Adivinanzas.
Los números nunca han sido mi fuerte, quizá esa sea la razón de mi odio hacia etiquetar los escritos con una molesta fecha. Solo recuerdo que era un día lunes como cualquier otro, la noche poco a poco se desvanecía mientras yo caminaba hacia la parada de autobús, habitualmente con los ojos aun pegajosos y el entusiasmo por el suelo.
Para mi fortuna el autobús estaba prácticamente vacío, y una extraña paz invadía el ambiente, el frio de la mañana arropaba mis desaires, las gentiles conversaciones entre los compañeros de puesto me alegraban de una manera inocente, recuerdo haber escuchado a dos chicas hablar sobre lo interesante que es estudiar psicología, la música estridente aun no había sido invocada, pero quizá hable demasiado pronto. Una tonada de música arrabalera aterrizó en el bus, pero su volumen considerablemente bajo no me perturbaba, mi paz seguía intacta.
Noto que una señora con su hijo se preparaban para bajarse en la próxima parada, el pequeño estudia en kínder pues su típica franela roja lo delata y va llorando a moco suelto entonando el típico himno de "Maaaamaaaa..." todo un cliché del primer día de clases. La idea de empezar un libro con el primer día de clases me perturba, pero no hay manera de evitarlo pues así empieza una de las historias más enredadas de mi vida.
Apenas la abnegada madre abandona el puesto no dudo en sentarme, pues en estas circunstancias ir sentado en un bus es un gran privilegio. Por un largo rato me pierdo entre la ventana del bus, analizando todos los rostros que se dirigen a su faena diaria. La buhonera que empieza a organizar su mesita con sus respectivos teléfonos y chicles, los estudiantes de bajos recursos que se esfuerzan por salir adelante, la señora de edad avanzada que se dirige a la casa de su patrona a realizar las tareas domesticas. Todos estos personajes de la mañana resultan tan merecedores de protagonismo como cualquier otro, llego a sentirme mal al no poder interrogar a esta gente común, así que dejo a mi imaginación la tarea de descubrir sus pasiones y tragedias.
Luego de una media hora me doy cuenta de que eh visto al mismo auto color arena conducido por una linda chica ejecutiva por más de 10 minutos, esto activa una alarma que había estado dormida por mi juego de adivinanzas y rostros, todo indica una cosa, estamos congelados en el trafico, no solo eso, llegare tarde al primer día de clases. El sosiego que rebosaba en mí se agota y un inquietante impulso de comerme las uñas se convierte en mi prioridad.
- No te comas las uñas, es asqueroso -. Indica una voz irritada a mi lado.
Volteo sin dar importancia y lo primero que detallo son unos resaltantes lentes de pasta, demasiado hipster para mi gusto. Escaneo su apariencia haciendo un incomodo paréntesis de silencio. Sus ojos son básicamente negros, su cabello algo desprolijo amarrado con una alta cola de caballo que aunque parezca bastante simple le sienta muy bien, piel de un tono pálido típico de esas personas que odian la playa, al mirar sus cejas no puedo evitar ver la cicatriz que adorna su ceja derecha, no es demasiado perturbadora y llega a rozar mi ligero y extraño gusto por las marcas y heridas.
Han pasado unos 45 segundo de reconocimiento, y su ceja dañada se alza dando la advertencia que la eh mirado demasiado y de una forma muy grosera, así que mi vista se aparta de sus cejas y choco con un pullover marino, se que esta pieza de ropa no tiene nada de sorprendente, lo que si me agita es la insignia que esta lleva impresa, un mapa de toda América con libros adentro rodeada laureles bajo un pergamino con esa frase en latín "Schola ex dicipulus explendus". De nuevo otra alarma timbra en mi cerebro, y antes de reflexionar sobre la estúpida frase en latín solo digo una palabra.
- Americania -.
- Sí, creo que vamos al mismo sitio -. Pronuncia con un poco menos de frialdad.
Un destello beige golpea mis ojos y deduzco dos cosas, estudia 5to o 6to año, pues tiene un porte de chica mayor. La curiosidad, como de costumbre es la protagonista en mis palabras y me arriesgo a exponer mi vaga deducción.
- ¿Estudias 6to año no? Qué extraño, porque no recuerdo haberte visto antes -.
Sus expresivas cejas vuelven a atacarme adoptando una posición que solo sugiere que eh dicho un disparate.
- Estudio 4to año -. Respondió con un tono cortante.
El golpe fue tal que me quede sin discurso por unos minutos. Estudiaría en el mismo año que yo y eso me entusiasmaba pero por su actitud era arriesgado comentarle algo, podría salirme con una patada y no lo soportaría, no en el primer día. Sin embargo, luego de divagar conmigo mismo decidí hablarle a mi fría compañera de puesto.
- Me llamo Camilo León, también empiezo 4to año hoy en el Americania y cómo eres nueva sé que seguro querrás algo de compañía para no sentirte como una extraña entre tanta gente -.
¡Oh por Dios! He sufrido un ataque de vomito verbal y para mi malaventura vomité encima de la chica más brigada que haya conocido.
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Constelaciones
Teen FictionNo es necesario buscar una hermosa historia de ficcion entre tus turbulentos pensamientos cuando las odiseas mas exitantes transcurren a tu alrededor. Las constelaciones son imaginarias, el observador se deleita buscando formas entre los pequeños p...