II. Late Afternoon

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En menos de un minuto, abandonan el edificio acondicionado y entran al bar ubicado en la misma extensa avenida que el lugar de la audición. A pesar de esos segundos en el exterior, la frente de Dallon brilla debido a las gotas de sudor y sus mejillas arden por el calor. El vocalista de la banda se percata de esos pequeños detalles con una leve sonrisa mientras atraviesan la multitud rumbo a una mesa para dos que está pegada a la pared de ladrillos rojos. Éste toma al otro del brazo para llevarlo aún más adentro del ruidoso lugar.

— No estás acostumbrado a la sofocante temperatura de Las Vegas, ¿eh? — Una vez sentados en los taburetes cuyos cojines estaban envueltos en cuero negro, Brendon da inicio al interrogatorio de manera casual, queriéndolo hacer sonar como una charla ordinaria. — Me pregunto de dónde vienes. — Agrega al mismo tiempo que reposa un codo sobre la mesa y su barbilla en el dorso de su mano como demostrando su curiosidad.

— También soy del suroeste, en realidad, pero el clima en Salt Lake City no es tan caluroso como lo es aquí. — El bajista informa, estudiando su entorno y, de ese modo, revelando su carente familiaridad con la taberna.

Un instante más tarde, un empleado de mediana edad deposita en su mesa un par de heladas botellas de cuello alto llenas de líquido dorado, por las cuales Brendon agradece antes de volver a quedar a solas con el ojiazul. Y ya que el primero toma y alza su cerveza para darle un sorbo, el último lo imita, no sin antes dudar un poco. Aunque él no suele beber alcohol, esta vez se atreve a hacerlo porque su bajo acompañante se ha ofrecido a pagar por ello y, después de todo, él es un hombre educado que no rechazaría un gesto tan amable.

— Así que eres de Utah. — El cantante de la banda retoma la conversación, alejando la botella de vidrio de su boca y poniéndola sobre la pequeña mesa redonda. — ¿Y qué haces a cientos de kilómetros lejos de casa?

— Vine para audicionar.

— ¿Te tomaste la molestia de viajar hasta acá por una simple audición?

— Tenía que hacerlo. — Dallon también baja su cerveza, aunque a diferencia del contrario suelta la botella y descansa su mano sobre la mesa. — Probablemente no te imaginas cuán importante ha sido esta audición para mí. Tuve que reunir el valor para dejar esa ciudad y aprovechar esta oportunidad, pues podría ser la última.

Tal como esperaba, la expresión en esos ojos chocolatosos consiste en una mezcla de confusión e intriga. Por lo tanto, el foráneo procede a explicarse:

— Dado que cada banda de la que formé parte parecía estar condenada al fracaso, con el tiempo me iba convenciendo a mí mismo de que la música no era para mí. Renuncié a mi carrera por algunos años sólo para descubrir que no podía vivir de ese modo; aceptar cualquier empleo por más desagradable que fuera con tal de aportar dinero a la casa y tener que lidiar con las exigencias de mis padres me hacía sentir tan presionado. ¿Acaso tú no habrías deseado escapar de eso también?

— Definitivamente. — Brendon asiente, justificando sus acciones ya que es cegado por su innegable empatía. — Ahora entiendo cuánto significa todo esto para ti. Sin embargo, me temo que Las Vegas es un lugar muy caro para turistas con poco presupuesto. ¿Ya pensaste dónde pasarás la noche?

— Encontré un hotel en la zona norte donde me rentan un cuarto a un bajo precio. Ahí dejé mi equipaje. — Apenas avisa esto, el chico local gesticula preocupado.

— Oh, no. Ahí no hay buenos hoteles y básicamente cualquier barrio fuera del área turística es muy peligroso para personas como tú.

— Menos mal traigo mis posesiones más valiosas aquí conmigo. — Apunta al estuche de su bajo con sus fríos ojos. — Con equipaje me refería a una mochila con algo de ropa, pero no me importa en absoluto si la pierdo.

— Ahora que sé por lo que estás pasando, sería muy inhumano de mi parte si te dejo en esas condiciones. — Y porque el azabache tiende a ayudar a personas en aprietos, se aventura a sugerir lo siguiente: — Quizá prefieras quedarte a dormir en mi apartamento. Ahí tú y tus pertenencias estarán protegidos, te doy mi palabra.

Los ojos del bajista se abren de par en par, incrédulos. Él mantiene la boca abierta como si quisiera decir algo, mas le toma un tiempo hacerlo.

— No puedo aceptarlo. — Rechaza la bondadosa propuesta, moviéndose con algo de nervios en su taburete y negando con la cabeza a manera que su ondulada y voluminosa melena se sacude al compás. — Eso sería abusar.

— ¡De ninguna manera! A mí no me molesta compartir mi espacio. De hecho, me pondría más que feliz tener finalmente a un compañero. — Brendon insiste, inclinándose hacia el pobre sujeto. — Puede ser sólo por una noche. — De repente baja la voz, exponiendo su plan como si no quisiera que otros se enteraran. — Si aceptas, tendremos más tiempo para charlar y conocernos mutuamente, así el día de mañana Spencer verá que eres confiable y te dará un lugar en la banda.

» Honestamente, desconozco por qué no le agradas si no sabe absolutamente nada sobre ti. — Prosigue el menor. — Lo único raro en Dallon Weekes que he notado es que no encajas en este sitio, pero eso dejará de ser un problema cuando inicie la gira y nos acompañes a la costa este del país.

Esas palabras llenas de esperanza inspiran y consuelan a Dallon, quien gradualmente sonríe de nuevo. Un cálido sentimiento se instala en su pecho cuando la persona de buen corazón frente a él le devuelve la sonrisa, sellando así su complicidad. Ambos permanecen callados y, a pesar del ruido presente en los otros rincones del bar, ellos están quietos, concentrados en los ojos del opuesto. Queriendo sacar provecho de este momento, Brendon desliza una mano por la superficie de la mesa de forma muy discreta, acercándose lentamente a la del bajista.

Éste nota la intención y su meñique tiembla a medida que lo extiende para hacer contacto con el dedo índice ajeno. Basta con ese minúsculo toque para que los latidos de ambos se descontrolen. No obstante, el pulso de Dallon incrementa mucho más cuando oye nuevamente su tono de llamada. Como antes, saca el teléfono y presiona el ícono rojo, pero ahora se asegura de silenciar el dispositivo.

— No es importante. — Aclara tras guardar el móvil en el bolsillo de su pantalón y recuperar su cerveza en mano. — Respecto a la propuesta de hace rato, — Retoma el tema. — supongo que no es mala idea si es una noche nada más.

Esa respuesta amplía la sonrisa del vocalista pelinegro, mismo que toma y levanta su botella a la altura de su cabeza como brindando.

— Una noche y ya.

The Ill-fated Musician •• BrallonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora