1X05 Supercomplicidad

139 24 24
                                    

Camino al hotel donde se hospedaba la selección argentina todo parecía muy calmado. Atrás habían quedado la fiesta, la música, los reporteros, el candelabro, las ambulancias y el hospital. Ahora lo único que parecía agitado eran los corazones de los dos jugadores.

Avanzaban en silencio, separados, pero a la misma altura, de vez en cuando dirigiéndose una mirada curiosa a través del rabillo del ojo. A pesar de que el amanecer se acercaba, la noche seguía siendo cálida y la luna comenzaba a descender para dentro de unas pocas horas darle paso al sol y a un nuevo día.

Finalmente llegaron. En el lobby habían pocas personas, algunos jugadores habían regresado ya y descansaban, otros seguían en los centros de salud atendiendo sus heridas y unos pocos había sido solicitados por la SuperFIFA para declarar por lo sucedido.

Julián Álvarez se acercó en cuanto cruzaron el umbral, aún traía el traje que utilizó para la fiesta y se notaba preocupado.

-¡Lio, qué bueno que estás bien!- dijo para después dirigir la mirada a los pies del delantero- Vaya, no sabía que ya habías llegado al punto en que no aguantabas los zapatos y cargabas con pantuflas por si te cansas.

-Perdí uno en la confusión y me dieron éstas en el hospital para que no regresara descalzo.

Memo se había quedado unos pasos atrás, hablando por teléfono para reportarse con su equipo. Julián lo miró con curiosidad.

-Cristiano estuvo preguntando por ti poco antes de que empezara el desastre- le dijo a su capitán, mientras el portero se acercaba.

-Andrés dice que puede venir por mí, con todo lo que pasó no hay muchos taxis disponibles.

-¡Quédate!- respondió apresuradamente Messi, para después hablar con más calma- Mejor descansa aquí y seguramente al rato se habrá regularizado todo.

Se quedaron callados viéndose fijamente, el mexicano no sabía qué decir.

-Todas las actividades, incluyendo entrenamientos, están suspendidas hasta nuevo aviso- rompió el silencio el 27 argentino.

-Está bien, me quedo.

Los tres jugadores subieron al elevador, dejando a Álvarez en el octavo piso, mientras ellos subieron al décimo, dónde estaba la habitación de Lionel.

Llegaron y recorrieron el pasillo de alfombra amarilla en silencio, Guillermo se esforzaba por pensar en otra cosa, no quería que el argentino supiera lo nervioso que estaba. Lo que no sabía era que éste, en señal de respeto, había decidido no escuchar sus pensamientos.

La puerta de la habitación se abrió, Ochoa entró y le dio un vistazo rápido: una cama grande en el centro, un sofá, muebles con cajones repartidos aquí y allá, un baño, un vestidor, una minicocina y un pequeño balcón con dos sillas para disfrutar la vista. Nada fuera de lo común, pero definitivamente mejor que donde estaban ellos.

Messi tomó una botella de vino y dos copas, ofreciéndole una a Memo.

-No sé tú, pero necesito relajarme un poco después de todo esto- le dijo mientras se dejaba caer pesadamente en el sillón.

-No sé si debas tomar, sobre todo considerando que te dieron medicamento para el mareo.

-Bueno, tal vez eso haga que no me emborrache.

Ambos rieron, relajando la tensión. El portero se sentó a su lado y extendió la copa para que le sirviera. Platicaron tranquilamente acerca de la vida, sus carreras, sus pasatiempos y sueños. La botella se había terminado y dos más fueron abiertas, acabándose también. Memo se quedó callado, mirando cómo su dedo recorría la orilla de la copa, que generaba un sonido vibrante.

The name of the game (MessiXOchoa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora