Frustración

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La chica corrió entre los autos que trataban de esquivarla, las cornetas entonaban un coro de blasfemia hacia ella, siguió corriendo hasta posarse en el mitad de toda la calle soldando sus zapatos en el asfalto, mi instinto devoró mi sentido común y me lance a la calle evitando los veloces autos, en menos de un parpadeo tome la mano de la desconocida y corrí con ella hasta la isla intermedia entre los dos canales de la avenida. 

La histeria dominó mi ser y empecé a gritarle como un padre lo haría con su hija.  

- ¡¿Pero qué carajo te pasa, estás loca o qué?! ¡¿Acaso no sabes que no puedes cruzar la calle cuando el semáforo está en rojo?! -. Pregunté mientras mi lenguaje corporal expresaba enojo. 

- Lo mismo pregunto yo ¿Qué mierda estabas intentando? -. 

- ¡Salvarte, estúpida! -. 

- ¡No necesito a ningún maldito príncipe azul que me salve! -. Gritó descontrolada.  

- Primero, no soy un príncipe azul, sé que no te conozco y que me odias, ¡Pero evite que cometieras una locura! -. Exprese entrando en calma.  

- ¿Cómo podría agradecerte?, ni siquiera recuerdo tu ridículo nombre, Hmm ¿Danilo? ¿Calvino?... ¿Metiche? -. Grito borrando la calma y usando un irritante tono de ironía. 

- Pues gracias, muchísimas gracias metiche de porquería, gracias por salvar mi...- Y un silencio extinguió su ira mientras buscaba una palabra fría la cual usar.  

No sabía porque apagó su enojo, pero en mi mente trate de completar como un rompecabezas esa frase incompleta, "Gracias por salvar mi miserable vida" ¿Eso era lo que trataba de decir? Posiblemente su naturaleza cerrada haya impedido que me diera un insignificante dato acerca de lo que le sucedía. 

Inmediatamente analice su rostro, y me encontré con una gruesa lagrima que corría de sus profundos ojos negros muriendo en sus pómulos puros y sin maquillaje, un retrato desgarrador un iceberg milenario sucumbiendo ante el inconsciente sol. Por un segundo su caparazón se resquebrajó y me permitió observar esa naturaleza congelada que existía en sus adentros.  

Las notas de los claxon sugerían un nuevo cambio de luz, y así fue, el semáforo cambió a verde, un verde que secó la lagrima y regeneró la coraza. Mis ojos claros lucharon por entrar en la oscuridad de los suyos advirtiéndole que como un audaz jugador de ajedrez ya conocía su próximo movimiento. 

- Ni se te ocurra -. Pronuncie con autoridad.  

Esta chica me superaba en altura, probablemente también en edad pero sus inmaduras decisiones me otorgaban cierto mandato sobre ella.  

La gentil brisa de la mañana no fue suficiente para equilibrar mi temperatura corporal y el sudor empezó a correr por mi frente, mi respuesta fue frotarme con la manga de mi sweater bloqueando mi visualidad sobre ella, eso fue suficiente como para perder el poder que yo ejercía y una vez más las ideas suicidas la invadieron. Salió corriendo hacia los carros en movimiento. 

Tendría que ir tras ella pero en mi mente afloró un sentimiento extraño, ya era hora de dejarla ir, si quería perecer en la carretera que lo hiciera, quizás su día a día era una ruleta rusa que amenazaba con destruirla pero la suerte no lo permitía, quizás ya estaba cansada de participar en el macabro juego y había decidido acabarlo por sus propios medios. 

Luego ideas concretas abatieron las anteriores, no podría vivir sabiendo que dejé morir a alguien y esto determinó mi constancia de salvarle la vida. No transcurrían tantos de autos como en el otro canal. La chica aferró sus zapatos al suelo, como si el cuero se fusionara con el asfalto, cuando pude alcanzarla una camioneta roja se acercó a toda velocidad y el chillido de los frenos provocó que me colocara en posición fetal protegiendo a mi desconocida, por suerte el auto era una Grand Cherokee 2012 con eficientes frenos, y no sufrimos ni un rasguño.  

Me levante rápidamente y la jale por un brazo insistiéndole en cruzar lo que quedaba de la maldita avenida pero aun se encontraba en un complicado shock, ella no sabía si había sobrevivido o se encontraba muerta. La gente solo observaba y el conductor saco su cabeza por la ventana gritando obscenidades. 

- Déjame aquí -. Me dijo sin mirarme a los ojos. 

Obviamente no le hice caso y seguí tirando de su brazo pero mientras más lo intentaba su cuerpo se volvía más pesado, casi como de plomo. Acepto que no soy muy atlético pero la única forma de sacarla del medio de la calle era cargarla, entonces ejecuté mi acción y concentre toda mi fuerza en mis propios brazos para poder alzarla, tomé su cuello y el ligero Angulo entre sus piernas y la cagué. Mi teoría era acertada, ¡Pesaba una tonelada! estábamos ubicados apenas en la mitad de la avenida así que usé toda la fuerza que mi cuerpo podía dar y apenas rozamos la acera me desmoroné.  

Caí en mis rodillas pero me percaté en no dejarla caer aunque fue un intento frustrado y mis brazos colapsaron haciendo que la chica se resbalara y cayera en el suelo. El sudor cubría todo mi cuerpo, me quite el sweater y con este limpie mi cara, Los ojos de la gente observando nuestro desastre me quemaba como pequeños láseres, el smog que la ciudad emanaba entraba por mis fosas nasales envenenando mis pulmones, mis músculos palpitaban pues hacía mucho que no los sometía a un reto como este. La presión fue tal que derramé una lágrima de sentimientos encontrados al suelo.  

La chica polar sacudió su ropa y siguió su camino, un hombre me ayudó a levantarme, abrí mi bolso, tomé algo de agua y mire adelante, no podía quedarme así, tenía que saber lo que le pasaba y ayudarla a encontrar una solución a su problema, como Diógenes que buscaba a un hombre honesto, yo escudriñaba desesperadamente a esa chica, para poder liberar a la niña sensible que lloraba en la penumbra.  

- Chica... Espera -. Dije intentando frenar el paso de la misma.  

Me apresuré a alcanzarla y toque su espalda, ella quedó paralizada esperando que yo dijera algo para poder continuar con su viaje.  

-¿Porque te lanzaste?, la gente no se tira a la calle por amor al deporte extremo o solo para pasar una divertida velada en el hospital -. Pregunté tratando de hacerla reír, pero no me percaté que era el momento menos preciso para hacerlo.  

- No uses estúpidas ironías conmigo, si me quiero matar ¡No era tu problema!-. Respondió tragándose todas sus ganas de llorar. 

- No... Pero... Yo... Te puedo ayu... dar -. Divague y ella siguió su camino. 

Es inútil mi ofrecimiento pues ella continuó circulando por la acera, con sus palabras lanzó todas mis esperanzas a la basura y empiezo a plantearme la idea de decirle al psicólogo escolar que converse con ella. Bajo mi cabeza pues las personas que hace rato defendí siguen juzgándome con sus miradas, la chica se encuentra algo lejos pero aun la tengo a la vista, es entonces cuando me detengo, y dejo que siga su camino, si se vuelve a lanzar a los auto y muere ya no me importará pues tengo el satisfactorio sabor de que hice lo que pude por ella.  

No me arrepiento de nada, no lamento haberme subido a ese bus y mucho menos de hablarle de esa manera tan amistosa, no me arrepiento de haberla seguido hasta el final y tampoco de haberme lanzado a los autos para ayudarla. Porque tal vez no evité que se suicide mañana o pasado, pero sé que muy dentro de su subconsciente yo hice cambio, le di amor salvando su vida y espero con todo mi ser que eso ahuyente a sus demonios.  

Subo la vista un momento, el olor a zapatos nuevos y sudor me acecha, ella está cerca, a unos pocos pasos. Detuvo sus pisadas para esperarme, eso solo significa que sí liberé a la chica sensible de su prisión y que ahora desea mi compañía. Se da vuelta hacia mí, algunas gotitas de sudor corren por su cicatriz, su rostro ahora no esta tan neutro como antes, una pequeña mueca revela su ira y su desgracia. Espero que diga algo, pues sé que mis palabras la enferman y que lo menos que quiere es mi ayuda.  

- ¿Dónde queda el maldito Americania? -. Me pregunta con la frialdad típica de hace momentos.

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