Capítulo dos.

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— Harleen Frances Quinzel. — Pamela frunció profundamente el ceño mientras se cruzaba de brazos y se apoyaba en el marco de la puerta.

Ouch, nombre completo. Ella realmente la cagó.

Harls hizo una mueca mientras corría de un lado a otro por la cocina, quizás hacer ese té negro que tanto le gustaba a Pamela ayude a aligerar las cosas. — ¿Si, cariño?

— Nada de "cariño", ¿sabes en qué mierda te metiste?

— ¡No voy hacerle daño! — ella gritó antes de volver a bajar la voz. Tim había caído dormido en el sofá hace unos minutos, y si las ojeras debajo de sus ojos eran algo, Harley asumía que el niño no tenía realmente un toque de queda que respetar. — Tengo una regla, no lastimó niños y lo sabes.

— Sé qué jamás le pondrías un dedo encima, ¡pero no puedes simplemente secuestrarlo!

— ¡No voy a secuestrarlo, Pamela!

— ¿En serio? ¿entonces cómo le llamas tomar un niño de la calle al azar y llevarlo a casa? — Pam pasó sus manos lentamente por su rostro. — Harls, se que tienes un corazón enorme, y adoró eso de ti, pero no puedes simplemente robar un niño. Si quieres hacer algo por ellos, ofrecete cómo voluntaria en algún comedor o-

— Él no es de la calle. — Harley la interrumpió, repentinamente seria, sacando la pava chirriante luego de unos minutos al fuego y vertiendo el agua caliente en dos tazas. — Lo encontré de camino aquí. Pam, lo iban... iban a abusar de él, y no pude hacer oídos sordos. — sacó la miel de un estante, también buscando una cuchara e ignorando deliberadamente los pasos acercándose a ella. — Tim estaba llorando, y se veía tan pequeño y solo pude golpear a ese desgraciado. ¿Puedes creer que tenga ocho? Parece ir a primer grado, y yo solo no... — su voz se apagó cuando sintió a Pamela abrazarla.

— Tienes un corazón gigantesco. — ella susurro en su hombro.

(...)

— Así que es de Bristol. — Ivy silbó.

— ¡Lo sé! — Harley susurró mientras arropaba al niño con mil sábanas para que no sufriera para nada el frío del invierno de Gotham. — Dije lo mismo.

Pamela, dando un largo trago a su té, observó a Harley asegurarse de que Tim estuviera lo más cómodo posible en el sofá. La televisión se había apagado hace tiempo, los platos se habían lavado y las cajas de pizza ya habían sido guardadas para mandarlas a reciclar el día siguiente. Su teléfono estaba cargando, pero estaba segura de que al menos eran las cuatro de la madrugada.

Su mirada se detuvo momentáneamente en el rostro pacifico del niño pequeño. Lucía tranquilo, más tranquilo y menos desastroso de cómo se debería ver un niño a esa edad. Estaba acurrucado sobre si mismo, y el hecho de que ya tuviera una contextura pequeña lo hacía ver aún más vulnerable.

— No parece haber comido muy bien en meses. — Pamela señaló cuando Harley se acercó a ella y se dirigieron a la habitación.

— Me dijo que sus padres nunca están en casa y el no cocina muy bien, así que espera a que la ama de llaves pase hacerle algo de comer. — Harls explicó mientras se dejaba caer en la cama.

Pamela alzó una ceja acostándose a su lado. — ¿Ama de llaves? Realmente es un niño rico.

— ¿De que sirve si solo tiene una comida decente tres veces a la semana? — Harley se quejó enfurruñada.

Ivy le dio una larga mirada antes de desviarla al techo. — Ya sabes... — comenzó lentamente, captando de inmediato la atención de Quinzel. — Ya que pareces querer comprometerte tanto con ésto, quizás puedas comenzar pasar el rato con él, hacer que no se sienta tan solo como para salir a esas horas de la noche... Podríamos visitarlo y, no sé, hacerle algo saludable de comer.

Crack baby.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora