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Al iniciar la tercera semana, Luzu dejó salir de la cárcel al primer grupo de ex-revolucionarios.

Estaba empezando a notar un patrón: todos parecían desanimados ante la idea de estar allí.

En los interrogatorios, cuando empezaba a indagar, todos respondían con cierta emoción a cualquier pregunta sobre la Revolución. Algunos apasionados, otros melancólicos, otros incluso enrabiados que por poco y le escupen a la cara; era obvio que ellos aún sentían profundamente el pequeño proyecto de Quackity. Sus razones variaban desde la injusticia a la compasión a la camaradería, pero su lealtad a la causa era constante.

Tan constante que, cuando les preguntaban respecto al paradero de Quackity y su primo, Cochi, todos se quedaban callados. Ni siquiera Alexby, que en un principio se había mostrado tan colaborador, respondía a la pregunta.

Tampoco había una consistencia entre las respuestas sobre el cómo habían decidido rendirse. Alexby había dicho una cosa, los revolucionarios decían otra, y entre todos había cierta idea general que en los detalles empezaba a contradecirse. De Rubius, ni hablar, el oso no hacía más que decir un testimonio diferente cada vez que lo llamaban.

Para el sexto día, tomando en cuenta sus respuestas, Luzu eligió a quienes iba a liberar.

Entre ellos estaba Juan Calixto.

anatomía de un volcánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora