Victimas

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- ¿Qué te hace pensar que quiero tu compañía? -. 

Y sucedió, crónicas de una muerte anunciada, su respuesta fue como un insecticida que repelió todos mis ánimos y por un momento deseé que su primer día en Americania fuera un total fracaso. 

Cuando por fin logramos salir del embotellamiento, visualicé que todo el problema fue causado por un accidente de tránsito, al parecer una mujer fue arrollada y murió al instante pero el auto que causo el impacto letal nunca apareció, el cuchicheo en el bus era de esperarse, de repente todo el mundo ya sabía la historia de la chica muerta. Un coctel de ligeras emociones empezaba a revolverse en mí, estaba inquieto por el primer día, molesto por ser tan estúpido como para preguntarle a la chica de piedra si quería mi compañía y muy triste por aquella muerte tan desagradable. Una joven como cualquier otra, quizá hoy empezaría un nuevo y gratificante trabajo pero todas sus esperanzas se apagaron al mismo tiempo que aquel carro homicida apagó sus faros entre la penumbra de la madrugada para pasar desapercibido.  

Luego de una compleja hora de camino hacia el colegio ya parecía que las grandes emociones terminarían, una vez más hablé demasiado pronto. Baje del autobús a la altura de la avenida principal, para llegar al Americania debía cruzar la larga y tediosa pasarela, muchos la llamaban la "point de la metedera" << reconozco que la jerga es grotesca pero a veces es necesario usarla >> por su fama de ser un buen lugar para besarse, claro, eso solo sucede en momentos donde no hay nadie transitándola.  

Me preparaba para subir el puente, cuando la chica de piedra invadió mis pensamientos, la busque con mi mirada mientras la gente me tropezaba con sus hombros, pensé que estaría perdida y que no sabría exactamente como llegar al liceo pues no está a la vista. Así que me tome la tarea de buscar con la mirada a mi fría vecina de asiento, la parada de estaba bastante concurrida y tuve que nadar entre la multitud para ubicar a la chica. 

No puedo explicar que me movía a ayudar a esa muchacha que había sido totalmente desagradable conmigo, pero sabía que era mi deber guiarla. Al cabo de unos 5 minutos ubiqué a mi congelada amiga con su pose estática y su rostro sin expresión alguna cual lienzo en blanco. La avenida principal estaba en su momento de gloria, autos de todos los matices la cruzaban expulsando sus aturdidoras bocinas, motorizados y autobuseros proponían sus propias leyes, una anarquía total.  

El semáforo estaba en rojo y aunque ya había localizado a la chica no poseía la valentía como para dirigirle la palabra de nuevo así que me mantuve fuera del alcance de su engorroso pesticida. Estaba como a unos 10 metros de ella pero había demasiada gente pasando por el rayado de peatones, lo extraño de todo es que ella seguía allí sin avanzar.

Mire el contador del semáforo, indicaba que el color rojo duraría 120 segundos antes de cambiar, 2 minutos en los que postre mis ojos en la nuca de esa chica, tratando de entrar en su mente y entender por qué no caminaba así el otro extremo como la gente como lo hacía.

Analice mí alrededor en busca de la respuesta. Estábamos al menos a 20 metros de la pasarela, ella no pretendía cruzarla. Poco a poco los 120 segundos perecían y ella desperdiciaba su oportunidad para cruzar la calle. ¿Estará esperando a alguien? con esta actitud no creo que tenga amigos a los cuales esperar.

Una idea irreverente es inyectada en mi subconsciente y empieza a materializarse cuando percibo que los autos pierden su inmovilidad, observo como un hombre de canas cambia la velocidad de su palanca y pisa el acelerador, por un segundo todos mis sentidos se dirigen a la chica de hielo pero ya no estaba a mi vista, perdí demasiado tiempo adivinando sus pensamientos cuando sus recién estrenados zapatos colegiales pisaron el frio asfalto de mortífera avenida.

ConstelacionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora