II.- Sombras

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*** ACOTACIONES*** Como puse antes, estas son mis primeras veces de escribir cosas así y además dejar que otros las lean. Jejeje, miedo. Además, nunca había escrito escenas sexuales muy descriptivas y no sé qué tal me quedó, pero ahí está. ***

_ Bruno _ musitó Mirabel mientras yacía, respirando hondo y temblando bajo el cuerpo también tremoso del hombre que amaba.

_ ¿Mmh? _ sólo alcanzó a responder el otro, sintiéndose incapaz de contestar con palabras articuladas. Lo desbordaban la necesidad y el deseo ahora que se disponía a llevar a cabo su sueño más anhelado y desesperado. No se sentía capaz de hablar, sólo podía tragar saliva, meter aire y exhalarlo entrecortadamente mientras sembraba besos delicados sobre el cuerpo de su mariposa. Quería cubrirla desde el nacimiento de sus chinos prietos hasta las puntas de sus mórbidos pies, llenitos y redondeados.

_ Bruno... por favor _ jadeó ella

_ ¿Mhm? _ se detuvo un momento dirigiendo la mirada hacia los ojos cafés de su sobrina

_ No descuides ni un milímetro de mí _ pidió Mirabel jalándolo de los cabellos para besar de nuevo sus labios delgados. _ Ni un milímetro, mi amor _ confirmó él, obediente, volviendo a besarla por todas partes, pero todavía más minuciosamente que la primera vez. No quería detenerse a pensar mucho porque sentía que se volvería loco ante las reflexiones que le amenazaban: por un lado estaba la ira asesina, todavía latente, que lo movía a querer destruir al malnacido que se atrevió a lastimar a su adorada, por otro, la dicha que no podía evitar sentir al tenerla aprisionada bajo su cuerpo, después de una eternidad de sufrimiento por sentirla lejos, en brazos de otro. Para efecto de lo que le había pedido Mirabel, decidió concentrarse en lo segundo y dejarse llevar por la pasión desbordante que nacía de los dos.

La casucha en la que vivía estaba prácticamente a oscuras, porque la endeble instalación eléctrica, incipiente en el pueblo, había fallado y el único foco a su disposición: la lamparita junto al buró, se había apagado; sólo el fogón con unas pocas brasas iluminaba la pieza. El agua para café que Bruno había colocado hacía media hora, en pleno crepitar, estaba en camino de consumirse sin que le prestaran atención. La ventana abierta junto a la cama dejaba entrar la luz de las estrellas y el sonido de los grillos. A los amantes esa atmósfera les parecía el colmo de la belleza y la tranquilidad.

La joven Madrigal había asumido una actitud relajada y más pasiva de lo que hubiera optado de ser otra la ocasión, pero es que se sentía tan cansada y adolorida por lo vivido al lado de su aborrecible marido, que lo único que quería, a salvo ahora en los brazos de su amado, era ser receptora de todas las caricias que éste pudiera brindarle. Había extendido los brazos sobre el colchón, por encima de su cabeza, en actitud de entrega total, para que Bruno la recorriera de arriba a abajo, como le había prometido. Su pecho se alzaba y se sumía con un ritmo suave pero inusual, como el de un moribundo que se aferra al aire que le queda. Un par de veces, unos ojos llenos de odio y unos puños que se estampaban contra sus pómulos, interrumpieron su idilio, atravesando sus recuerdos y haciéndola brincar de espanto. Aterrorizado también, su tío detuvo en ambas ocasiones sus besos sin saber cómo aliviar su tormento. _ Continúa... _ gimió la mariposa _ si quieres que me cure, no te detengas _ Bruno se rascó rudamente la cabeza, era obvio que su amada estaba reaccionando al trauma vivido y a él no le era fácil continuar su obra como si nada y concentrarse en hacerle el amor mientras ella sufría, pero un puchero de necesidad que amenazaba con embargar a Mirabel lo convenció de seguir adelante.

_ Ya no temas, aquí estoy, corazón mío, aquí estoy, mi amor.. _ susurró varias veces pegando mucho sus labios al oído de la mujer de su vida, respirando el olor de sus cabellos.

_ Devórame _ pidió ella, y él obedeció, fue cuesta abajo con lentitud, sin despegar sus labios, raspándola suavemente con los vellos cortos de su barba, a lo largo del eje de su cuerpo hasta llegar a su monte de Venus, en donde su respiración agitó los rizos del pubis. Con sus manos tibias, Bruno tomó las pantorrillas de su mariposa para flexionarle hacia arriba las rodillas al tiempo que sumergía el rostro en su humedad. _ Hhhhhhhhhhhmmm _ exhaló Mirabel un gemido pesado, colmada de excitación, arqueando su columna y aferrando con una mano los chinos del hombre bellísimo que tenía entre las piernas. Las lágrimas empezaron a rodar fuera de sus ojos, recorriendo el camino de sus sienes y entrando por sus oídos, lágrimas de desahogo, de consuelo al tener al fin todo lo que necesitaba. Bruno no las escuchó porque eran silenciosas, así que siguió consumiendo la intimidad de su sobrina como quien succiona y se alimenta de una toronja carnosa y dulce.

Por fin, un sollozo salido de lo hondo del pecho femenino volvió a sacarlo de su concentración. Nerviosísimo se arrastró para quedar a la altura del rostro de Mirabel y vio que había estado llorando en silencio. _ Mira... no.. ¿qué hago, mi amor, qué necesitas?

Penétrame _ le dijo ella directamente, ordenando como las veces anteriores.

Mirándola con los ojos muy abiertos y sin tener muy claro cómo es que seguía tan duro, su tío volvió a obedecer. Tragó saliva con esfuerzo y fue introduciendo lentamente su virilidad en la estrecha calidez de Mirabel.

_ ¡Mi amor! _ dijo al sentirse totalmente dentro de ella en un grito lánguido y ahogado con los labios pegados al cuello de su bienamada mujer y comenzó a empujar, despacio pero desesperado.

***

El fogón se había apagado y las sombras lo inundaban todo. Mirabel despertó. Exhaustos luego de consumar sus ensoñaciones más acariciadas, se habían quedado dormidos, la una sobre el pecho del otro y con las piernas entrelazadas. Pero ella despertó a las pocas horas; tenía la sensación de que, si dormía toda la noche, se le acabaría la tregua que la realidad le había dado, y no quería. Necesitaba platicar más, besarlo más, mirarlo más y hacerlo suyo más veces.

_ ¡Bruno! ¡Bruno!! _ exclamó para despertar al hombre, cuyo sueño era más pesado que el de ella.


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Crónica de un juicio por adulterio. (Por amor a ti, Mi Vida)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora