suspiro único

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¡Felices fiestas, amor mío! :D

Ok, existe la posibilidad de que esta sea la primera historia mía que lees, de ser el caso, por favor, no te sientas mal por mis palabras cariñosas, yo solo te amo y no debes preguntar nada al respecto <3

Ahora, sobre esta pequeña cosa obscena: ¡Es mi primera historia Gentlebeard! ><

Y estoy bastante nerviosa porque, aparte de que es un smut, de todos los fandoms en los que estoy ahora, nunca me había introducido como escritora en alguno con un smut ¬w¬. Obviamente agradezco todo el apoyo que tuve para hacerlo, pero no puedo evitar estar nerviosa, siempre lo estoy cuando trato nuevos personajes. Entonces, por supuesto, agradecería eternamente que me dijeras con sinceridad lo que pienses sobre esto :)

También dime si crees que salió OoC o cómo podría mejorar respecto a todo uwu, ¿ok? Solo una pequeña aclaración antes de que empieces, esta historia se ubica exactamente después del capítulo donde Edward y Stede, junto con Oluwande y Frenchie, van al barco elegante donde Stede aplica su agresión pasiva y luego hace que le barco se incendie, al final Ed y Stede se acercan de una manera muy sospechosa después de que Stede le acomodara su pedacito de ceda jejeee.

Creo que es todo, solo espero que disfrutes la lectura en este día (que espero de verdad sea mejor que el mío XD).

* * *

Fueron muchas las ocasiones en las que Edward había obtenido las mejores respuestas del mar. Controlado y suave como plata líquida si acaso las preguntas se antojaban resueltas, agitado y furioso, del color de la sangre, si dudara del castigo a imponer sobre los enemigos; pocas eran las veces en las que no podía leer en el mar las soluciones a cada complejo pensamiento. Desafortunadamente, veía por delante una de esas excepciones. La pasividad de las aguas poco le ofrecía para resolver la extraña situación en la que se hallaba. Quizá por eso la sensación de incomodidad, de vacío, se mantenía en la cima de sus preocupaciones, y difícilmente le encontraría un final o un gramo de coherencia.

Llevaba cerca de treinta minutos en la cubierta, paseándose a lo largo de la proa, escarbando entre los recovecos de su mente y en el mar aquello que, por algún motivo indescifrable, lo colocaría devuelta sobre ambos pies. Nada funcionaba y no se sorprendería, en tanto las preguntas lo golpeaban, creando, cada una, huecos que pronto haría crecer al doble. Tampoco descubriría en él el humor correcto para establecerse y seguir rumiando en lo demás. Resopló, sin saber si maldecir su decisión de aquella tarde, los pros y los contras lo harían vomitar si continuaba analizándolo.

Estudiando de nuevo al mar, contempló el avance apacible del barco y tras liberar un nuevo resoplido, cerró de un tajo el caos en su cabeza. ¡Era el maldito Barbanegra!... ¿Cierto? ¿Por qué demonios dudaba tanto de una decisión ya hecha? Resuelto y animado, golpeó el firme borde del navío antes de que la renovada energía cayera en picado al segundo, dejándolo vacío y deteniendo su paso ya lento. Vaya maldito cobarde. El temor de los mares reducido a un joven indeciso por un par de palabras bonitas, con la cabeza revuelta, un afán innombrable en el corazón y un dolor que no se detendría.

De atreverse y ganar las pérdidas serían mínimas, sin embargo, si lo hacía y fallaba, podría derivar aquello en la mayor de las desgracias. Al final, algo debía ceder. Observó la luna y las aguas tranquilas, el brillo en el manto le recordaba a los ojos que hace un momento se posaron sobre él, que lo llamaron, y por los cuales Edward osó dar un paso. Hechizado, esclavo a merced del silencio, la expectativa, la menor señal de un positivo recibimiento al cortar la distancia entre él y Stede.

Retomó el camino de sus pasos, los nervios le impedían tragar y el recuerdo de haber dudado en el último segundo volvió para perseguirlo, incapacitando el resto de sus efímeras pretensiones de recobrar el valor. Golpeándose en el muslo se tragó un suspiro, decepcionado de su propio desastre emocional, de haber permitido darle ese poder sobre sí mismo a otro y, para su desgracia, sin advertir de por medio algún reproche hacia el culpable directo.

Hedónica joyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora