𝑢𝑛𝑓𝑜𝑟𝑔𝑒𝑡𝑡𝑎𝑏𝑙𝑒 - 𝑑.𝑚 EN EDICION

IX

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Narrador Omnisciente;

Eran alrededor de las diez de la mañana, el Gran Comedor estaba lleno, pero el bullicio no lograba atravesar la burbuja de silencio entre Catherine y Hermione. La tensión entre ellas era palpable, no por enojo, sino por la incomodidad del tema que sobrevolaba la cabeza de ambas: Malfoy. Catherine tamborileaba con los dedos sobre la mesa, sus ojos oscuros fijos en el plato, como si estuviera evitando algo.

—No creo que Malfoy te haya ayudado porque sí —soltó Hermione de repente, rompiendo el silencio. Sus ojos analizaban a Catherine, tratando de leer más allá de lo evidente.

Catherine levantó la mirada, sus ojos chispeando de fastidio. No le gustaba hablar de Draco Malfoy, mucho menos cuando había algo en su interior que no terminaba de entender. —¿Podemos no hablar de eso? —respondió, con su tono ácido pero controlado. Catherine odiaba la sensación de que alguien pensara que dependía de la "ayuda" de Malfoy, como si fuera una debilidad en su carácter.

Hermione captó el mensaje y retrocedió. Sabía cuándo era mejor no insistir con Catherine, especialmente cuando ella se plantaba tan firme en una postura.

—Buen día —saludó Harry, tomando asiento junto a Catherine.

—Buen día, Harry —dijo Hermione, aún con el ambiente tenso.

—Hola, Harry —respondió Catherine, con un leve tono frio.

Harry sonrió. —Escuché que Malfoy discutió con Crabbe y Goyle, ya era hora, ¿no creen? —comentó, tratando de aligerar el ambiente con humor.

Cath frunció el ceño mientras dirigía su mirada hacia la mesa de Slytherin. Draco estaba allí, solo, aunque seguía manteniendo esa actitud altiva que tanto la exasperaba. —Qué raro... —murmuró, sin poder evitar sentirse atraída por la extraña situación.

[...]

El grupo se dirigía a la clase de Hagrid, bajando por las interminables escaleras de piedra. Catherine caminaba adelante, con su característico andar decidido, siempre un poco más rápido que el resto, como si estuviera lista para cualquier desafío que se le cruzara.

—¡Buenos días, tercer año! —gritó Hagrid, con una sonrisa amplia—. Tomen un libro y abranlo en la página cuarenta y nueve.

Malfoy, siempre con su desprecio habitual, agarró uno de los libros peludos y lo miró con asco. —¿Cómo se supone que abrimos esto?

—Tienes que acariciarle el lomo —respondió Hagrid, sin prestarle mucha atención. —Que ignorancia...—

Catherine soltó una risa y susurró hacia Harry: —Debe ser la primera vez que Draco acaricia algo. —Harry sonrió, disfrutando del humor ácido de su amiga.

Mientras Catherine se acercaba para tomar su propio libro, sintió la mirada de Malfoy. Esa sensación de que él la observaba siempre la molestaba, pero hoy parecía más intenso, más penetrante. Intentó ignorarlo, pero Draco, como siempre, no pudo resistir hacer algún comentario.

—Ey —dijo el rubio, como si fuera un impulso que no podía controlar.

Catherine se giró lentamente, cruzando los brazos y mirándolo con una mezcla de incredulidad y desafío.

—¿Qué quieres, Malfoy? —su tono estaba cargado de sarcasmo, como siempre que interactuaban. No iba a darle el gusto de pensar que le afectaba en lo más mínimo.

Él frunció el ceño, como si estuviera arrepentido de haber hablado, pero su orgullo no le permitía retroceder. —Tú que quieres.

Catherine lo fulminó con la mirada. —Tú me llamaste, idiota. No finjas. —Sonrió con desdén, como si lo estuviera retando a seguir el juego.