Capítulo 16

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1

La causa eran dos chicas. Génesis y otra fémina, que claramente pertenecía al aquelarre de su amiga. Los inexplicables toques de melamina sobrenatural en ojos y piel, la descubrían sin fallas.

Ejercían raros comportamientos, daban vueltas despacio, formando un amplío círculo  en medio de la mesa. Yozelin recordó las peleas de gatos durante el periodo de celo.

Génesis Sängeg Villa, eges famosa.

La vampiresa sonreía, cargada de repulsión. Veía a Génesis como el origen del tabú más vil y prohibido.

—Pues "ggacias" —arremetió la pálida con una ofensiva risita socarrona—. ¿Quién eres?

A Yozelin el corazón le subió hasta la garganta, desplazaba la planta del pie y después lo devolvía, arrepentida.

«¿No se van a pelear o sí?».

Soy Sophie... ¿o Jeane? ¿Zoe? He vivido lo suficiente paga olvidagme de quién ega.

—Sophie te queda lindo, anciana. Por ese acento... creo que no deberías estar aquí.

Las vampiresas cerraron gradualmente el círculo,  Sophie rasgaba la madera pintada conforme desplazó el brazo alrededor.

—¿Acaso piensas qué sólo tu familia tiene degechos? Tu condenada familia...

—Ay bebé —Génesis infló las mejillas en un falso puchero—. Que ofendas a esos atrasados vejetes, me da más placer que pena.

No espegaba menos de una abominación.

La pálida entrecerró los párpados, denotó el doble la sonrisa y los colmillos alargados se asomaron.

La francesa prosiguió.

Ni siquiega puedo decig que eges auténtica fuiste la consecuencia de una mala praxis... los «Nacidos Indeseables» como tú debegían seg sacrificados.

—Venga reina, inténtalo —respondió Génesis.

Y de pronto Sophie reparó, donde Yozelin lidiaba su tortuosa indecisión.

La observó de tal modo que se sintió aterrada, tuvo el vivido pensamiento de ser asesinada por la vampiresa.

Que exquisitez.

Yozelin perdió color de la cara al oírla.

—¡Basta! ¡Te me vas, ya!

La cocinera, una mujer bajita de grandes orejas, apareció furiosa y dirigiéndose a Sophie.

—¡Que te vayas! Aquí no me van a romper nada. ¡Orale!

La francesa caminó a la salida, con los brazos arriba y la sonrisa intacta.

—Cómo te acerques a Yoze, te mató —dijo Génesis entre dientes.

Yozelin huyó asustada de las puertas, así concluyó el asunto. Cuando volvió a respirar, la pálida le daba consuelo con unos suaves agarres de manos.

—No te va a pasar nada, era un pleito entre nosotras.

Yozelin asintió, lo que quería era hablar, pero no fue capaz.

—Hay que darle algo para el susto —mencionó la cocinera—. Ahorita vengo.

2

Recuperada tras beber una taza de chocolate, ella decidió preguntar algo a Génesis.

—¿Qué quería decir con lo que dijo esa mujer? ¿Por qué te dijo esas cosas tan feas?

El rostro de la pálida fue un flujo inestable de conmoción.

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