I: Bolsas rojas

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Mi tío Armando siempre ha sido el más rico de la familia. De unos años para acá su empresa dió un brinco gigantesco. Él ni siquiera ha terminado la preparatoria, me contó mi papá. También me contó que de todos sus hermanos él siempre fue el más despistado de todos, aún no entiende como cosechó semejante éxito en el mundo de las finanzas. Pero bueno, no es lo importante de esta historia.

Me llamó a mí para cuidar su pequeña hacienda personal en donde vivía desde hace 10 años. Es un lugar muy lindo, lleno de naturaleza y uno que otro animal como caballos y gallos.

Se encuentra a las afueras de nuestra ciudad muy lejos de la civilización y está vez me pidió personalmente que lo ayudara a cuidarla mientras él estaba afuera por un viaje de negocios. Era una tarea sencilla, solo tenía que estar ahí una noche.

Era extraño pero ahora que lo recuerdo, nadie de la familia se había quedado a dormir ahí antes. Pero bueno, tampoco creo que sea muy agradable para todos quedar completamente aislados de la sociedad, sin señal, sin internet, sin nada con que distraerse.

Cuando llegué y abrí la puerta de la casa de la hacienda me sorprendió que mi tío ya se había marchado. Pensé que iba a estar ahí para darme las instrucciones necesarias para no terminar matando a los animales o secando las plantas. Yo no tenía nada de experiencia en ranchos y siempre había sido un chico de ciudad, cien por ciento citadino.

Automáticamente saqué mi celular para llamarle y me di cuenta de mi cruda realidad, ya desde ese entonces no contaba con señal ni con internet. Sentí un bajón y entendí que esa noche iba a ser muy aburrida. Prendí las luces del lugar y de inmediato noté que me había dejado una lista de instrucciones justo en el comedor.

Era una hoja pequeña, cortada de una libreta de mano y escrita con tinta azul, se notaba que había sido todo muy rápido ya que la hoja estaba mal cortada, arrugada y la fluidez de la letra estaba muy irregular.

"PON MUCHA ATENCIÓN" se podía leer en mayúsculas.

Dale de comer a los perros en su casita y enciérralos antes de que anochezca. A Luna le gusta su comida un poco remojada, a Tobey le gusta su comida seca y a Yankee le gusta su comida mitad mojada mitad seca. Lograrás reconocerlos por sus collares y sus platos de comida.

Este es el listado de plantas que necesitan regarse este día: la pata de elefante, el maguey, la flor del desierto y el romero. Todas esas plantas las puedes encontrar a un lado del mezquite de afuera.

No olvides meter a los caballos en las caballerizas y a los gallos en el granero.

Rellena el agua de los caballos antes de dormir.

Cierra muy bien las ventanas y las puertas de la casa por los insectos.


Y la última instrucción decía...

En la alacena hay unas bolsas de terciopelo color rojo con un listón dorado, toma una y sácala a la entrada de la hacienda. Haz todo esto antes de las 11 de la noche.


Esa última instrucción me llamó fuertemente la atención, pero rápidamente la incógnita de cómo demonios iba a meter a los caballos dentro de sus lugares, hizo que me olvidara de las bolsas rojas.

Regar las plantas era la parte sencilla, así que decidí empezar por ahí. Conocía un poco de plantas así que no fue predicamento. Eran alrededor de las seis de la tarde y el sol aún no caía.

¿Por qué razón tendría que hacer todo antes de las once de la noche?, ¿será una cuestión de los horarios de los caballos?, ¿algo relacionado con el alimento para los perros?, no lo sé, pero mientras más pasaba el tiempo y se llegaba la hora más me ponía ansioso. Después fui directo a donde estaban los perros. A ellos ya los conocía de antes. Eran tres hermosos Rottweilers muy grandes y saludables. También me conocían a mí así que no hubo problemas al momento de acercarme con una bolsa llena de comida para perro. Supongo que para este tipo de ambientes, estos perros resultan ser muy útiles. Al final del todo, son un estilo de guardias de seguridad. El problema venía ahora con los caballos. Yo nunca me había subido a uno, es más, ni siquiera había tocado a uno que recuerde. Me acerque al corral en donde solían correr y me percate que era mi noche de la suerte porque; eran en total 3 caballos solamente; y uno ya estaba adentro de la caballeriza, parecía enfermo. Respiraba de una manera muy entrecortada y muy fuerte. Pero, quizá sea completamente normal, no sé nada de caballos.

Colección Emisaria de TerrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora