THE ALTERS ── JAYDICK

⠀⠀⠀⠀❆❆❆ | CHAPTER TEN

Era el día de su primera cita, era ya principios de invierno, el cielo estaba cubierto de oscuras nubes y ambos estaban bien abrigados, para Jason, Dick lucía adorable con su bufanda gigante que cubría la mitad de su rostro.

Le sonrió completamente encantado.

—Estás muy lindo —dijo, mientras tomaba su mano, Dick sonrió de forma pequeña y se ruborizo.

Jason siempre le decía que era lindo, y cada vez lograba lo mismo, esas cosquillas en su estómago y el calor en sus mejillas.

Salieron del cuarto de la mano, caminaron juntos hacia la parada de taxi más cercana, y de allí fueron llevados hacia el centro comercial.

—Los juegos están en el piso más bajo —dijo Jason, entrando al lugar—. Volvemos a chequear opiniones, ¿Estás seguro?

Dick asintió, sonriendo.

—Richard está muy emocionado de ir, sería muy malo de mi parte si le canceló a último momento —dijo—. Estaré bien y estaré cerca, si me quieres, sólo llámame... Ya le dije a Richard que tendrá que comportarse.

—De acuerdo, después te llevaré a ese lugar que tanto quieres para cenar —dejó un beso en su mejilla, no se estaban despidiendo realmente, porque Dick estaría cerca y podría ver todo lo que harían, pero no controlaría nada, porque estaría Richard al mando.

Antes de llegar a los juegos, con sólo ver las luces de lejos, escuchó el grito de alegría del niño, y sonrió con ternura.

—¡Vamos, vamos, vamos! —Richard tomó su mano y lo arrastró hasta el lugar, tuvieron que perder un momento comprando una tarjeta y cargando algo de dinero para ir a los juegos, luego de aquello, Richard lo llevó de inmediato a una máquina dónde debía golpear a unos cocodrilos que se asomaban de unas cuevas como su primer entretenimiento.

Siguieron con una máquina que lanzaba agua, luego a otra que lanzaba pelotas a un payaso con una boca gigante.

Habló muy poco con Richard, el niño quería aprovechar para ganar los mayores puntos que podía y cambiar por algún premio, y sólo le gritaba a Jason que estaba perdiendo o que lo estaba haciendo mal.

—¡Jason! No puedes derribar ni siquiera un pino.

—Richard soy un asco para cualquier tipo de juegos, no hago estas cosas.

—Estoy muy decepcionado de ti, eres un perdedor.

—¡Entonces hazlo tú!

—¡No sé jugar a los bolos!

—¡Entonces no opines, tonto!

No había muchas personas más en el lugar, cada tanto un padre o par de niños, pero nadie les hacía mucho caso, estuvieron más de una hora en los juegos.

Al final, terminaron gastando lo último del dinero de la tarjeta en una máquina dónde atrapaban caramelos u otras golosinas, y que tenía premio asegurado, así, Jason se encargaba de atrapar todas las cositas que Richard quería, mientras el ojiazul se paraba a su lado y lo miraba mientras iba comiendo unas gomitas de osito que había sacado.

Al terminar, fueron hacia la caja del local, dónde el tipo les mostró sus puntos.

—Tienen un total de quinientos cuarenta y tres puntos, ¿Qué les gustaría?

Jason miró a Richard, el mayor lo pensó un momento, viendo los estantes con distintos carteles y sus puntos.

De repente su rostro se iluminó y sus ojitos brillaron de forma tierna, haciendo a Jason sonreír.

—¡Ese peluche! —señaló a un montón de pequeños animalitos de juguete—. El gatito.

El tipo del lugar fue a buscar el gatito, el último que quedaba de esa especie, de color rojo con negro, era del tamaño de la palma de una mano.