Capítulo 10 (+18)

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Yazmín podía soportar tener encima a ese tarado, no pesaba mucho, pero el contacto resultó demasiado.

—¿Te quitas? —dijo empujándolo, sus flojas piernas acostumbradas a labores menos exigentes, le quemaban.

Frank pareció enfadarse, y de repente, soltó la carcajada.

—Esto es ridículo... en serio me puse a pelear contigo como un maldito niño, maldita sea que vergüenza.

—¿El golpe te dejo estúpido?

Nuevamente, él se carcajeó.

Yazmín tuvo un fugaz pensamiento, «Que linda risa».

—Mierda me rompiste la camisa —se quejó Frank, tiró del cuello holgado y se la quito.

Ella abrió más los ojos, atraída por una escultural espalda ancha, hombros amplios, brazos marcados de venas hinchadas, obvio, músculos también.

«¡NO! Jamás». La tatuada volvió el rostro y quemó cualquier idea loca que tuviera sobre Francisco.

—Eso te pasa por empujarme —espetó frustrada, ya no podría burlarse de que estaba flaco.

Y para quitarse ese instinto de perversión, recordó al Frank flacucho, de dientes salidos y encorvado.

—Tú empezaste, querías tirarme. De hecho, lo hiciste y luego me ahorcaste. Eres igual de violenta que de niña.

—¿Qué no eres hombre? —preguntó ella burlona, al levantarse Yazmín retiró césped de su cabellera.

—Soy un monstruo. Parece que los humanos te contagiaron sus reglas y moral.

—Dices puras mama-

—¿No te lastime?

La tatuada frunció el ceño confusa, Frank lo preguntó en serio. Caminó hacia ella, y extendió sus enormes manos nudosas que tocaron delicadamente los suaves antebrazos de Yazmín.

Se sacudió, espantada sí. El contacto generó cosas, había sido placentero.

—¿Ahora qué traes? —espetó la tatuada molesta, y se retiró varios centímetros.

—Nada. Estuve pensando en Génesis, le agradas.

Yazmín coincidió con la obviedad dicha. Consideraba a Génesis una amiga, aliada del desmadre. Si de algo se arrepentía, fue demorar tanto en volverse su amiga.

—No me digas. ¿Quieres qué seamos amigos?

—Antes saltó desde un barranco. Te pido una tregua, o por lo menos aguantarte tus juegos cuando Génesis no este cerca.

—Awww que lindo Panchito, si tienes corazón.

—Lo digo en serio... y si hablamos de no tener corazón, las súcubos no lo tienen.

—Lo tenemos, lo tenemos. Pero no dejamos entrar mugrosos cualquiera — Yazmín recalcó aquello, mirándolo. 

—Y amoldan su apariencia como quieren.

—¡Ja! Yo soy natural corazón.

—Te removiste las pecas.

—¿Y a ti que te importa fijado? —que supiera eso todavía le calentó la sangre.

—Me importa un carajo, pero entonces no eres del todo natural.

—¿Y qué? ¿Te gustaba verme las pecas o qué chingados?

Frank sonrió cruzado de brazos, volteó en media vuelta y la dejó gritar sola.

—¡Puta madre Francisco! ¡No me dejes aquí hablando como pendeja!

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