Capítulo 2

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—Espero, por tu propio bien, que sea importante —dijo Ethan McNearly mientras apoyaba lentamente sus codos sobre la mesa.

—Claro que sí. ¿Piensas que te haría venir a las siete de la mañana por una tontería? Tengo noticias.

—¿Y bien?

—Bueno —Ethan frunció el ceño mientras veía a Colin Parker dudar sobre si continuar con la frase o no. Aquello no le gustó—. Tenemos problemas con nuestro  negocio.

—¿Con la casa?

—No, lo otro.

Con un suspiro de frustración, Ethan se dejó caer contra el respaldo de la vieja y desvalijada silla sobre la que estaba sentado. Aguantó las repentinas ganas de empezar a fumar y se llevó los dedos al entrecejo para frotarse lentamente.

—Veamos. ¿Qué ha pasado ahora? Hace una semana todo iba bien.

—Eso fue antes de ponerme en contacto con el propietario. No quiere vender.

—¿Eso es todo? —preguntó Ethan incrédulo. ¿Había tenido que salir de su lecho caliente y reconfortante a las seis de la mañana para ir a una de las peores cantinas del sur de Bronx solo para enterarse de que algún estúpido no estaba de acuerdo con la venta y sus condiciones? Intentando no perder la paciencia, volvió a suspirar. —Sube la oferta. El dinero no importa.

La mirada que le dedicó Colin con sus almendrados ojos castaños dejó suficientemente claro lo que pensaba del derroche de dinero. A Ethan no le extrañó. Su antiguo compañero de correrías en aquel apestoso barrio no había tenido su suerte a la hora de hacer crecer su fortuna. Colin, al igual que miles de personas más, malvivía entre la semi ilegalidad de sus negocios y los trapicheos con mafias mucho más poderosas.

Pero para su frustración, las siguientes palabras de su amigo no eran lo que esperaba escuchar.

—No basta. El dueño de la compañía no está interesado en la venta.

—Todo el mundo tiene un precio, Colin.

—Pero en este caso, él tendría más probabilidades de comprarte a ti que tú a él.

—¿Qué quieres decir?

—¿Te suena el apellido Douglas?, de Nueva York.

Ethan soltó una brusca maldición poniéndose en pie. Colin simplemente le miró con ojos cansados.

—Lo he intentado todo —continuó Colin mientras se pasaba los dedos entre sus cortos y oscuros cabellos, despeinándolos en el acto —pero ha sido inútil. Ni siquiera he logrado hablar con alguien de la familia.

—¿Por qué de toda la maldita gente que hay en Nueva York tenían que ser ellos?

—Por lo visto, el lugar pertenece a una cadena de la que ellos son socios absolutos. Las acciones parecen estar repartidas entre algunos familiares, por lo que no hay posibilidad de compra.

—¡Estamos hablando de un sucio e insignificante casino, no de un jodido museo!

—Me he informado todo lo que he podido. Al parecer, este es uno de los más pequeños de la cadena. Hay siete, y aunque ha sido imposible averiguar a ciencia cierta las cifras, te aseguro que los beneficios son más que eficientes.

—Por lo menos tendremos la casa, ¿verdad?

—Sí, el banco la subastó hace mucho y sus actuales propietarios estaban más que contentos de deshacerse de ese montón de piedras. Por lo visto, lo compraron pensando que su pequeño negocio familiar les iría bien. Así podrían despejar el solar y construirse una casa. Pobres ingenuos, la pequeña ferretería en la que ambos trabajaron durante tantos  años quebró. —Colin calló por unos instantes. Ethan no le interrumpió, sabía que su amigo estaba recordando la penosa situación de aquella familia —Tenías que haberlos visto, Ethan. No tenían ni para comer y aun así seguían empeñados en sacar adelante la hundida ferretería. Cuando les mostré la oferta, no dudaron en aceptar.

Anhelos perdidos [Extracto]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora