Dulce introducción al caos.

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Eran las 6:30 de la tarde del 14 de noviembre de 2014. Hacía sol, no había nubes. La temperatura era de 35°C. Cuando llegamos a las Celdas, bajamos de nuestro Opel Zafira, abrimos el maletero -bastante grande, por cierto- y le quitamos la manta roja de encima a la chica.

-Jxder -dijo mi padre-, pues sí que le clavaste bien el puñal. No creo que pueda mover el brazo nunca más.

-Bueno, tuve que hacerlo -dije con indiferencia-. Creo que debemos llevarla a la celda N° 24, la única libre que no tiene ventanas.

-Me parece bien. Tengo mucha curiosidad por saber de lo que es capaz de hacerse esta chica a sí misma.

-Oye, mi amor... ¿con quién te gustó más acostarte, con ella o conmigo? -pregunta de repente Sabri, que había aparecido de la nada.

-Contigo, mi vida, por supuesto -nos besamos.

-Anda, Sabrina, cállate si no piensas ayudarnos -dice entonces Valentín. Tengo la costumbre de llamar a mi padre jefe o Valentín, ya que he crecido seis años muy importantes en mi vida sin un padre que estuviera a mi lado.

-Tengo mejores cosas que hacer.

Sabrina se fue, no sin antes darme una palmada en el culo. Mi padre y yo cogimos a Valentina, que era en esos momentos un cuerpo inerte, y bajamos con ella en brazos las escaleras que llevaban a las Celdas.

El sitio donde se sitúan las Celdas es en la cima de una montaña llamada Screenwood, situada en una cordillera que se encuentra en Alemania. Era un buen sitio para vivir antes de que llegáramos mi padre y yo... entonces lo destruimos todo: aldeas, casitas rurales, bosques, merenderos... y construimos una fortaleza vigilada las 24 horas del día.

-Bueno, allá vamos -mi padre respiró hondo-. Tengo ganas de ver lo que nos espera allí dentro.

Nos pusimos rumbo a la puerta principal. Allí, Valentín sacó una llave de su bolsillo y la metió en la cerradura. Giró hacia la izquierda -sí, la cerradura, no sé cómo ni por qué, gira hacia el sentido contrario- y la puerta se abrió haciendo un sonido chirriante.

Dentro de la estancia había un silencio amenazador. La sala principal estaba llena de máquinas, donde se fabrican los alimentos para los presos de las Celdas: sopas insípidas sin consistencia y apenas alimento; panes quemados sin casi sal; filetes de ternera empanados que se hacían con el pan quemado que sobraba; tostadas con pan de molde que parecía un mazacote; mermelada de fresa sin azúcar... en fin, unos manjares como si de una cárcel se tratase.

Aunque, pensándolo de esa manera, era una cárcel; os contaré el proceso de selección de los presos:
Primero, mi padre y yo vamos a un hospital por la noche, entramos a escondidas y nos colamos en la consulta del psiquiatra.
Después, miramos los archivos digitales del ordenador y nos metemos en el apartado de Trastorno Bipolar, o bien en Esquizofrenia, aunque también en personas con solamente delirios.
Entonces, buscamos a alguna chica que esté cerca de nuestra localización, y empezamos a espiarla. Si nos parece fácil de secuestrar, nos pondremos a acosarla de verdad, pero sin ser vistos.
Unas semanas después, nos metemos en su casa alguna noche o momento del día en el que esté vacía, y colocamos cámaras para poder saber cómo atacar o defenderse si es necesario.
Después, entro -este paso solo lo hago yo- en la vida de la chica elegida, e intento que se enamore de mí. Si se enamora, es mucho más fácil, pero sino, pues hay que hacerlo todo más a la fuerza.
Una vez en su respectiva celda, la elegida no podrá hablar con nadie, y su habitación estará vacía a excepción de: un retrete, una ducha que se acciona 15 minutos al día y un cuchillo; el que le clavé a Valentina en el codo, por ejemplo.

Os preguntaréis que para qué sirve toda esta crueldad: pues bien, el objetivo del jefe, de Suzon, de Sabrina y mío es averiguar cuánto daño puede llegar a hacerse una persona enferma en semejante situación.

La mayoría de las chicas se suicidan, se vuelven anoréxicas o bulímicas -algo que parece imposible debido al poco alimento que les proporcionamos- o se cortan. O todo ello antes o después.

Ay, chicos, no os he hablado de Suzon. Suzon es la mujer de mi padre, pero no es mi madre. Es francesa, y se casaron cuando mi padre tenía 30 y fue a Francia. Fue justo después de que nos abandonara a mi madre y a mí.

-Oh la la... Quel garçon!
-Moi?
-Oui, monsier.
-Merci... Comment tu t'appelles?
-De rien, mon amour. Je m'appelle Suzon, et tu t'appelles... Valentín Ruiz?
-Oh, oui, Suzon. Comment est-ce que tu sais mon nom et mon prénom?
-Je suis intelligente.

-Oh la la... ¡qué chico!
-¿Yo?
-Sí, señor.
-Gracias. ¿Cómo te llamas?
-De nada, mi amor. Me llamo Suzon, y tú te llamas... ¿Valentín Ruiz?
-Oh, sí, Suzon. ¿Cómo sabes mi nombre y apellido?
-Soy inteligente.

Así, pues, bajamos las escaleras hasta Las Celdas, aún con Valentina en brazos. No es un sitio que merezca demasiada descripción, ya que únicamente son paredes grises con puertas grises de marfil pintado a los dos lados del pasillo. Cada puerta tiene una gatera -una puerta pequeña, muy pequeña, por donde pasamos la comida a las personas presas- y una manilla enorme que solo puede abrir desde fuera.

Llegamos a la celda N°24, y metimos a Valentina dentro de ella. Fue un tirarla al suelo, más bien. Una vez preparado su asentamiento, el jefe y yo fuimos a entretener un poco a nuestro colega Jonathan, no sin antes repartir las escasas piezas de comida a nuestras prisioneras.

MUCHAS GRACIAS A TODOS LOS QUE HABÉIS LEÍDO ESTA PARTE DE LA OBRA. ES MI PRIMERA NOVELA Y ME GUSTARÍA QUE LA CONTINUARAIS LEYENDO (SI OS GUSTA, POR SUPUESTO) PORQUE POCO A POCO SE VA A IR PONIENDO MÁS INTERESANTE. GRACIAS, EN SERIO ♡

San Valentín. [pausada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora