Flashback.

125 12 1
                                    

Todo empezó un día gris. ¿Lunes? No lo sé.

Nunca fui de esas personas que creen en la mala suerte; ni en la buena.

Pero ese día me levanté con el pie izquierdo. Literalmente. Mi cama mide como un metro de alto, y caí mal y me torcí el tobillo. Vaya, me dije. Me agaché y miré mi tobillo, solo para ver si era muy grave o solo un dolor temporal de dos minutos; por suerte no estaba muy mal, pero el dolor no paraba.

Fui al baño intentando andar como si nada, para poder actuar bien en el instituto. Dolía, pero era aguantable.
Estaba entrando al baño cuando me tropecé con algo en la puerta. Era un bulto peludo de color pardo.

Caí de boca, intenté sujetarme a duras penas a una pared, cosa que no logré; lo que sí logré fue aterrizar con mi delgada cara sobre el espejo.

¿Sabéis esas pelis de miedo en las que suena un golpe, un espejo se rompe y el gato maulla? Pues así es como sonó mi casa en esos instantes.

Mierda, pensé. Puede que lo del tobillo no se note, pero habría que ser bastante poco observador como para no darse cuenta de estos cortes en mi cara.

¿Que cómo sabía que tenía cortes en la cara cuando había roto el espejo y no podía observar mi reflejo? A parte de la obviedad del asunto, es que sangraba más que en un parto.

¿Se sangra en un parto? Qué más da.
Me levanté, recogí los trozos de cristal con el cepillo y los tiré a la basura. La verdad es que los tiré al primer cubo que pillé; ya sabéis, esto del reciclaje... nunca me acuerdo de cómo se hace.

Ya en la cocina, cogí la botella de leche. Cogí el colacao. Pero no cogí un vaso, ni un bol, ni nada. Ni siquiera un plato. Abrí la leche y me la bebí directamente, me la dejé en la boca y sin tragármela, eché el colacao con la leche ensalivada. Ahora sí me lo tragué.

Diréis que qué guarra es Valentina Fernández. Que va, pero llevaba prisa.
Me vestí, cogí unos pantalones cortos de "talla alta" o "talle alto", como mierda se diga, y una camiseta corta del Bershka que lleva todo el mundo.

Me lavé la cara como pude, intentando que los cortes no se notaran mucho bajo una capa de pote más gorda que la bronca que me iba a llevar luego (y eso que mis padres echan buenas broncas) pero con poco éxito. Me peiné (con un peine, claro) y me lavé los dientes. Todo esto lo hice en el espejo de mi habitación, ya que me había cargado el del baño.

Entonces cogí la mochila y corrí a coger el autobús.

No tenía ni idea de lo que me repararía ese funesto día.

MUCHAS GRACIAS A TODOS LOS QUE HABÉIS LEÍDO ESTA PARTE DE LA OBRA. ES MI PRIMERA NOVELA Y ME GUSTARÍA QUE LA CONTINUARAIS (SI OS GUSTA, POR SUPUESTO) PORQUE POCO A POCO SE VA A IR PONIENDO MÁS INTERESANTE.

San Valentín. [pausada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora