaudido, y enarca una ceja confundido por la cara de desconfianza que aquel le dedica.

— Gracias por venir, — Dice ése desconfiado en un tono indiferente. — eso es todo por…

— ¡Un momento! — El hombre bajito, aún de pie, usa su grave y profunda voz para impedir que su compañero de banda eche a semejante genio musical del cuarto acondicionado. — Reunión grupal, ¡ahora! — Exige, y los otros sueltan un largo suspiro antes de agruparse, dándole la espalda al audicionador.

— Brendon, sé lo que estás pensando y no estoy de acuerdo. — El baterista expresa su opinión.

— ¿Por qué no?, ¿acaso no pusiste atención? Él es todo lo que estamos buscando. — Dice el de ojos marrones.

— Tú no comprendes. — Su tono se vuelve oscuro. — Hay algo raro en ese tipo que…

— Por favor, ahórrate tus conspiraciones, Spens. No ganas nada juzgando a las personas así.

— Yo también pienso que hizo una gran presentación. — El segundo compañero de banda decide intervenir, dando su punto de vista en voz baja, casi timido. — Es la mejor audición de las que hemos visto hasta ahora.

— Ryan tiene razón. — Brendon concuerda con el de ojos color avellana. — Además, este es el último en la lista. Haz a un lado tus prejuicios y admite que él está más que calificado para este puesto.

— Eso ya lo sé, pero no confío en él. — El más alto de los tres insiste.

— No confías en muchas personas. — Brendon rueda los ojos, pues esta no es la primera vez que su amigo ha actuado de esta manera. — ¿Sabes qué? Hablaré con él y averiguaré si trama algo raro.

Spencer calla por un momento, viendo esos enormes ojos cafés y luego los de Ryan. Los dos parecen suplicarle por una sola oportunidad, lo que conduce al baterista a considerarlo. Ya que ése par son su debilidad, se da por vencido.

— Bien, habla con ese tipo, pero quiero que seas discreto. Sácale información personal y reporta si algo de lo que dice suena extraño o sospechoso para ti. ¿Entendido? — Con una sonrisa triunfante, Brendon asiente y comienza a retroceder.

— Lo que digas. — Entonces se aparta de sus camaradas para cruzar el salón y acercarse al bajista, quien tranquilamente coloca su instrumento en un soporte cercano. Una vez estando ambos frente a frente, Dallon es el primero en hablar.

— Déjame adivinar. No le agrado a tu amigo.

— Acertaste, pero no vine a hablar sobre él. — Explica, mirando fijo a esos ojos azulados. — Estoy aquí porque siento curiosidad por ti. — Con base al tono que el más bajo usó, el audicionador formuló una respuesta.

— Quizá también siento curiosidad por ti. — Su atento y frío mirar nota el sutil modo en que las pupilas del auditor se dilatan ante lo que recién dijo, y una leve sonrisa aparece simultáneamente en sus bocas.

Sin percatarse de ello, Brendon se acerca más al de cabello castaño.

— Bueno, tal vez si me permites conocerte, le podría hablar de ti a mi amigo y hacerlo cambiar de opinión para que puedas unirte en nuestra próxima gira. — Propone, despertando el interés de Dallon.

— Interesante plan. — Dice el bajista sin romper el contacto visual, prestando atención a la más mínima reacción por parte de este extrovertido chico ante cada una de sus palabras. — Me apunto.

— Bien. — El hombre de cabello azabache se muestra contento ahora. — Te invito un trago. Hay un estupendo bar al lado de este edificio. — Aunque Brendon agarra el brazo ajeno, dispuesto a jalarlo y sacarlo de ahí, no puede llevar esto a cabo porque Dallon, aparte de ser más alto y fuerte, pone resistencia.

— Aguarda. ¿Puedo al menos saber tu nombre primero? — Él pregunta educadamente.

— Oh, claro. — El esbelto miembro de la banda ríe por lo bajo, apenado. — Una disculpa. Me llamo Brendon Urie, soy el vocalista principal. — Por fin se presenta a sí mismo, pasando por alto el repentino destello en los ojos del más alto. — Tú eres Dallon Weekes, ¿verdad?

— En persona. Encantado de conocerte. — Los buenos modales continúan. — Ahora, ¿podemos dirigirnos a ese bar que mencionaste? — Sugiere el audicionador a medida que toma su bajo eléctrico y lo desconecta.

En tanto se cuelga la correa a través del torso y acomoda el instrumento de cuatro cuerdas en su espalda, Dallon mira hacia la mesa plegadiza del otro lado del salón. Los ojos del músico se encuentran una vez más con los del amigo de Brendon, quien no se ve del todo feliz con esta situación. Lo único que lo hace dejar de mirar a ese sujeto es su móvil sonando dentro del bolsillo trasero de su pantalón. Su mano alcanza el dispositivo antes de rechazar la llamada rápidamente, sin importarle de quién se trata. De inmediato, abandona el lugar con Brendon aferrado a su brazo y recoge su estuche en la salida.



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El próximo capítulo probablemente lo suba en unas horas más o mañana en la tarde ;)
¿Qué les parece esto hasta ahora?

The Ill-fated Musician •• BrallonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora